La leyenda dice que el Jeep debe su nombre a Eugene the Jeep, la simpática mascota amarilla de las tiras cómicas de Popeye el marino, que tenía, entre otros superpoderes, el de atravesar las paredes y caminar por los techos. Supuestamente, los soldados estadounidenses bautizaron Jeep al coche militar que su ejército mandó construir para servir de coche todoterreno en la Segunda Guerra Mundial, por esos mismos poderes sobrenaturales para desenvolverse con soltura en la jungla, en la nieve, en el desierto o donde fuera.
Sabiendo eso, la prueba a la que sometimos al nuevo Jeep Wrangler Rubicon –los nuevos Sport y Sahara también los probamos, pero no por pistas tan extremas– en los bosques alpinos del distrito de Murtal, en el estado austriaco de Estiria, fue la demostración de que Jeep sigue marcando el paso de los auténticos poderes sobrenaturales que se puedan esperar actualmente de un todoterreno de serie moderno.
Como no he participado todavía (no pierdo la esperanza) en el París-Dakar original (o en su versión sudamericana) no puedo comparar las capacidades 4×4 de los nuevos Jeep Wrangler en sus versiones Sahara y Rubicon, con ningún otro vehículo que pueda estar a su altura. Pero puedo afirmar, eso sí, que el Rubicon te permite atreverte con pendientes imposibles, zanjas llenas de agua de un metro de profundidad o los barrizales deslizantes que sólo una caravana de veinte Jeeps pueden crear en apenas media hora, en una zona en la que ha llovido de forma casi ininterrumpida durante semanas. Su reductora 4L lo admite todo. Y cuando digo todo, quiero decir ‘todo’.
Su estética es impresionante. Y es que no hay que olvidar que este Jeep es la máxima expresión de vehículo todoterreno del fabricante, el grupo FCA