Arquitecto, dibujante, divulgador del patrimonio cultural y escritor, José María Pérez González, más conocido como Peridis, (Cabezón de Liébana, Cantabria, 1941), es un hombre realmente polifacético y de aguda creatividad.
En su labor como arquitecto, ha proyectado y dirigido la rehabilitación y restauración de monumentos como el monasterio de Santa María La Real, de Aguilar de Campo, entre otros. Pero su sueño era publicar dibujos en un periódico. Gracias a un amigo periodista entró en el diario Informaciones, luego pasó a Cuadernos para el Diálogo y después entró en El País, desde sus inicios. La recopilación de sus tiras en dicho diario, desde 1976 hasta finales de 2011, ha dado como resultado que se publicaran seis libros.
Actualmente colabora en programas de televisión y radio y, además, es autor de diversos novelas como La luz y el misterio de las catedrales’(2012), Una ruina puede ser una esperanza (2017) o Esperando al rey (2014). Ahora regresa con una nueva obra, El corazón con que vivo (Editorial Espasa), con la que ha ganado el Premio Primavera de Novela. Una historia apasionante sobre la fuerza de la dignidad y la necesidad de la reconciliación sincera.
Estuvo uno días hospitalizado en marzo por contraer la Covid-19, ¿cómo se encuentra ahora?
Bien, aunque estoy algo débil de fuerzas y debo recuperar el tono muscular. Todo empezó cuando creí que tenía la típica gripe de todos los años, pero no se me iba, hasta que un día desapareció, pero más tarde me vino otra vez. En esos días ya se estaba propagando el coronavirus y pensé que podría tenerlo, por lo que cuando tuve un poco de fiebre fui a urgencias y después de darme un chute, y dar negativo en la prueba, me mandaron para casa. Pero a los dos días empecé a tener problemas respiratorios, y pensé que iba en serio y que podía ser el ‘bicho’. Fuimos al hospital y al hacerme una radiografía uno de los médicos me comentó que aquello estaba “feo, feo”. Se refería a los pulmones. Así que me ingresaron, me aislaron en una habitación y me pusieron un tratamiento fuerte con muchas pastillas. A los seis días me mandaron para casa, y pronto di negativo hasta por dos veces. Sinceramente, pensé que de ésta no salía, porque yo estoy en zona de riesgo: tengo 78 años, estoy operado del corazón y soy hipertenso. Cuando iba hacia el hospital, dije: “Esta es la última vez que salgo por la puerta”. Pero ha habido suerte. Estando en el hospital pensaba que me iba a morir sin haber hecho una entrevista en Forbes. ¡Esto no puede ser! (Risas).
Es más conocido por sus viñetas en ‘El País’, pero también saca tiempo para escribir novelas. ¿Hay diferencia entre escribir y ser escritor?
Buena pregunta. Escribir, pues escribes cartas, un whatsapp, etc., pero para ser escritor debes dar un salto más, dedicarle mucho tiempo y tratar de publicarlo, claro. Y luego hay otro nivel que es cuando te llaman literato, que ya lo dejo para Vargas Llosa, Javier Marías y gente así. Pero hay algunos que estamos en medio, que disfrutamos escribiendo y contando cosas. Aún recuerdo cuando le dije a mi amigo Jesús Torbado (premio Planeta) que me gustaría escribir una novela, y él me dijo pues “escribe, escribe”. Así que le hice caso. El salto a la literatura o a la escritura es un viaje apasionante que surge de la necesidad de contar cosas. Con la caricatura también cuentas cosas, pero existe otra manera de contarlas, y es meterse en los entresijos de la sociedad.
¿Cómo acaba un arquitecto haciendo caricaturas y viñetas en ‘El País’?
Desde niño ya me gustaban las caricaturas. Cuando tenía 10 u 11 años leía el diario Marca, donde había un caricaturista que se llamaba Cronos, que me impresionaba que pudiera dibujar el carácter y el alma de una persona en unos pocos trazos. Entonces empecé a hacer caricaturas a mis compañeros, a sus padres, a los camareros, y ya no he dejado de hacerlas en toda mi vida. Aunque estudié arquitectura, pensaba que algún día sería caricaturista. Me gustaban mucho Schulz, el dibujante de Carlitos y Snoopy, y Quino, así que pensé en inventar historietas donde los líderes de la política fueran los personajes. Llamé a un amigo periodista y pude meterme en el diario ‘Informaciones’. Cuando salió ‘El País’ me llamaron, y fue como un sueño, porque siempre dije que ese iba a ser mi periódico. Y hasta ahora. Debo decir que me considero un afortunado, porque es muy difícil que se mantenga el medio y que te mantengas tú durante tantos años.
Cada dibujante tiene su propia técnica, ¿cuál es la suya?
Soy un enamorado de la línea, y en este sentido soy modernista, pero también me gusta la historieta y el cómic, aunque con la viñeta cuento historias. Durante muchos años he hecho cuatro viñetas al día, y ahora estoy haciendo una, dos, tres… Aunque hay que renovarse, mi técnica es, fundamentalmente, conseguir el máximo de parecido con el mínimo de rasgos; convertir a los políticos en personajes –Rajoy con la tumbona se convierte en personaje, Carrillo con el agujero o Suárez en la columna–. Hago una caricatura alegórico-simbólica, un poco como la mitología, donde cada dios o héroe tienen un atributo.
En los 44 años que lleva en ‘El País’, ¿cuantas veces has dejado de entregar su trabajo?
Siempre ha salido la tira todos los días salvo la semana que estuve ingresado en el hospital por coronavirus, cuando murió mi hija y durante unas vacaciones que me recomendó un redactor. Fíjese si he sido fiel con los lectores, que hace años me encontraba en Lérida llevando un proyecto –en aquellos tiempos no existía los medios tecnológicos de ahora– y me desplazaba a una gasolinera que estaba en la autopista, a 10 kilómetros de la ciudad, y cuando veía un coche con matrícula de Madrid lo paraba y hablaba con el conductor: “¿Va usted a Madrid? Pues sí. ¿Le importaría dejar este sobre cuando llegué al primer taxista que encuentre, que lo mandará a El País? Pues muy bien”. Había que confiar en la gente, no había otro medio. Ahora, con internet es la leche, salvo cuando se te encabrona el ordenador o no tienes cobertura.
¿Ha habido alguna viñeta que le haya ocasionado algún problema porque al personaje no le haya gustado?
Creo que muy poca gente se ha molestado con mis caricaturas, aunque sé que Aznar y Anguita estaban un poco enfadados. Hace poco hice una de la señora Díaz Ayuso (Comunidad de Madrid) que le ha molestado mucho. Incluso ha habido gente que me ha insultado por Twitter. También se enfadaron mucho en Cataluña con la caricatura del atentado de Barcelona, que yo pensé, como decían los familiares de las víctimas, que en una semana se habrían olvidado de ellos, y efectivamente, no pasaron ni tres días cuando ya no se volvió a hablar del asunto, porque lo que realmente importaba era el procés. Pero también hay veces que, sea como sea el dibujo, algunos políticos me llaman a mí o al periódico para que les envíe el original, porque realmente las caricaturas de El País son una seña de notoriedad.
¿A qué político echa en falta porque ya ha desaparecido de la primera línea de la actualidad?
Pues ahora echo mucho en falta a Rajoy. Le había cogido el truco en la tumbona y le había tomado cariño, porque yo cojo cariño a mis personajes, ¡Eh! No soy malévolo, no me ensaño, no tengo rencor. Pero claro, cada uno reacciona como puede, como es; y si no tiene sentido del humor, reacciona con mala leche. Otros personajes extraordinarios para la caricatura fueron Fraga, Carrillo, Suárez, Felipe González…
Y de los nuevos, ¿a quién le cuesta cogerle más el punto?
A Pedro Sánchez me está costando cogerle el punto, igual que me pasó con Zapatero. También son difíciles algunos jóvenes, como Ignacio Aguado o Díaz Ayuso, que son los que todavía no conoce bien la gente.