Nautik Magazine

Todo lo que debes saber para entender el caso de los tiburones ‘adictos’ a la droga

La Semana del Tiburón ya está aquí y con ella llega una mezcla de entretenidos programas para ver. Uno que ha llamado la atención de muchos es «Cocaine Sharks», que explora el curioso fenómeno de cómo los tiburones podrían interactuar con la cocaína que acaba en el océano debido a su transporte ilegal.

Y aunque los experimentos eran preliminares, el científico investigador y director de programas de la NOAA (Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos) que formó parte de los experimentos que se filmaron en Cayo Hueso afirma que el programa arroja luz sobre un problema acuciante: la presencia de drogas en nuestras vías fluviales y su posible impacto en la vida marina. «Hay mucha legitimidad en el titular clickbait», dice la doctora floridana Tracy Fanara, cuya experiencia y trabajo en ingeniería medioambiental se centra en el transporte químico y las corrientes oceánicas. «Mientras estábamos en los Cayos filmando, los fardos de cocaína llegaban a la costa, como dos veces en una semana, así que es realmente un problema prevalente».

En sólo nueve operaciones distintas a principios de este año, la Guardia Costera de EE.UU. recuperó con éxito la asombrosa cantidad de 275 millones de dólares en drogas tanto del Mar Caribe como del Océano Atlántico. Florida es uno de los principales puntos de entrada de la droga en Estados Unidos debido a su situación geográfica y a su extenso litoral, que lo convierten en un lugar estratégico para las rutas del narcotráfico. Las fuerzas del orden estadounidenses trabajan constantemente para combatir las actividades de narcotráfico en esta zona, aplicando medidas para interceptar los envíos ilegales que a menudo pueden desembocar en el arrastre de bolsas a la costa. Esto suscita preocupación por sus efectos en la vida marina, ya que los tiburones siguen las corrientes oceánicas y existe una gran posibilidad de que entren en contacto con la droga.

«Este espectáculo arroja luz sobre un problema real: que todo lo que usamos, todo lo que fabricamos, todo lo que nos metemos en el cuerpo, acaba en las corrientes de aguas residuales y en las masas de agua naturales, y la vida acuática de la que dependemos para sobrevivir está expuesta a ello», declaró Fanara a The Guardian. «Si estos fardos de cocaína son una fuente puntual de contaminación, es muy plausible que (los tiburones) puedan verse afectados por esta sustancia química».

«Si estos fardos de cocaína son una fuente puntual de contaminación, es muy plausible que (los tiburones) puedan verse afectados por esta sustancia química». CORBIS VIA GETTY IMAGES

Con esto en mente, Fanara y el biólogo marino británico Tom ‘Blowfish’ Hird se dirigieron a los Cayos para llevar a cabo algunos experimentos con un equipo de cámaras de Shark Week a remolque. Según Fanara, numerosos estudios han explorado la presencia de drogas en las masas de agua, ya que estas sustancias se detectan con frecuencia en los cursos de agua y se sabe que afectan a la vida acuática. Por ejemplo, un estudio de 2021 descubrió que la metanfetamina provoca adicción y altera el comportamiento de las truchas marrones.

Cuando se exponen a la droga, estos peces experimentan cambios en sus movimientos ¡e incluso pueden sufrir síndrome de abstinencia! La presencia de estas drogas en las masas de agua suele atribuirse a su introducción a través de las aguas residuales transportadas por las depuradoras. «Es un problema real y no estamos haciendo ‘agua nueva’. […] La misma agua que tendremos dentro de 1.000 años es la que teníamos hace 1.000 años«, afirmó Fanara, quien añadió que nuestro suministro de agua pasa por sistemas de tratamiento de aguas residuales y posteriormente vuelve a las masas de agua, convirtiéndose finalmente en el agua que consumimos.

Sin embargo, ninguno de los estudios anteriores ha examinado específicamente los efectos de las drogas en los tiburones. «Mi objetivo con este experimento era arrojar luz sobre el problema real de las sustancias químicas en nuestras vías fluviales, que afectan a nuestra vida acuática y acaban afectándonos a nosotros», afirma Fanara. Una vez en los Cayos, Fanara y Hird arrojaron al agua balas falsas parecidas a la cocaína para observar la respuesta de los tiburones.

En concreto, querían ver si los tiburones se sentían atraídos por las balas de cocaína falsas y si las elegían en lugar de su comida habitual. Además, el dúo expuso a los tiburones a un estimulante similar a la cocaína para observar su comportamiento al ser sometidos a él. «Obviamente no podemos darles cocaína a los tiburones, y menos en libertad, a pesar de que habría sido un estudio mucho más preciso; simplemente no es ético».

La cocaína es un estimulante potente y adictivo, que suele inducir sensaciones de energía y euforia en los consumidores, a la vez que provoca cambios físicos en el cuerpo, como un aumento de la temperatura corporal, la frecuencia cardiaca y la presión arterial, junto con posibles efectos a largo plazo en el cerebro, según el Institutos Nacional de Salud de Estados Unidos. Se desconoce cómo se traduciría esto en un pez, pero Fanara afirma: «[Hird] notó un comportamiento extraño, pero no se sabe si los cambios de comportamiento de los tiburones estaban asociados a la exposición a la cocaína o si fue sólo una coincidencia. Definitivamente, hay que investigar más».

El objetivo principal del estudio era determinar si esta cuestión de investigación merecía una mayor exploración, y la respuesta según el dúo es un rotundo «sí».

«Ya sabemos que los peces se han contaminado con estas drogas recreativas», dijo Fanara. «Así que tenemos que hacer grandes cambios en los procesos de tratamiento del agua y también en nuestra ética, nuestro comportamiento y nuestras actividades cotidianas, porque no son sólo estas drogas recreativas las que entran en las vías fluviales, sino también nuestros protectores solares, insecticidas, herbicidas, fertilizantes… todo eso llega a nuestras vías fluviales naturales y se convierte en parte del ecosistema».

El espectáculo espera no sólo despertar la intriga, sino también servir de llamada a la acción para proteger nuestros entornos marinos. Si comprendemos el impacto de las drogas en la vida acuática, podremos tomar medidas significativas para preservar nuestros océanos y ser más conscientes de nuestro impacto en el medio ambiente.