Carles Sans (Badalona, 1955) es el “guapo de Tricicle”. Así, tal cual. Pero es, también, al que más le gustan las tablas de los escenarios del trío humorístico barcelonés, referente por antonomasia del teatro gestual español. A las pruebas me remito: es el único que, después de los 43 años de trayectoria del grupo y de su decisión de dar por concluida su trayectoria conjunta, ha seguido dando la cara en escena, mientras que sus excompañeros preferían quedarse entre bambalinas, como directores o productores de espectáculos. Sans estrenó a finales de 2021 “¡Por fin solo!”, en el que se muestra con una locuacidad desconocida. El humor sigue presente, pero ahora con un espectáculo que repasa las anécdotas más divertidas de la larga historia del trío, desde antes, incluso, de que Chicho Ibáñez Serrador les descubriese en las catacumbas del teatro alternativo y los lanzase al estrellato catódico masivo en el “Un, dos, tres… responda otra vez” con su legendaria aparición de 1983, en la que interpretaban mímicamente el famoso tema de Julio Iglesias “Soy un truhan, soy un señor”. El espectáculo, de gira permanente, vuelve a Madrid a finales de noviembre, permaneciendo en cartel hasta el 6 de enero en el Teatro Bellas Artes.
Viene de ofrecer “¡Por fin sólo!” en Sevilla y este noviembre vuelve a Madrid, donde ya estuvo en 2022 con el espectáculo.
Sí, ya estuve en Madrid, agotando localidades. Pero me propusieron volver y estaré desde el 27 de noviembre hasta el 6 de enero en el teatro Bellas Artes, todas las navidades.
“¡Por fin solo!” se basa en anécdotas de Tricicle. ¿Cuenta ahora anécdotas nuevas?
No. Cuando Tricicle decidió acabar su trayectoria, después de casi 43 años, me planteé si yo realmente quería retirarme profesionalmente de este oficio que tantísimo me gusta, y pensé que tenía que hacer un proyecto más personal y que, lógicamente, tenía que ser algo distinto. No podía hacer lo mismo que con Tricicle, lo que hubiese sido un error. No me quedaba otra que ponerse a hablar sin parar, que es lo que hago con “¡Por fin solo!”. Y ¿de qué hablo? Pues de las anécdotas acumuladas a lo largo de todos estos años de profesión. Anécdotas profesionales y también personales, todas muy divertidas y muy locas, y todas reales. No me invento nada, son historias vividas realmente y contadas de una manera que el público de Tricicle reconocerá en su gestualidad. El éxito del espectáculo estriba tanto en lo que se cuenta como en el modo en que lo cuento.
¿Pero el espectáculo es exactamente igual o ha cambiado alguna anécdota para que el que lo viera hace dos años quiera repetir?
Es el mismo espectáculo, porque funciona como un reloj. Sé perfectamente en qué momento se va a reír el público y cómo lo va a hacer. Está tan medido y milimetrado que añadir o quitar algo lo podría… Hay muy poca improvisación y eso es, además, algo muy característico en mí: cuando actuaba con Tricicle, yo era, quizá, de los tres, el que tenía el espectáculo más medido. Yo tenía en mi cabeza una partitura. Una partitura gestual en vez de musical. Yo era milimétrico. En general, los tres cumplíamos esa norma y si cronometrabas un espectáculo de Tricicle dos días distintos, podía haber una variación de, como mucho, dos minutos, o tres a lo sumo. El humor es una cosa muy precisa, que sabes muy bien en qué momento hay que servir un gag… y cuando lo tienes es fundamental conservarlo y utilizarlo así para que realmente te funcione.
¿Puede contar alguna anécdota con la que se vaya a encontrar la gente o sería como destripar la obra?
No suelo contarlas, pero no sólo por no desvelar la anécdota en sí misma, sino, sobre todo, por como se cuenta, ya que fuera de contexto pierden, porque son desternillantes. Pero puedo contar, por ejemplo, como nos chuparon la oreja en Japón, o como he llegado a protagonizar momentos absolutamente hilarantes en aviones, porque durante tantísimos años he tenido pánico a volar. También hablo mucho de Tricicle, de cómo nos conocimos y cómo nos formamos, y de las situaciones inverosímiles que sucedieron…
¿Se dirige a sí mismo?
No, para eso está José Corbacho. Yo tenía el espectáculo en mi mente, pero necesitaba alguien que viera desde fuera cómo desarrollarlo, y ha sido una colaboración maravillosa porque nos hemos entendido muy bien. Me ha sugerido algunos gags muy divertidos, porque cuando uno está tan metido en su propio proyecto hay cosas que uno no ve. A mi ya me gustaba como plantea Corbacho sus propios monólogos y tiene ese punto canalla que a mí, quizá, me faltaba.
Con su formación actoral, ¿siente, de alguna manera, que ha recuperado su esencia?
Efectivamente, yo era un actor que estudió arte dramático y estaba encaminado al teatro de texto, pero se cruzó en mi vida el proyecto Tricicle y mi vida profesional se volcó en el teatro gestual. Pero cuando Tricicle se propone “bajar la persiana”, era el momento, por así decirlo, de saltar de género y pasar a la palabra, que era algo que me apetecía. ¿Era un riesgo? Sí, pero ha sido un riesgo que ha valido la pena, porque está funcionando tan bien que nunca me hubiera podido imaginar que más allá de Tricicle pudiera haber llegado a tener este éxito. Así que estoy feliz.
Si tuviera que definirse no como “el guapo de Tricicle”, sino en sus cualidades humorísticas o de actor, ¿cómo lo haría?
Yo creo que tengo un sentido del ritmo de la comicidad muy marcado. Tengo esta capacidad de reconocer y llevar a mi terreno el humor y, de hecho, vivo por y para el humor. Estoy todo el día pensando en cualquier cosa en clave de humor. Se puede aprender a ser mejor actor, pero creo que uno ha de partir de la base de las capacidades y posibilidades que se tienen innatas. Y yo creo que las mías han estado siempre en el humor, antes incluso de empezar a estudiar para ser actor.
Cuando formaron Tricicle, ¿cuánto tiempo pensaban que iba a durar?
Nosotros éramos tres amigos que estudiábamos en el Instituto del Teatro de Barcelona y lo que estudiamos en la escuela lo poníamos en práctica en la calle y, poco a poco, empezamos a actuar en algunos locales underground. Nunca pensamos que eso se iba a transformar en una marca y que daríamos la vuelta a medio mundo.
¿En qué calles de Barcelona actuaban? En Madrid, el teatro de calle se suele hacer en El Retiro…
En la plaza del Pi, en el casco antiguo, bastante cercana a la Ramblas. Allí nos poníamos a actuar muchos domingos y la gente hacía corro. Recuerdo que una vez estábamos con un número y oigo a una señora que dice: “¡mira, pobres!; más vale que hagan esto a que roben”. Hay anécdotas muy divertidas.
¿A quién le tendrían que poner la vela más grande, a Chicho Ibáñez Serrador o a Julio Iglesias y el Dúo Dinámico?
Una vela a cada uno. A Chicho, porque tenía esa mirada tan aguda de decir: “¡esto va a funcionar!, esto tengo que llevarlo al programa”. Y a Julio Iglesias y al Dúo Dinámico por componer la canción… Pero, en realidad, el mérito está en nosotros, por haber utilizado esta canción y haberla llevado a nuestro terreno, porque se convirtió en un sketch icónico. Pero me inclinaría más por Chicho.
En “Saben aquell”, la película biográfica sobre Eugenio, se ve que él tuvo sus más y sus menos con Chicho por como quería aparecer en el “Un, dos, tres…”. ¿Tuvieron ustedes que convencerle de algo a Chicho sobre su participación en el programa?
¡Todo lo contrario! Tuvo que convencernos él a nosotros de que sería bueno que saliéramos en su programa. Nosotros no estábamos en absoluto convencidos de participar en un programa tan comercial. Nosotros teníamos esa dignidad malentendida quizá de que éramos “cultura”. Tuvo que convencernos de que nos iban a ver 22 millones de personas, cuando entonces nos venían a ver al teatro cuatro gatos.
Con esa mentalidad, ¿no pensaron en ofrecer algún tipo de becas a artistas alternativos, underground, para reconducirles y que vean que también se puede ser comercial manteniendo las esencias?
Hubo una época en que hicimos un intento de hacer un concurso para alentar o promocionar grupos que trabajaran nuestro género, porque siempre ha habido en España déficit de grupos de teatro gestual. Durante un tiempo realizamos ese concurso para que se presentara gente y ayudarles a producir, pero no tuvo demasiado “tirón”, la verdad. Curiosamente, no hemos creado escuela y, salvo algunos grupos puntuales, en España hay muy poco.
Lo bueno del teatro gestual es se puede representar en todo el mundo. ¿Tuvieron ustedes oportunidad de quedarse en algún sitio y desarrollar una carrera mucho más rentable económicamente?
Sí, hemos estado en Estados Unidos… Llegamos a debutar en Broadway y la idea era que si funcionaba crearíamos dos compañías clónicas, una en la Costa Este y otra en la Costa Oeste. Si eso hubiese funcionado realmente, seguramente nos hubiéramos hecho de oro, porque lo que triunfa allí, revienta.
Pero sí llegamos a tener dos compañías clónicas: una de las compañías giraba por España, por ciudades más pequeñas, porque nosotros solo actuábamos en capitales de provincia, y la otra compañía giraba por el extranjero. Pero vino la crisis del 2008 y las cosas ya cambiaron.
¿Cómo fue la vida comercial de esas dos compañías?
Iban bien, se vendía como lo que era: Tricicle 2 u otros nombres, y funcionaba muy bien, allá donde fueran.
Tengo entendido que también ha trabajado como director teatral, que hizo “Familia”, de Fernando León de Aranoa, y también un cortometraje cinematográfico, “La mañana siguiente”.
He hecho más cortos, cuatro, de los que dos fueron nominados a los Goya. Y hay uno, “Quien mal anda mal acaba”, que ganó el Festival de Cine de Montreal y ganó muchísimos festivales. Tuve esos escarceos en el mundo del cine que ahí se quedaron, Creo que empecé tarde con esto del cine.
Con Tricicle también tuvieron teatro propio…
Teníamos dos teatros, uno era el Teatro Victoria, que se lo vendimos al Mago Pop, y el otro es el teatro Poliorama, que lo tenemos en sociedad con Dagoll Dagom, Anexa y Tricicle. Hay socios que tienen más participación en la gestión diaria, y otros que no. Yo no estoy en el día a día.
Disponer de nuestro propio teatro te da unas ventajas, pero también tienes otros inconvenientes, porque llevar la programación de un teatro y encontrar éxitos continuados es dificilísimo y mantener una estructura de teatro también es complicado y muy caro. No es nada sencillo programar un teatro y poder sufragar lo que significa todo esto. Pero estamos contentos. Y el Mago Pop ha hecho del Victoria un teatro de éxito continuado
Hace como 15 años o un poco más anticipó que el futuro del cine iba a pasar por las redes, por lo digital. ¿Las nuevas generaciones acuden al teatro o lo consideran cosa de mayores?
Siempre ha costado que la gente joven vaya al teatro. Los patios de butacas de los teatros siempre han estado llenos de séniors más que de júniors, pero con el tiempo mucha gente se engancha al teatro. A la gente joven le cuesta, pero con Tricicle nos vanagloriábamos siempre de que teníamos un público precisamente muy variado; conseguíamos que no solamente vinieran los padres, sino también los hijos y los abuelos. Teníamos un abanico de público maravilloso que se reía con lo mismo y eso es muy difícil de conseguir. Porque el teatro hoy en día lo sostiene un público que anda entre los 35 o 40 y los 70.
La gente joven va a directos, de música o de cosas muy especiales, fenómenos televisivos o de redes sociales; por eso creo que el directo no va a desaparecer nunca, afortunadamente, a pesar del streaming. Los que funcionan ahora realmente son los que se han hecho famosos por las redes sociales.
Y tal y como están ahora las televisiones, ¿cómo lo ve para su profesión?
Yo creo que la televisión cada vez va a menos, es así. La televisión no dejará de verse, pero cada vez lo hará menos. Yo acabo de hacer una publicidad para una entidad muy conocida y solamente está haciendo la publicidad para redes. Ya no se está pensando en llevarlas a televisión y eso es un indicativo claro de que las empresas ven que realmente dónde está el grueso de su público es en las redes sociales. Pero nosotros, aunque cumplamos años, no podemos desconectar de lo que se mueve, y menos en mi profesión. Siempre tengo que saber lo que se cuece.
¿Y en qué otros planes anda? No creo que se vaya a contentar con repetir todos los años “¡Por fin solo!”…
No, está claro. A mediados del próximo año tendré que plantearme algo, aunque no tengo nada concreto planeado. He escrito una comedia que me gustaría muchísimo poder producir. Lo que he estado haciendo estos últimos meses, además de llevar “¡Por fin solo!” a otras ciudades, ha sido dirigir a Andreu Buenafuente y a Silvia Abril en “El Tenoriu”, un Don Juan Tenorio de coña, que se estrenará en el Poliorama de Barcelona el 4 de noviembre. En Cataluña había la tradición de representar “El Tenorio” en la fiesta de Todos los Santos. Solían representarla dos actores cómicos muy conocidos en Cataluña, Mary Santpere y Joan Capri, y queremos recuperar esa función del Tenorio desestructurado y cómico, interpretado por Silvia y Andreu, en honor a esos cómicos que tuvieron tanto éxito en Cataluña durante un tiempo. El espectáculo durará unas cuatro semanas y me gustaría repetirlo, como tradición, todos los años en esa misma época.