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Espacio Mistral, el nuevo centro de arte y encuentro en Madrid: “La cultura debería ser un derecho universal”

La apertura de un centro cultural siempre es recibida con alegría, especialmente si nace en un barrio, Puerta del Ángel, alejado del centro de Madrid. Espacio Mistral, ideado e impulsado por Andrea Stefanoni y Aaron Lee Cheon, tiene la vocación de aunar en un mismo centro teatro, danza, música y cine. “Queríamos crear un espacio donde el público sienta una comunión casi religiosa con el artista”, aseguran.

 

Fotografía: Victoria Iglesias

Espacio Mistral nace de la mente de dos extraños compañeros de viaje. Ella, Andrea Stefanoni, argentina, gerente durante dos décadas de una de las librerías más bellas del planeta, el Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires, regenta desde 2021 la librería La Mistral en el centro de la capital. Él, Aaron Lee Cheon, violinista de formación y uno de los músicos más jóvenes de la Orquesta y Coro Nacionales de España, dirige la Fundación Arte que Alimenta. Ambos, con grandes dosis de ilusión, trabajo y experiencia, han decidido situar al barrio de Puerta del Ángel en el mapa cultural de Madrid.

¿Cómo surge la idea de crear este espacio cultural?

Andrea Stefanoni: La idea surgió a partir de un encuentro entre dos espacios que ya estaban creados, que es Librería La Mistral y la Fundación Arte que Alimenta. Nos conocimos tomando un café y vimos que teníamos mucho en común, como nuestros gustos teatrales  y las ganas de producir. Y un día dimos con este espacio, que era un trastero, y con todo el trabajo y la ilusión del mundo decidimos que queríamos que se convirtiera en un teatro.

¿Qué aporta cada uno al proyecto, a este Espacio Mistral?

A.S. Los dos somos muy diferentes, por suerte. Yo soy más ansiosa, más de tirarme a la piscina; y Aaron es una persona más pensante, más organizado.

Aaron Lee Cheon: Más allá de que los dos somos artistas, yo llevo muchos años en muchos sectores diferentes, algunos tienen que ver con las artes y otros no. El mundo empresarial me ha ayudado mucho a poder conciliar las artes, por un lado, un mundo más improvisado, más loco a veces, un mundo de crear de noche en soledad; con el trabajo, por otro lado, con lo que yo llamo el excel, pensar fríamente con números, la viabilidad. Ideas tiene todo el mundo, pero llevarlas a cabo, cómo convertir unas oficinas y trasteros en un teatro, son matemáticas. Cuántas butacas tenemos para que esto sea viable, también son matemáticas.

A.S. Lo que no es matemática es que el lugar tenga magia, la emoción, y eso se logra por el trabajo, por la ilusión, y también por el encanto y las ganas que le pongas a lo que haces.

Espacio Mistral lleva pocos días funcionando. ¿Cómo ha sido la recepción del público?

A.S. Está siendo muy lindo. El público siente esa emoción. Hemos tenido actuaciones muy diferentes, desde un homenaje que le hicimos a Yupanqui, otro con Marco Flores, que es uno de los cinco bailaores más importantes de España, un concierto de música de Bach con un violinista, y todo ha funcionado estupendamente. 

¿Es realmente posible hacer negocio con el arte y con la cultura en Madrid?

A.L.C. No es fácil, aquí nadie entra para hacerse rico, eso es cierto. En otras inversiones sabía de antemano que iba a sacar mucha más rentabilidad o beneficio. Aquí, convertir en números la emoción, la conexión con la gente, con el barrio, es una cosa muy difícil. Y muy subjetiva. No es solo una cuestión de publicidad y marketing.

Para mí una palabra clave es emoción y conectar, saber conectar con la gente que te rodea. Que estemos en un barrio de las afueras de Madrid, que hasta hace dos días era un barrio muy obrero, abrir un lugar que no es solo un espacio cultural, sino un lugar de comunidad, es algo muy positivo. La gente siente que puede hablar con el que se sienta al lado. Yo creo que la gente lo echa de menos, ya está un poco harta de verlo a través de Reels o en TikTok y realmente necesita tocarlo y presenciarlo.

Fotografía: Victoria Iglesias

¿Fue una decisión premeditada crear Espacio Mistral en este barrio?

A.S. Fue casualidad, pero después se unió con otra casualidad. Los padres de Aaron tienen una escuela de música muy cerquita, que lleva muchísimos años.

A.L.C. A dos calles de aquí, llevan 40 años con la escuela de música y danza ARS, que significa arte en latín. Ya es casi un bastión cultural y educativo del barrio. Y es de los pocos negocios que siguen en pie, con toda la evolución que ha vivido este barrio, que era una zona deprimida y ahora es una de las zonas más cotizadas de Madrid.

Hemos venido a un barrio donde hay de todo: gente que se ha visto expulsada del centro por los precios de la vivienda, gente que lleva toda la vida aquí, ya varias generaciones, como yo, que he crecido en este barrio también. Gente que nunca ha ido a un teatro y los que son muy culturetas…

¿Qué ideas tenían en la cabeza cuando decidieron que querían abrir este espacio?

A.S. En principio, hacer teatro y música clásica. Después se sumaron otras disciplinas como el cine, entrevistas y encuentros en vivo con directores de cine, escritores… Vamos a tener un ciclo de cine a cargo de Martin Busser, un productor argentino que ya tiene mucha experiencia en festivales.

A.L.C. Y luego se unió la danza también. No hay ningún teatro así, donde la visibilidad sea plena en todos los lugares y donde el artista no quede a muchos metros de distancia. Así que se crea una comunión casi religiosa con el artista.

A.S. Las butacas que ves, que son antiguas y son hermosas, las recuperamos de un cine que cerró en Soria. Y también nos encanta eso de poder dar una segunda oportunidad. Para mí es romántico. Si te pones a pensar en todas las personas que alguna vez estuvieron sentadas viendo películas con sus familias, con sus novios. Es lindo eso también.

Andrea ha sido gerente de una de las librerías más bonitas y emblemáticas del mundo, el Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires. Ahora, asentada en España, supongo que es una responsabilidad.

A.S. Sí, es una responsabilidad, pero no es un peso. Porque fueron 20 años hermosos en los que aprendí muchísimo. Esa librería me ha dado mucho. Aprendí a armar equipos de trabajo, piensa que eran 70 personas allá. Un día recibías a Charly García, que es un rockero argentino, y al otro día recibías a Emmanuel Macron. Y es una responsabilidad, porque cuando vine acá a abrir la librería La Mistral todos esperaban algo de mí. Y la gente me recibió de una manera tan linda que fue imposible que saliera mal. Es imposible.

¿Cómo ven el estado de salud del sector cultural en Madrid?

A.L.C. Creciente y cada vez más en auge. Los números no mienten. Pero yo no veo una competición feroz contra los demás. Creo que podemos aportar desde Espacio Ministral un punto de vista de cómo entendemos el arte y la cultura muy particular, que se ha ido diluyendo con el tiempo, con el ajetreo, con el mercado, con la velocidad de tener que programar 20.000 cosas al año, sin importar el qué mientras se llene. Y eso para mí es una filosofía contraria a lo que quiero hacer aquí.

Nosotros queremos aportar un sello distintivo. Desde que entras ya ves esa pared maravillosa, roja, que parece una alfombra tejida a mano. Es el mismo color pantone de las corralas de Madrid y es un homenaje que le hacemos a los barrios de Madrid. Y esto es nuestra mayor declaración de gratitud y amor a la ciudad.

A.S. Yo no sé si estoy preparada para evaluar el estado de salud del mundo del teatro de Madrid, de la cultura, ni siquiera de los libros. Pero siempre voy a apoyar la idea de empezar con la cultura desde la niñez. La posibilidad de que un chiquito de 7 años pueda escuchar música clásica adaptada para ellos, me parece un disparador importantísimo. A mí nunca me llevaron a ver música clásica de esa edad. Podemos soñar que algún día la cultura sea tan valorada y se le dé tanta importancia como para que esté protegida como un derecho universal y básico.