No lo parece, pero, en realidad, ya han pasado cuatro años desde que Maria Arnal (Badalona, 1987) y Marcel Bagés (Lleida, 1980) se dieron a conocer con su primer álbum.
De título extraño, 45 cerebros y 1 corazón, que hacía referencia a los restos humanos encontrados en una fosa común del franquismo situada en el monte burgalés de La Pedraja. El disco logró, sin embargo, triunfar en 2018 en la décima edición de los premios MIN de la música independiente española, al resultar ganadores en cuatro categorías: mejor álbum, mejor álbum pop, artista emergente y canción (por Tú que vienes a rondarme).
Omnipresentes desde entonces en infinidad de festivales, salvo el año del confinamiento, el tiempo parecía, al mismo tiempo, detenerse y expandirse, dando oportunidad a que nuevos públicos fueran atraídos por su fuerza gravitacional. Antes de que se anunciaran sus dos conciertos del pasado mes de marzo en los Teatros del Canal de Madrid, las entradas se habían agotado en 24 horas. Lo que parecía en su momento un experimento de incierto futuro –su búsqueda de un modo de traer al mundo actual la sonoridad folk de la canción popular más atávica– se ha asentado plenamente, y el dúo se ha atrevido a publicar un segundo álbum, Clamor, en el que se aventura a desarrollar un cambio de rumbo estilístico nada habitual entre sus colegas de profesión. Tal vez sea porque estamos hablando de música entendida como arte, no como pasatiempo.
Perdón por no saberlo: ¿cómo se conocieron?
Maria Arnal: Yo había estudiado Literatura y Traducción y después estudié un año de Antropología; luego descubrí los archivos del musicólogo Alan Lomax, que recorrió España en los años cincuenta, grabando canciones populares por los pueblos. Me había apuntado a un curso de canto en el Centre Cívic de la Barceloneta y quise profundizar en la idea de los archivos y la antropomusicología. ¿Sabes que se ha descubierto la relación entre las pinturas rupestres y la sonoridad de las cuevas? Aquellos puntos en los que hay más resonancia es donde se concentran las pinturas rupestres y no parece que fuera por casualidad.
“Las pinturas rupestres se concentran en los puntos de las cuevas donde la resonancia es mayor: no parece casualidad”
Un amigo, Marc Sempere, fue quien nos presentó, porque pensó que nuestros proyectos podrían coincidir y, efectivamente, desde el primer momento hubo afinidad musical entre nosotros. Cuando me salieron los primeros conciertos eran todos gratuitos, pero yo le pagaba a Marcel: le decía que eran cobrando, pero la realidad es que no quería que abandonara el proyecto y, al menos los tres primeros conciertos le di su parte como si nos hubieran pagado.
Si bien la pata literaria es responsabilidad de Maria, la musical es suya, Marcel. ¿Cuáles son sus puntos de partida? ¿Coincidía con Maria en su interés por la etnomusicología?
Marcel Bagés: Había estudiado Ingeniería de Telecomunicaciones, pero lo abandoné de un día para otro. Tengo dos hermanos muy metidos en el campo de la música electroacústica y el jazz. Uno mayor, Joan, que es pianista y compositor y profesor en el Taller de Músics (y que colabora en el disco, al frente del Morphosis Ensemble electroacústico en Tras de ti) y otro menor, Genís, licenciado en jazz por la ESMUC. También estudié música en el conservatorio y me interesé en el jazz, pero terminé embarcado en un proyecto relacionado con la jota en el pueblo en el que me crié, Flix, en Tarragona, porque en esa zona se bailan jotas, no sardanas, y entonces es cuando entré en contacto con Maria.
Lo cierto es que si bien ‘45 cerebros y 1 corazón’ tira más de sonoridades acústicas y ese poso folk, ‘Clamor’ se vuelca más en sonidos electrónicos. Imagino que influye que han pasado cuatro años entre un disco y otro…
MA: Hay evolución, pero no ruptura. De hecho, el punto de partida de Clamor es una versión del Cant de la Sibilla, un drama litúrgico medieval de melodía gregoriana, y partimos inicialmente de la versión realizada por Maria del Mar Bonet. Pero nosotros la transformamos con la ayuda de la artista estadounidense Holly Herndon, que trabaja en el campo de la voz y la inteligencia artificial. Le pasamos nuestra maqueta y ella se decidió por una propuesta muy relacionada con nosotros, porque quiso grabarlo en el campo, rodeados de cabras, con el sonido de sus cencerros y otros sonidos naturales modificados electrónicamente. Al escuchar más versiones del Cant de la Sibil la descubrimos lo que habían hecho Jordi Savall y Montserrat Figueras e incorporamos también a [el dúo barcelonés] Tarta Relena para que colaborara en la canción y, finalmente, en el concepto musical de los directos que hemos realizado en Madrid.
MB: La electrónica sí se ha colado en el disco. De hecho, si no hubiera sido por la pandemia, se habría presentado el verano pasado en el Sónar… En Meteorit ferit está el sonido de un meteorito entrando en la atmósfera. Fiera de mí es uno de los temas más rítmicos que hemos hecho nunca…
MA: No queríamos que el segundo disco fuera de guitarra y voz. La voz se ha multiplicado en coros y hemos realizado un gran trabajo de beats y programaciones con David Soler.
Otra de las colaboraciones espectaculares con que cuentan en el disco es la de Kronos Quartet, una de las formaciones especializadas en clásica contemporánea de más prestigio internacional. ¿Cómo surgió su participación?
MA: Es muy curiosa la historia porque cuando el Kronos Quartet actuó en el festival Grec de Barcelona preguntaron por alguna voz que pudiera participar en el concierto, en una pieza de homenaje a Pete Seeger, en el centenario de su nacimiento, y alguien del Grec les habló de mí… No me lo podía creer.
En los ensayos se creó muy buen ambiente entre nosotros y dijeron que querían que la grabación de Jarama Valley y Anda jaleo, las canciones que cantaba con ellos, figuraran en el disco que iban a sacar después, Long Time Passing. Y no me corté. Les pedí que, en contraprestación, colaboraran en nuestro disco y dijeron que sí.
Lo malo ha sido la pandemia: su parte la íbamos a haber grabado juntos en San Francisco el año pasado, pero al final nos tuvieron que mandar por correo electrónico los archivos con sus interpretaciones. Iban a participar en dos temas, Jaque y Alborada y, al final, se ha quedado en una… y media.
Su música no es difícil, pero, aunque tiene repercusión, no es la que consiguen un C. Tangana o un David Bisbal. ¿Podría estar la diferencia en el debate entre entretenimiento y arte? Si, como decía Freud, “el arte es fruto de la neurosis”… ¿cuáles son las suyas?
MA: En realidad, pienso que deberíamos olvidarnos de la idea del artista sufriente. Es un concepto que ha caducado.