«Me ha venido bien esta entrevista». Así finaliza la charla con Antoine Auriol (Francia, 1984), un fotógrafo, aventurero y deportista innato, que lleva desde enero sumergido en The Ocean Race, la regata a vela que da la vuelta al mundo y que finaliza en unas semanas en Génova.
Con él hablamos de todo un poco, rozando el terreno afectivo por encima de lo profesional, en una entrevista concedida durante uno de esos pocos parones al margen de la regata que se hacen al llegar a cada fin de etapa. En este caso, desde Itajaí, Brasil: «¿Sabes que los brasileños se parecen mucho a mis vecinos de El Puerto de Santa María?», nos cuenta. Y es que, aunque es francés, es un enamorado de la tierra gaditana desde que hace 17 años conociera El Puerto gracias a su pasión por el windsurf y buscando, junto a su equipo francés de windsurf olímpico joven, una zona más cálida y con buen viento. Le gustó… y se quedó a vivir allí.
Lleva desde hace cuatro meses alejado de Cádiz y sumergido en otros mares, los del resto del mundo, grabando y fotografiando todo lo que se encuentra a su paso. Es el reportero a bordo del Team Malizia, uno de los equipos que compiten en The Ocean Race. Él, amante también del kitesurf y campeón del Professional World Tour en 2010, nunca imaginaba la impresionante aventura que significaría dar la vuelta al planeta.
Auriol es un creador digital y documentalista de gran prestigio, con series de televisión y programas como Wind Quest y Hopeful Earth y, ahora, vive la aventura de su vida, de esas que nunca se olvidan: «Es una experiencia muy intensa la de navegar tanto tiempo. Hay que digerir todo esto y no es de un día para otro. No he parado de trabajar, pero me siento con mucha energía», nos cuenta.
A bordo, comparte su día a día con Boris Herrman (patrón del Malizia) y con los tripulantes Will Harris, Rosalin Kuiper y Axelle Pillain. Junto a ellos, su idea no es solo la de navegar y dar la vuelta al mundo, también busca «grabar documentales sobre la sostenibilidad. Debemos hablar de un mundo positivo a través de humanos que tienen iniciativas positivas».
PREGUNTA. ¿Cómo está siendo tu experiencia dando por primera vez la vuelta al mundo a vela?
RESPUESTA. La salida desde Alicante fue increíble. La primera etapa fue cortita, como seis días hacia Cabo Verde y fue casi la más dura para mí. Soy francés pero vivo en El Puerto de Santa María, Cádiz, y conozco bien el viento porque voy mucho a navegar a Tarifa. Allí el viento pega superfuerte y es un lugar especial en el mundo porque el viento acelera dentro de Estrecho, tanto cuando viene de levante como de poniente. En este caso, durante la regata vino un temporal de oeste y aceleró dentro del Estrecho de Gibraltar y tuvimos condiciones muy fuertes de viento. Casi 60 nudos.
No era viento en popa, era contraviento, entonces las condiciones fueron muy duras para los barcos IMOCA. Los tres o cuatro primera días de esta regata estaba muy mal, vomitando, tuve que tragar hasta mi propio vómito dentro del barco. No había otra manera de dejarlo todo limpio y no molestar a la tripulación, no podía ni salir afuera porque era demasiado peligroso. En esos momentos me preguntaba: ‘¿Qué estoy haciendo?, ¿por qué he dicho que sí a esta experiencia?
P. ¿En algún momento pensaste en abandonar?
R. Nunca llegué a pensar en abandonar, porque yo quiero llegar a Génova a finales de junio. Sabía que iba a pasarlo mal, pero no sabía que tan mal y tan rápidamente. En realidad, lo peor fueron esos primeros días y luego ya, una vez que empiezas a navegar con el viento en popa, aunque el viento esté fuerte y haya olas, es mucho más suave y vas deslizando y surfeando y vas encontrando un ritmo, tanto con el equipo como con tu cuerpo mismo.
Al final tu cuerpo se adapta a las condiciones meteorológicas, puedes estar mejor o peor, más gruñón o menos de vez en cuando, pero al final somos un equipo dentro del barco y en este caso no es una metáfora. Cada uno nos cuidamos, nos preguntamos si necesitamos algo… Yo, que tengo un poco más de tiempo, puedo hacer un té, un café a cualquiera, puedo cocinar un poco, o sea, calentar el agua por si alguien quiere comer… Porque los cuatro navegantes están siempre a tope, empujando el barco hacia su límite.
Por eso, para mí también es duro porque ellos están los cuatro conectados a mantener el barco rápido e intentar navegar lo mejor posible para llegar primero y tienen ese objetivo en común que les mantiene juntos. Yo en este caso estoy un poco libre dentro de esto, casi más como un turista que tiene que compartir lo que pasa a bordo. A veces es supercomplicado para mí, no es que me sienta solo, pero me siento un poco solo en mi ritmo.
Lo que me mantiene supervivo, conectado y motivado es saber que lo que hago no es en balde, cada día hago dos o tres vídeos que mando a The Ocean Race y todo el mundo lo puede compartir donde quiera. He recibido muchos mensajes, no sabía que había tantos fans de vela del mundo. Saber que estamos navegando, que lo estoy pasando duro, pero que mucha gente lo valora, me da mucha fuerza y ahora mismo me siento super en confianza, sé que lo más duro ha pasado, aunque eso nunca se puede saber al 100% porque el mar es natural.
P. ¿Cómo aceptaste este duro reto?
R. Fue totalmente natural. Yo nunca intenté buscar un trabajo en mi vida porque siempre he hecho las cosas que me gustaban… Antes era kitesurfero profesional y ahí fui abriendo puertas y tomando riesgos y después empecé a hacer documentales para la televisión francesa desde hace más de ocho años. En la parada de Brasil, por cierto, he terminado mi 29 documental de 52 minutos. Son documentales sobre la naturaleza y esto es lo que realmente me encanta en la vida, conocer a gente positiva y que gracias a estos documentales podamos inspirar a la gente.
Gracias a todos estos caminos que cogí en mi vida, mezclé muchas cosas entre el mundo audiovisual y el mundo físico. ¡Por cierto, ahora es la primera vez que no hago nada de deporte! Ahora me mantengo con una mano en el barco, haciendo equilibrio y de vez en cuando hago algunas flexiones y abdominales, pero poco en comparación con mi vida normal.
Empecé con The Ocean Race porque un amigo mío era amigo de Boris Hermann, patrón del Team Malizia, buscaban un reportero especial y tenía el perfil perfecto…
P. ¿Cómo se vive a bordo?
R. Hay momentos que son mágicos, que son los que yo busco. El kitesurf me ayudó a poder ser más equilibrado y conectado más físicamente con el barco. Es muy importante. La gente no se da cuenta, pero hay que entrenarse físicamente para esto. Todos los deportes que he hecho durante mi vida me han ayudado a poder hacer este trabajo, que es muy peculiar y lo definiría como uno de los trabajos más duros del mundo, porque las condiciones son realmente duras: no puedes ducharte, no puedes ir al baño, solo tienes un cubo, tienes que compartir tu vida diaria con cuatro personas que viven a menos de dos metros de ti, tienes que grabar y editar dentro de un ‘submarino’, una nave espacial que se está moviendo a tope. Es muy duro, pero es un reto tan grande que después cuando llegas a meta hay una satisfacción personal y un enriquecimiento que creo que me está cambiando la vida y me va a fortalecer mucho.
Creo que nunca lo olvidaré, esto es para siempre, dar la vuelta al mundo en barco es algo muy especial, sobre todo cuando llegas a la meta es como una sensación increíble. He cogido muchos aviones a muchos sitios, pero no hay nada como llegar en barco, sabes que el camino ha sido duro, pero una vez llegas puedes incluso aprovechar más la vida en tierra. También es un poco el por qué he aceptado este reto, para amar más a mis seres queridos y poder realmente disfrutar de cada detalle de la vida.
P. ¿Cuál ha sido el mejor momento hasta ahora?
R. Hay muchos momentos bonitos, pero cuando el barco ralentiza y puedes salir y estar un poco afuera y darte cuenta de la inmensidad, del horizonte, de la potencialidad de las olas, de las nubes, de las ballenas que de vez en cuando ves de lejos y los albatroces que pueden medir casi dos metros y se acercan al barco y te imaginas que pueden llevar volando casi dos años sin parar… Te das cuenta de que la naturaleza también está ahí, también hay vida ahí… Esos momentos de conexión con la naturaleza me vienen bien para darme cuenta de que somos muy pequeñitos y que la naturaleza es mucho más potente que nosotros. Aparte de estos momentos, me encantan las sesiones de drones que hago cuando hay bastante tiempo.
Es algo que no es solo para mí, sino también para la tripulación porque nos da perspectiva. Cuando estamos volando con el dron nos imaginamos que es la vista de los albatros que nos ven. El barco no para nunca, no hay fin. Son momentos mágicos. Es adrenalina también porque nunca sabes si el dron lo voy a poder recuperar porque para aterrizarlo cuando vas a 25 nudos de velocidad y con las olas es complicado. Siempre estás un poco al límite, pero cuando lo coges y ves que no has perdido el dron, tienes la adrenalina a tope, estás contento y te da fuerzas para trabajar en el barco.
P. ¿Qué equipo profesional tienes?
R. Llevo tres drones por si acaso alguno se cae. Tengo también dos cámaras Panasonic bastantes compactas, varias lentes, filtros, micrófonos, ordenadores, una tablet… No es tanto eso, porque tienes que pensar que hay que viajar ligero. Aquí pensar hasta el material antes de entrar y llevar lo mínimo: ¡cuatro calzoncillos para un mes!
P. Por cierto… ¿cómo llega El Puerto de Santa María a convertirse en el lugar donde vives?
R. Llegué por el viento hace ya 17 años. Antes de hacer kitesurf, estaba en el equipo francés de windsurf olímpico joven. En el invierno en la Bretaña, de donde vengo, hace demasiado frío y nos íbamos de vez en cuando a Puerto Sherry (Cádiz) para entrenarnos ahí y en invierno, cuando llegué y vi el cielo azul, el levante y la buena temperatura, buena gente y buena comida, me enamoré directamente. Y mi hermano mayor que se quedó y vive ahí también. Ya me he comprado una casa ahí y es mi hogar, en el centro de El Puerto de Santa María. Me encanta vivir ahí, la gente es muy agradable. ¡Tienen mucho arte! Son muy respetuosos, siempre me han hecho sentir bien, no te juzgan, me han acogido muy bien.
P. Siguiente reto cuando llegues a tierra a final de junio.
R. Primero voy a tener un mes o dos de reflexión. Creo que necesito descansar para tomar buenas decisiones de cara al futuro. Haré más documentales y más barco, aunque no sé si de esta forma, quiero seguir viajando seguir haciendo proyectos audiovisuales con barcos, pero sin hacer una carrera, para poder pararme el lugares insólitos y casi inexplorados y encontrar comunidades que vivan en otros lugares que ni siquiera tenemos la idea de cómo son.
Hay lugares todavía en el mundo inexplorados y el barco te permite ir a conocerlos. Y con eso ya son bastantes proyectos. También tengo ya en marcha varios documentales con mi productora de París. Siempre estoy activo e intento hacer cosas que me llenen positivamente. Pero necesitaré descansar un poco seguro, porque llevo un ritmo desde primeros de enero… Desconectaré, retomaré mi rutina de yoga y navegar un poco en kitesurf y después ya empezaré de nuevo a hacer proyectos positivos.
P. Debe dejar huella y ser psicológicamente duro…
R. Es muy largo, muy intenso. Lo quieras o no, siempre estás conectado al barco, pero para mí era importante quedarme conectado y hacerlo hasta el final, así no me quito del ritmo. Es importante dar lo mejor de ti cada día y así, sin cortar, es mejor. Creo que es un entrenamiento para hacerte más fuerte porque trabajas tu resiliencia, tu paciencia y tu determinación. Esas tres cosas me van a hacer más fuerte para la vida.
P. Finalizamos con un sueño (o varios) que quieres que se haga realidad.
P. ¿Un sueño? Descubrir un lugar secreto del mundo y del que me han hablado, un territorio que nunca he visto en mi vida y me descubrieron el otro día. Para llegar a ese sitio hay que andar quince días, no hay otra manera. Ese es uno de mis sueños… es en tierra… descubrir un sitio que casi nadie ha visto en su vida. Porque ahí, creo, es donde más te acercas a la naturaleza original. Ni hay que hablar, hay que sentir. La naturaleza te habla sin que tú hagas nada. Tenemos que empezar a estar más conectados a la madre tierra, sería un mundo más bonito. Lo necesitamos mucho, somos testigos de la vida y muy privilegiados de poder respirar cada momento. Otro sueños sería inspirar y seguir trabajando para llevar una vida un poco más simple y más llena.