En esta finca Viña Lanciano, encajada en un antiguo lecho del Ebro, las cepas viejas de Tempranillo, Mazuelo y Graciano se ven obligadas a hundir profundo sus raíces para poder sobrevivir, un esfuerzo que dota a las uvas, y con ello al vino, de ese carácter tan singular y especial.
El resultado es un tinto refinado para las mejores ocasiones, con fruta roja y negra en nariz, junto a toques especiados y dulces. En boca entra suave, pero con prestancia, dejando un largo y agradable recuerdo. Todo un embajador de excepción, en definitiva, de lo mejor que puede ofrecer la que por algo es una de las bodegas más populares y mejor valoradas de La Rioja.
Respecto a esa imagen renovada que comentábamos, la nueva etiqueta está llena de guiños simbólicos a la historia del Puente romano de Mantible cuyos restos descansan hoy junto al viñedo bajo la atenta mirada del río Ebro y de la majestuosa Sierra de Cantabria.