Admitir que te pasa algo (si es que te pasa)
¿Pero por qué te empeñas en esconder qué te pasa algo? Los demás no son adivinos, así que deja a un lado el orgullo, la introversión, o lo que sea que te impide contar las cosas a los demás, y si estás agobiado, preocupado o cabreado, dilo y no te molestarán. Tan simple como eso. Te ahorrarás discusiones y malentendidos varios.
Rodearse de gente tranquila (o con paciencia)
Si eres una persona fácilmente irritable, lo mejor es que estés con personas tranquilas que no alimenten tus ganas de pelea y tengan paciencia para aguantar tus brotes de mal humor. Pero cuidado, todo el mundo tiene un límite, tampoco abuses. Piensa que a veces es mejor respirar y esperar a que se te pase que armar la marimorena.
Canalizar la ira con alguna actividad (legal y normal)
Cada persona es un mundo, por lo que las actividades para relajarse también soy muy variopintas. Hay gente a la que le relaja escribir lo que le pasa o hacer deporte, simplemente tienes que buscar una actividad que te mantenga distraído y canalizar tu energía realizándola. Todo el mundo tiene una vía de escape, encentra la tuya.
Tomarse las cosas menos en serio (y reír más)
Hay que aprender a tomarse las cosas menos en serio y, lo más importante, ser capaz de reírse de uno mismo. Si nos tomamos todo con la misma intensidad, lo único que haremos será conseguir estar todo el día enfadados. Y recuerda que todo el mundo tiene fallos, no te tortures cada vez que cometas uno.
Dejar de lado el rencor (odiar es dar demasiada importancia)
Si ya discutiste con una persona en su día, ¿por qué te empeñas en revivirlo? Estancarse en el pasado es un error. Lo único que haces cada vez que sacas a relucir tu rencor es envenenarte y ponerte de mal humor sin necesidad. Céntrate en el presente y sigue adelante con tus cosas. Y recuerda: donde las dan, las toman.