«Me veo súper mayor», exclama Mónica Morán (León, 2000) vestida con americana y pantalones con pinzas. «Se me ven ojos de huevo», apunta con humor. Está acostumbrada a verse con el pelo suelto, en lugar de llevarlo todo relamido. «De hacer cosas yo sola en mi casa a estar aquí es un contraste muy fuerte», y recalca, «no soy celebrity«.
Ella forma parte de la marabunta creada por el fenómeno de las redes sociales, a esos que llamamos influencers. En este universo digital se encumbra como una de las tiktoker de referencia en España con casi ocho millones de seguidores. Morán junto a otros jóvenes, como las gemelas Aitana y Paula Etxeberria (16.8 millones de seguidores), Jordi Puig (19.8 millones) o Lucía Bellido (ocho millones), están en la mira de marcas que quieren colaborar e identificarse con estas promesas meteóricas para llegar a un público, mayoritariamente, centennials.
«Estaba un poco perdida, me quedaba un año para terminar bachiller y no sabía qué iba a hacer con mi vida. Pero encontré esto«. Con 17 años se abrió un perfil en la aplicación de musical.ly, pero recalca que la pilló «de refilón». Al mes había alcanzado los 100 mil seguidores y al año tenía más de un millón en su cuenta @monismurf («Lo de pitufo es porque soy muy bajita»).
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A finales de 2017 TikTok adquirió esta aplicación y un año más tarde se fusionó con esta para mantener los datos y los usuarios de Musical. ly. En 2020, TikTok se descargó unas 315 millones de veces en el mundo, convirtiéndose en la número uno, dejando atrás a otras como Instagram y WhatsApp. En España tiene cerca de nueve millones de usuarios activos, de los que una tercera parte son mujeres, según Bloomberg.
Con 21 años ¿cómo aceptas el hacerte mayor?
MM: Cuando echas la vista hacia atrás, al dejar todo guardado y documentado, cambia la percepción que tienes de ti mismo. Lo que pasa es que mis seguidores crecen conmigo. Es guay, porque me voy reinventando con las nuevas generaciones.
¿Cómo reaccionaron tus padres cuando les dijiste que no ibas a entrar en la universidad?
MM: Fue lo que menos les importó. Un día llegué y les dije: «Me mudo a Madrid». No estaban muy de acuerdo que me lanzara a una ciudad tan grande. Solo me dijeron que acabara el bachiller. Siento que se puede llegar al mismo lugar con estudios o sin ellos. Está muy bien formarse, a mí me gustaría hacer algo relacionado con el marketing por profesionalizarme. Pero no es excesivamente necesario. Muchas veces nos intentan meter en la cabeza que sin eso no seremos nada, y no estoy de acuerdo. Una persona se hace a sí misma y la experiencia hace mucho más que un libro (Cabe mencionar que Morán ha publicado dos libros: Diario de una muser y Detrás de todo. Lo que ningún influencer cuenta, ambos de Destino).
NO HE TENIDO DISCUSIONES CON MARCAS, PERO ME HA SENTADO
MAL QUE ME EXIJAN UN CAMINO YA MARCADO. REALMENTE MI PROCESO CREATIVO ES ELEGIR LA MARCA CON LA QUE ME SIENTA CÓMODA TRABAJANDO O ME REPRESENTE
¿Cuál es tu proceso creativo al colaborar con una marca?
MM: La magia es que no tengo una forma de hacerlo. No he tenido discusiones con marcas, pero me ha sentado mal que me exijan un proceso ya marcado —Entonces no me contrates a mí, porque yo hago las cosas así—. Realmente mi proceso creativo es elegir la marca con la que me siento cómoda trabajando o me represente.
¿Cuentas con un equipo?
MM: Estoy en la agencia Youplanet, donde se encuentran un montón de talentos como yo. Esto me favorece a nivel de trabajo, porque nos retroalimentamos. A nivel de equipo tenemos a una persona que se encarga de vigilar que todo lo subamos bien, de que no hagamos nada fuera de lugar. Me siento protegida, acogida, porque si dices algo que se pueda malinterpretar, todo se viene abajo. Tener personas que están detrás y están ahí para ti se agradece mucho.
¿Cómo te mantienes ante la presión y la responsabilidad que conlleva este trabajo?
MM: Con 17 años estaba en un momento en el que ni yo me entendía a mí misma. Intenté meditar, pero no me funcionó. Al final decidí ir al psicólogo. Se lo recomiendo a todo el mundo; no tienes que esperar a explotar. Tenía mucho peso sobre los hombros a una edad muy temprana y me obsesionaba con controlar todo y eso pasa factura. Socialmente también, porque al ser adolescente viví ese choque de amigos que solo querían algo de mí. Vivir esas situaciones y no fiarte de la gente, hace que te afecte porque eres muy pequeño para entenderlo. Parece muy contradictorio, tener millones de seguidores y no fiarte de la gente. Piensa que tengo un montón de amigos y es lo contrario. Es muy difícil verte rodeada de gente, pero sentirte sola. Es muy complejo de asimilar. Porque una vez que alguien te traiciona, te lo esperas de todo el mundo.
¿Por qué pensar en dónde te ves en 20 años es ponerte límites?
MM: Hace que te enfoques en llegar a un sitio, pero igual puedes llegar a más. Este mundo me lo hubiera perdido, si hubiera estado enfocada en hacer el bachiller nada más. Imaginar que me pude haber perdido todo esto, me hace pensar que no tengo que ponerme una meta. Porque a la meta que quiero llegar no la conozco, todavía.
¿Facebook?
MM: Facebook (se ríe). Ya no se utiliza.