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1. Reconoce exactamente lo que te pasa y lo que necesitas
Es el primer paso: reconocer ante la otra persona (y ante ti mismo) que necesitas que te echen una mano. Enfócate exactamente en el tipo de bache que estás pasando y no te vayas por las ramas. Le harás saber a la otra persona que lo que necesitas no es una ayuda porque sí, sino porque tienes un problema específico y probablemente pasajero.
2. Pide ayuda con humildad y respeto
Por supuesto, siempre hay que hacerlo con la máxima educación y cuidado. Además intenta elegir bien a la persona según el ámbito en el que necesites que te echen una mano. Lo mejor es que sean personas de confianza, con cierto trato habitual y una relación cordial.
3. Acepta un “no”
No siempre podrán echarnos una mano las personas a las que les pedimos ayuda. No te lo tomes como algo personal o te enfades por eso, porque tu problema seguirá existiendo y además perderás a una persona que aprecias y que, probablemente, hubiese querido ayudarte (si hubiese podido).
4. Sé agradecido y muéstrate dispuesto si te piden ayuda a ti
Qué menos que dar las gracias una y mil veces. Pero sobre todo demuestra tu agradecimiento con tus actos, y correspondiendo siempre a las personas que un día te echaron una mano cuando lo necesitabas. No olvides esa gratitud que sientes ahora con el paso del tiempo.