Desde tiempo inmemorial, hombres y mujeres hemos elegido para adornarnos el mineral más resistente que se conoce –el diamante– por su atractivo fulgor. Sin embargo, no todos consiguen que resplandezcamos por igual. Solo los que están tratados con mimo por manos expertas nos hacen destellar con elegancia y distinción. Los orfebres más duchos toman estas piedras preciosas en bruto, las tallan, las pulen y las transforman en vistosas joyas. Hay que atesorar ojos y dedos expertos para realzar todas las propiedades de un diamante, por eso los hay que lucen más que otros. Si bien los atributos naturales de las gemas son relevantes, también lo es el trabajo que el hombre lleva a cabo con ellas.
En España contamos con talentosos artesanos muy formados que saben sacar partido a las mejores materias primas y respetarlas con técnicas tradicionales y modernas. Los de RABAT son un ejemplo de ello. Acompañan a los diamantes en su camino desde que llegan a sus talleres, seleccionando los mejores que se extraen de la tierra e insuflando vida a los diseños que han ideado previamente. Primero evalúan los clásicos estándares de calidad de cada diamante: peso en quilates, corte o talla, color y claridad, que determina el Instituto Gemológico de América (GIA por sus siglas en inglés), la principal autoridad mundial en diamantes, piedras de colores y perlas. En RABAT se guían, además, por el sistema de certificaciones internacional Kimberley, diseñado para evitar que los diamantes conflictivos (los que con su venta financian gue- rras y abusos de derechos humanos) entren en este mercado.
Chispazos de luz
El objetivo de estos artistas es sacar el máximo brillo y belleza de los diamantes para crear pendientes, pulseras, collares y anillos en los que son protagonistas. Demuestran pasión por el oficio y se desempeñan con lupa, bruñidores, martillos y limas, cuidando de que de cada arista surja un chispazo de magia que capture y refleje la luz. En concreto, en RABAT están especializados en las piezas multitalla, que son aquellas creaciones joyeras que engastan diamantes tallados de distintas formas.
La talla es el factor más significativo para el brillo del diamante, y tiene en cuenta tanto su forma como la calidad de las proporciones y del acabado. Está determinada por la simetría y el pulido, y si un diamante no se esculpe bien, se mostrará apagado, aunque tenga la misma claridad, color y peso que otro que luzca espectacular. Tallas hay muchas: está la famosa brillante (redonda, clásica, con hasta 58 facetas triangulares y en forma de rombo); la esmeralda (rectangular, que ofrece destellos sutiles y refinados y parece más grande de lo que es); la princesa (moderna, cuadrada o rectangular, 76 facetas la contemplan); la talla corazón (la más romántica)… También están las tallas baguette, asscher, oval, radiant, cojín, pera o marquesa. De todas ellas se sirven los artesanos de RABAT para imaginar y concebir joyas que cautivan las miradas, que narran historias y que se transmiten de generación a generación. Tallar es todo un arte que requiere de años de preparación, y los diamantistas de esta casa celebran cada día la excelencia y el legado artesanal que define a la marca alumbrando las piezas más icónicas del panorama español.