El plagio en la música no es nada nuevo. De hecho, lleva existiendo tanto tiempo como la propia industria musical y no sólo está muy extendido, sino que es prácticamente inevitable. Ahora se habla, incluso, de la criptomnesia, un término acuñado por el psicólogo suizo Theodore Flournoy (Ginebra, 1854 – ibid., 1920) que, de acuerdo con el Diario Británico de Psiquiatría, define la existencia de recuerdos ocultos en la conciencia que no experimentan como recuerdos, sino que son percibidas por el individuo como ideas nuevas y originales.
Son muchos los artistas musicales que han sido de un modo u otro acusados de plagio, pero en el mundo de la música quien alega una infracción de los derechos de autor tiene que demostrar un par de cosas. La primera, que el demandado ha escuchado la canción original antes de escribir la suya. La segunda es la similitud sustancial, cuando el oyente medio puede darse cuenta de que una canción ha sido copiada de la otra. Cuantos más elementos tengan en común las dos obras, más probable es que compartan similitudes creativas.
Hace unos días, Miley Cyrus fue demandada por la plataforma de inversión musical Tempo Music Investments por plagio. A su entender, Flowers, el tema con el que se abre ‘Endless Summer Vacation’ –el último álbum hasta la fecha de Miley Cyrus, publicado el pasado verano– y la pieza por la que ganó este año el Grammy más importante, el de ‘Disco del año’, ese una ‘copia intencionada’ de When I Was Your Man, el tema más popular del cantante Bruno Mars, publicado en 2012, cuyos derechos son propiedad, parcialmente, de Tempo Music. Probad a escuchar ambas y sacáis vuestras propias conclusiones, porque, además, se da la casualidad de que tanto la canción de Mars como la de Cyrus suman cada una cifras de reproducción semejantes en Spotify, siendo, en ambos caso, las canciones más populares de ambos artistas: 2.261 millones de reproducciones en el caso del cantante hawaiano y 2.197 millones en el de la que fuera protagonista de la serie de televisión juvenil Hanna Montana.
Una práctica bastante corriente
Miley Cyrus no será la última en ser acusada de plagio, una práctica que puede ocurrir en cualquier ámbito, desde el terreno académico universitario hasta las salas de conciertos, pasando por los discursos políticos o la literatura. Pero es en la música donde se han producido los casos más populares, que han sacudido a estrellas internacionales como Taylor Swift, Bob Dylan, Michael Jackson, Oasis o The Beach Boys. Su resolución se ha saldado con batallas legales, reputaciones dañadas y, en menor medica, con acuerdos económicos millonarios, ya que la mayoría de los casos se resuelven con la ‘devolución’ de la acreditación de los derechos de autor de las canciones al demandante o acuerdos extrajudiciales.
Uno de los más famosos casos de reparación económica sustanciosa tuvo por protagonista al exBeatle George Harrison, que tuvo que afrontar en vida, y con la separación de los Beatles todavía reciente, una demanda que ha sido de las más célebres de la historia de la música estadounidense y por la que se litigó durante varios años. En ella se alegaba que Harrison había plagiado el tema de The Chiffons He’s So Fine en su propia canción My Sweet Lord. El 10 de febrero de 1971, Bright Tunes, la entidad que poseía los derechos de publicación de He’s So Fine, puso en marcha la demanda por plagio y aunque Harrison negó las acusaciones, la disputa legal siguió adelante porque el titular de los derechos se mostró inflexible a la hora de asegurarse el 40% de los ingresos por las cuantiosas ventas de My Sweet Lord (todavía el tema más popular de Harrison en solitario, con cerca de 540 millones de reproducciones en Spotify) como compensación. Pese a las objeciones del músico inglés, finalmente, el tribunal estadounidense le condenó el 19 de febrero de 1981 a pagar 587.000 dólares por daños y perjuicios.
Curiosamente, sus compañeros en los Beatles, Paul McCartney y John Lennon, también se enfrentaron a casos de plagio que se solucionaron en ambos casos con acuerdos extrajudiciales. McCartney fue acusado por apropiarse de la frase “Ob-la-di, ob-la-da / life goes on, brah”, popularizada por Jimmy Scott, un músico nigeriano afincado en Londres y conocido de McCartney. Tras la publicación, en noviembre de 1968, de “Ob-la-di, ob-la-da”, el tema de los Beatles de su ‘álbum blanco’, Scott intentó, sin éxito, que se le reconociera el mérito de la composición. McCartney dijo que la frase era “sólo una expresión” y Scott argumentó que no era una expresión común y que la utilizaba exclusivamente en su familia. La prensa británica se puso de parte de Scott en este asunto y más tarde, en 1969, mientras Scott se encontraba en la prisión de Brixton a la espera de juicio por no pagar la manutención a su ex mujer, Scott envió una petición a los Beatles solicitándoles que pagaran sus gastos legales para poder salir de la cárcel. McCartney accedió a pagar la cantidad con la condición de que Scott abandonara su intento de recibir derechos como coautor.
En el caso de Lennon fue el mismísimo Chuck Berry el que le acusó de plagiar su You Can’t Catch Me, un tema de 1956, en Come Together, una de las canciones del último álbum de los Beatles, ‘Abbey Road’. En 1973 se llegó a un acuerdo extrajudicial y Lennon aceptó compensar a la editorial de Berry publicando con ellos tres de las canciones de su siguiente álbum.
Multireincidentes
El grupo británico de hard rock (todavía no se había llegado a la categoría de heavy metal) Led Zeppelin es uno de los casos más paradigmáticos de multireincidencia en el plagio. Su canción Dazed and Confused, incluida en el primer álbum del cuarteto, derivaba de una canción de Jake Holmes de 1967 del mismo nombre, que ya había sido versionada por Jimmy Page, con otros arreglos, cuando formaba parte de The Yardbirds, y cuando la grabó con Led Zeppelin le cambió la letra. En junio de 2010, Holmes presentó una demanda contra el guitarrista por infracción de derechos de autor en un Tribunal de Distrito de los Estados Unidos, alegando que Page copió a sabiendas su trabajo. El caso fue desestimado sin posibilidad de recurso en enero de 2012 tras una estipulación presentada por ambas partes. Pero en 2012, cuando Led Zeppelin lanzó su álbum en directo Celebration Day, ya se atribuía la canción a “Jimmy Page, inspirado por Jake Holmes”.
En el segundo álbum del grupo, ‘Led Zeppelin II’, publicado en 1969, partes de la canción Bring It On Home eran copias de una grabación de Sonny Boy Williamson de 1963 de una canción del mismo título escrita por Willie Dixon. En el mismo álbum, ‘The Lemon Song’ incluía una adaptación de Killing Floor de Howlin’ Wolf. En 1972, Arc Music, la rama editorial de Chess Records, interpuso una demanda contra Led Zeppelin por infracción de derechos de autor sobre ambas canciones; el caso se resolvió extrajudicialmente por una suma no revelada. También se incluía en ‘Led Zeppelin II’ Whole Lotta Love, uno de sus temas más famosos, cuya letra derivada de la canción de Willie Dixon de 1962 You Need Love. En 1985, Dixon presentó una demanda por infracción de derechos de autor, que acabó en otro acuerdo extrajudicial. Las ediciones posteriores de ‘Led Zeppelin II’ atribuyen a Dixon la autoría de la canción.
Hasta su famosísima Stairway to Heaven, incluida en ‘Led Zeppelin IV’, tiene partes de sus arpegios de guitarra que se asemejan demasiado a Spirit, un tema instrumental de Taurus, una banda estadounidense liderada por Randy California y contemporánea de Led Zeppelin, que la había grabado dos años antes (y que Jimmy Page debía conocer, puesto que los británicos actuaron como teloneros de los americanos en su primera gira por Estados Unidos. Tras una demanda por infracción de derechos de autor y sus posteriores apelaciones, el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito de los Estados Unidos falló de forma definitiva a favor de Led Zeppelin el 9 de marzo de 2020.
Pero, en realidad, la lista de canciones de Led Zeppelin acusadas de plagio es mucho más amplia: el descomunal éxito y fama mundial que durante los años setenta protagonizó Led Zeppelin provocó que todo el que reconociera alguna “nota” suya en un tema del cuarteto británico tratara de sacar partido de su millonario éxito, sabiendo que el crédito de una única canción podría bastar para ganar dinero suficiente para vivir sin problemas el resto de su vida. Ahí figuran piezas como You Shook Me, Black Mountain Side, I Can’t Quit You Baby, How Many More Times, Moby Dick, Since I’ve Been Loving You, Gallows Pole, Bron-Y-Aur Stomp, Hats Off to (Roy) Harper, When the Levee Breaks, Custard Pie, In My Time of Dying, Trampled Under Foot, Boogie with Stu y Nobody’s Fault but Mine, son sospechosas, aunque no en todos los casos se llegó a juicio…
También Madonna y los Stones
Madonna también ha sido demandada en un par de ocasiones (con éxito) por dos de sus canciones más famosas. La primera, por Papa Don’t Preach, de 1986; y la segunda por Erotica, de 1992. Por Papa Don’t Preach, Donna Weiss y Bruce Robert recibieron una compensación económica tras alegar que la canción de la cantante era un plagio de Sugar Don’t Bite, el tema que ellos habían compuesto un año antes para el actor, escritor de novelas y obras de teatro y cantante esporádico, Sam Harris. Cuando se dio la voz de alarma, ambas partes acordaron una tarifa no revelada para resolver cualquier disputa sobre los derechos.
Unos pocos años después, la veterana cantante libanesa Fairuz demandó a Madonna al descubrir que en Erotica la estadounidense había incluido sin su consentimiento la voz de la libanesa cantando un fragmento de su canción Al Yawm Ulliqa Alal Khashaba, publicado treinta años antes, en 1962. El asunto tampoco llegó a los tribunales y se saldó con un acuerdo extrajudicial de unos 2,5 millones de dólares, y la prohibición de comercializar tanto la canción como el álbum homónimo de Madonna en Líbano.
En el caso de los Rolling Stones, en 1997 reconocieron voluntariamente la autoría de la cantautora folk canadiense k.d. Lang y su socio compositor Ben Mink en Anybody Seen My Baby?, el tema incluido en el álbum de los Rolling Stones ‘Bridges to Babylon’. Según relató Keith Richards en su autobiografía Life, “mi hija Angela y una amiga estaban en Redlands [la mansión que Richards posee en West Wittering, en la costa sur de Inglaterra] y yo les puse el disco, pero ellas empezaron a cantar una canción totalmente diferente sobre él. Estaban cantando Constant Craving de k.d. Lang. Fueron Angela y su amiga las que la reconocieron”. Se trataba de una canción de 1992, incluida en su segundo álbum, ‘Ingénue’.
Posteriormente, en 2000, hubo otro caso, aunque no se trataba de plagio, y no se acusaba a Jagger y Richards: un tribunal estadounidense falló en contra de la antigua discográfica de los Rolling Stones, ABKCO Records, al determinar que dos canciones de Robert Johnson grabadas por el grupo, Love in Vain (incluida en ‘Let It Bleed’, de 1969) y Stop Breaking Down (publicada en 1972 en ‘Exile on Main St.’), no eran todavía de “dominio público” cuando se publicaron, ya que las canciones originales se grabaron en 1937 y sus derechos pertenecían a los herederos de Johnson.
Pero los Stones también estuvieron al otro lado de la barrera, como “perjudicados”: el grupo The Verve lanzó su single Bitter Sweet Symphony cuando el manager de los Rolling Stones declaró que se parecía demasiado a The Last Time, un single de los Rolling Stones de 1965. Tras la demanda, The Verve se vio obligado a ceder todos los derechos de autor y los créditos de composición a Jagger-Richards.
Compensación multimillonaria
El caso más llamativo, económicamente hablando, fue el que enfrentó a los herederos del cantante de soul Marvin Gaye con Robin Thicke, Pharrell Williams y el rapero Clifford Joseph Harris Jr, conocido como T.I. o Tip, por Blurred Lines, la canción que da título al álbum de 2013 de Robin Thicke, que contaba con Williams y T.I. como coautores y cointerpretes. La familia del fallecido cantante de soul alegó que la canción tenía un parecido asombroso con el clásico de Gaye de 1977 Got To Give It Up.
La disputa dio lugar a una batalla legal de dos años, en cuyo transcurso Thicke llegó a admitir que estaba ebrio de Vicodin y alcohol cuando se presentó a grabar la canción en el estudio, y que Williams tenía el ritmo y escribió la mayor parte de la canción. El 10 de marzo de 2015, el jurado declaró a Thicke y Williams, pero no a T.I., responsables de infracción de derechos de autor y concedió a la familia de Gaye 7,4 millones de dólares por daños y perjuicios por infracción de derechos de autor y acreditó a Marvin Gaye como compositor de Blurred Lines, que posteriormente, en julio de ese mismo año, tras recurso de los acusados, se rebajó a 5,3 millones de dólares. La lista de casos podría ser infinita y afecta a muchos artistas de renombre, desde Led Zeppelin a Taylor Swift, pasando por Bob Dylan, Michael Jackson, Nirvana, Kendrick Lamar, Dua Lipa, Olivia Rodrigo, Lana del Rey, Oasis o Katy Perry.
Pero para finalizar este breve recorrido por la historia del plagio, recordemos la curiosa reclamación que enfrentó en el otoño de 2011 a la prestigiosa coreógrafa belga (un nombre fundamental de la danza contemporánea, pero poco conocida fuera de los ámbitos de la alta cultura y la vanguardia artística internacional) Anne Teresa de Keersmaeker y la multimillonaria cantante Beyoncé, que en el vídeoclip de su canción Countdown copió descaradamente coreografías incluídas en las piezas Rosas Danst Rosa (un clásico del repertorio de la belga, estrenada en 1983) y Achterland (de 1990): no sólo se trataba de la coreografía textual a lo largo de una parte significativa del video, sino que también el decorado y el vestuario hacían clara referencia a las obras de De Keersmaeker, a la que debieron considerar una pobretona e insignificante bailarina… El caso De Keersmaeker/Beyonce no llegó a los tribunales y también se saldó con un acuerdo extrajudicial, aunque puede considerarse como una oportunidad desaprovechada de haber planteado a los tribunales la diferencia entre alta cultura y simple entretenimiento.