Estírate: dale los buenos días a tus músculos, han dormido tanto que han olvidado lo que era moverse.
Desayuna proteína en lugar de lácteos, harán trabajar a tu cuerpo más duro. Un buen ejemplo sería revuelto de huevos o atún.
Comienza tu mañana la noche de antes. Así puedes preparar tu atuendo y organizar tus papeles, para que la rutina matinal se haga más llevadera.
Deja que la luz entre, tu habitación debe ventilarse. Como si de unos murciélagos se tratase, mucha gente evita que el día entre en su “cueva”, lo que acaba dilatando y entorpeciendo su mañana.
Un poco de ejercicio no hace daño a nadie. Tras estirar y desayunar, prueba a lanzarte a la calle. Con hacer algo de running durante 15 minutos ya habrás despertado tu metabolismo perfectamente.
No dilates el momento de salir de la cama: atrasar la alarma y hacer que suene cada diez minutos solo hará que tu ritmo corporal se altere más de la cuenta, al mismo tiempo que no descansa.
Despierta con un sonido agradable, evita las alarmas incómodas que más que levantarte te tiran de la cama. Tus nervios lo agradecerán.
Otro ritual imprescindible es el de tomar agua. Haz que tu cuerpo regule sus líquidos y toma al menos un par de vasos antes de lanzarte a la guerra de las mil gestiones.
La actitud es lo que cuenta: una mente positiva y decidida hará que los problemas sean menos tediosos. Prueba a sonreír y mirar el lado bueno. ¿Mejor, cierto?
Por último, ayúdate de las tecnologías para completar tu rutina bien temprano. Recetas para desayuno, app’s que mejoran tu experiencia deportiva o un despertador suave son algunas de las opciones.