Andreu Buenafuente ha charlado con Tapas Magazine durante el confinamiento. El cómico y presentador ha recibido a nuestros compañeros con un café en la mano, al que daba sorbitos de vez en cuando. Durante la charla incluso se ha permitido echar un cigarrillo, sólo que no nos ha llegado el humo, ni el olor del café y nuestros compañeros de Tapas tampoco han podido darle la mano al llegar ni un abrazo al despedirse; porque él está en su casa y nosotros, no. Pero una videollamada a las 11:00 de la mañana en Fase 1 es lo más parecido a lo que antes considerábamos “un café”.
Estos días Buenafuente ha vuelto a trabajar desde plató y también ha publicado su nuevo libro, Reír es la única salida (HarperCollins), una recopilación de sus diarios más personales ilustrados por él (en una edición muy bonita, por cierto) que puede leerse de muchas maneras, incluso desordenadamente. Estos apuntes en los que el cómico reflexiona sobre su trabajo permiten al lector/espectador traspasar la pantalla para descubrir cómo se cocina un programa diario de televisión, pero sobre todo es una reflexión sobre el oficio de entretener en tiempos extraños.
Pero empezamos por lo que de verdad importa: «Estoy extrañamente bien», confiesa Buenafuente. «A pesar de todo lo que ha sucedido, y a pesar también de que el trabajo se ha intensificado en casa, yo creo que el encierro me ha purgado un poco. Me he quitado de encima muchas capas innecesarias, muchas ansiedades y retos absurdos. Incluso a veces me siento un poco mal de estar un poco bien, pero parece ser que es un sentimiento bastante común. Vaya, que dejar un poco atrás lo innecesario y vivir el presente me ha tranquilizado bastante».
Buen título para un momento como éste. Pero, ¿reír es la única salida?
Me afano en matizar que es un título muy bonito pero no deja de ser una solución poética, aunque tiene un fondo de verdad. Pero luego miras la realidad y te dices: a ver, la salida aquí es la sanidad pública, la responsabilidad social y ciudadana… Hay cosas muy potentes: que no parezca ahora que sale un tipo y dice: «Si te ríes todo va a ir bien». Yo me quedo con lo inspirador. Más que la risa, lo que nos saca de todo es tener una actitud positiva. La risa sería como la rúbrica.
Aunque has publicado ya varios libros, éste es el más personal, un ejercicio más íntimo. Te hemos visto el culo en los Goya, pero aquí te desnudas de otra manera. ¿Cuando uno escribe en esos términos, cuál es el límite?
Pues nunca lo sabes. El límite lo vas poniendo en función de tu momento vital y de lo que quieres contar. Y sobre mostrarte o desnudarte… a mi edad yo creo que tampoco puedo ir con mucha impostura. Éste era un proyecto en el que o contaba una verdad o no tenía mucho sentido, si no quedaba muy cosmético y sin profundidad. Aun así siempre dejas una capa que no muestras, pero ya no quedan muchas.
¿Lo has escrito para ti o para los demás?
Yo había escrito muchos diarios cuando era más joven, también vinculados a la profesión. Al final todo esto corresponde a la sensación de estar viviendo algo excepcional. Mis amigos me dicen que a veces soy un poco ñoño, pero a mí me gusta destacar una cierta épica cotidiana que todos llevamos, y no dar por sentado cosas que son excepcionales. Yo, por mi profesión, estoy en contacto con un mundo de comedia, de espectáculo, público o invitados. Y todo eso lo das por hecho, pero de vez en cuando me digo, «bueno, esto es muy importante, ¿no?». Estás como robando sabiduría, disfrutando de unos minutos con gente que la mayoría de los comunes no va a poder tener nunca cerca. Todo eso me empujó a escribirlo, a apuntarlo, en parte para no olvidarlo.
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