Enfundada en un traje de hombros generosos y raya diplomática de Versace, Valentina Zenere (Buenos Aires, 1997) mantiene un duro pulso con el objetivo de la cámara al que termina eclipsando por completo. Una versión centennial de las protagonistas de Armas de Mujer (1988) cuyo magnetismo y seguridad arrolladora permanece inalterable en cada plano de esta sesión fotográfica. Cuesta imaginar que la artista argentina confesara minutos antes –durante la entrevista– que sufre las mismas dudas e inseguridades que cualquier persona de su edad. “Aunque no lo parezca soy muy tímida y me siento insegura en todos los ámbitos de mi vida. Bueno, salvo en el trabajo”, revela antes de ponerse delante de la cámara.
Ni los once millones de seguidores que ‘vigilan’ su vida a través de de Instagram ni el formar parte del fenómeno global que es la serie Élite de Netflix parecen aturdir sus miedos y pasiones, aquellos mismos que la convencieron desde que tuvo uso de razón de que su destino estaba en la actuación. “Sentí que nací para esto. Mis padres tienen vídeos en los que salgo con dos años hablando a la cámara y cantando. Siempre fue así, tuve claro que jamás podría dedicarme a otra cosa”. Hija de una abogada y un contable aficionado a la música, la infancia de Valentina transcurrió entre castings y clases de teatro y comedia musical en Buenos Aires a cargo de Luisa Poppe, su coach profesional a la que se ha mantenido fiel desde entonces.
Ese look de cabello platino y tez dorada que luce en la actualidad encaja a la perfección con el primer trabajo que Zenere consiguió en publicidad, un anuncio para la marca de muñecas Barbie. Su incursión en la televisión vendría unos años después, de la mano de la cazatalentos Cris Morena, una de las productoras más famosas de su país (autora de éxitos internacionales como Rebelde Way). La empresaria argentina le proporcionaría su primer papel en la telenovela Casi ángeles (2010), metiéndose en la piel de una adolescente rebelde y caprichosa en busca de su propia identidad. Tras el paso por otras ficciones, fue con Ámbar Smith –el personaje que encarnaría para la serie Soy Luna (2016)– el gran detonante del fenómeno Zenere por todo el continente americano.
Para esta telenovela juvenil horneada en la factoría de Disney Channel Latinoamérica que alcanzó en un año de vida los 44 millones de espectadores (y más de 420 millones de visitas en YouTube) la actriz desempeñó su primer rol de villana, reconocido con varios galardones en los Kids’ Choice Awards latinos. «Recuerdo que al principio todos me decían ‘prepárate, porque los niños te van a odiar, no saben diferenciar la ficción de la realidad…». Pero resultó todo lo contrario, han empatizado mucho con el personaje y han hecho incluso que ganara premios como su villana favorita. Me siento cómoda haciendo de mala malísima, me encantaría incluso algún día tener un papel de mafiosa”, confiesa entre risas.
El salto a Europa llegaría unos meses antes de estallar la pandemia, de la mano de un proyecto profesional que no pudo materializarse, pero que allanó el camino a su primera experiencia en la factoría Netflix, para el elenco de la última temporada de Las chicas del cable. “Trabajar en España me motivaba mucho, estaba acostumbrada al ritmo de Disney que es siempre muy parecido. Me seducía la idea de hacer algo distinto, de rodar en otros sets y con actores españoles”.
La fama mundial y el colapso en redes sociales estallaría definitivamente con su papel de Isadora Artiñán, otra ‘villana’ que aterrizó en el colegio de Las Encinas para la temporada cinco de Élite, la quinta serie en habla no inglesa más vista de la plataforma durante 2022. Una superviviente nata que crece en complejidad y empatía durante las siguiente temporadas y con la que Zenere confiesa no identificarse “aunque nos parecemos en la relación que ambas tenemos con nuestros amigos. Al igual que Isadora, soy un poco ‘oso’ con las personas que amo, soy la primera en estar ahí y he puesto bastante de esa energía en el personaje”. Algo en lo que difiere por completo, recalca, es en el talante machista de este personaje que siente plena admiración por un padre al que identifica con el poder mientras rechaza a su madre por considerarla débil. “Yo soy todo lo contrario. Me encantan las mujeres, creo que tenemos una fuerza enorme que a veces desconocemos. Cuando se rompe la competitividad que nos han impuesto, celebramos los éxitos de las compañeras y nos unimos, somos invencibles. Esa unión femenina es algo que nos inculcó mi madre a mi hermana y a mí desde pequeñas”.
A la hora de indagar en la fórmula del éxito con la que ha conseguido llegar a sus 26 años a lo más alto de la ficción televisiva, esa seguridad innata aflora de nuevo: “Perseverancia, amor en todo lo que hago y mucha paciencia”. Sin miedo a encasillarse como ‘chica Netflix’ –“antes fue chica Disney y quizás pueda ser en un futuro chica Almodóvar”–, confiesa en alusión al manchego que es su director favorito. Revela también que lo más duro de su trabajo es la incertidumbre que acompaña a la carrera de cualquier actor. “Existe un miedo general al vacío como consecuencia de lo inestable que puede llegar a ser esta profesión. Un día puede estar en la cima y al día siguiente se olvidan de ti… Pero al final te acostumbras, no me angustio pensando en ello”.
A pesar de tener claro que su vida profesional transcurrirá siempre delante de una cámara, la música es otro ámbito en el que comienza a hacerse fuerte. Cantar para la banda sonora de Soy Luna o en las giras en directo que acompañaron a esta serie en 2018 abrieron un nuevo campo de exploración creativa para la argentina, que el pasado mes de junio lanzó su primer sencillo Cero Coma donde ha compuesto música y letra. “Siempre canté desde muy de pequeña pero el experimentar de cerca lo que era un ensayo o estar de gira con la serie hizo que sintiera ganas de hacer algo mío, de encontrar mi propio camino en la música”. Sin un álbum de debut aún confirmado, pero tampoco descartado, nombra a Amy Winehouse y will.i.am, rapero y vocalista del grupo Black Eyed Peas, como sus grandes referentes del sector. “Y Rosalía, que es lo mejor que hay ahora mismo”.
Con el corazón divido a ambos lados del océano confiesa que de momento será España, donde vive junto a su perro Tango y su novio Jordi Pujol Lladó (hijo del empresario Jordi Pujol y la diseñadora de interiores María Lladó), su residencia por tiempo indefinido, aunque no descarta moverse a cualquier parte del mundo si el trabajo lo exige, Hollywood incluido. Algo parecido a lo que le sucedió a Ana de Armas, a quien Zenere cita como un ejemplo profesional a seguir. Con la actriz cubana guarda cierto paralelismo: ambas llegaron a nuestro país desde el continente americano, encarnaron sus primeros papeles en la adolescencia y han alcanzado el estrellato mundial en una ficción estudiantil. “Pienso mucho en Ana de Armas porque mi sueño es un poco parecido a lo que está viviendo ahora mismo. Se fue a EE UU sin hablar inglés, a estudiar y buscarse un poco la vida, y ahora esta nominada al Oscar a mejor actriz por Blonde…”.
Si Meryl Streep encarna la perfección en su profesión –“con lograr solo una cuarta parte de lo que ella me daría por satisfecha”– para Zenere el éxito verdadero es una consecuencia de poder dedicarse cada día a lo que más le gusta. “No es que me falte ambición pero el éxito de verdad es eso, tener presente tus sueños y luchar por ello. Es lo que me hace feliz, en eso me siento exitosa”.
Desconocedora de la fortuna que amasa hoy en día y que gestiona su padre desde pequeña, su fuerte tirón mediático ha dado lugar a otra vía lucrativa de negocio a través de colaboraciones con marcas de moda, joyas o cosméticos en redes sociales, aunque tiene claro que nunca publicitaría algo en lo que no creyese, “intento ser lo más genuina y fiel posible”. Confiesa que gestiona su cuenta de Instagram junto a su representante, pasa el tiempo justo en redes sociales y solo aprecia las críticas si son constructivas. “No me googleo. Los comentarios negativos de gente hacia mi persona que no me conoce en la intimidad es algo que no entiendo. No se debe juzgar nunca a nadie, pero menos aún detrás de una pantalla”.
Inmersa aún en el rodaje de la temporada siete de Élite y mientras termina de perfilar su debut musical, la vida de Zenere transcurre como la de cualquier persona de su edad. “Me encanta estar con mi perro, darme pequeños caprichos como un bolso o planear un viaje, y desconectar en la finca que mi novio tiene en Extremadura. En el campo estoy feliz, duermo como un bebé y desconecto”. Quizá la verdadera receta del éxito sea eso.