En una ciudad como Londres, llena de edificios icónicos, puede que uno de los más sorprendentemente emblemáticos sea la vieja central eléctrica de Battersea, situada en la orilla sur del Támesis, en el barrio de Nine Elms. No se encuentra cerca de ninguna zona turística, pero aun así su imponente mole y sus características cuatro altas chimeneas es lo suficientemente atractiva para haberse convertido en uno de los destinos a los que acudir para los visitantes frecuentes de la capital británica.
Battersea era una de las numerosas centrales eléctricas que daban servicio a industrias, fábricas y particulares en Londres, varias de ellas destacables por su arquitectura singular y su emplazamiento estratégico. Una de las primeras en alcanzar el estatus de icono de la ciudad fue la Bankside, frente a la catedral de San Pablo, al otro lado del Támesis, que proporcionó electricidad al sur de Londres entre 1891 y 1981 y que, tras una completa y compleja reforma, es la sede desde 2000 de Tate Modern, uno de los principales museos de arte contemporáneo del mundo.
Sin embargo, la central que más ha calado en el recuerdo de la gente es la de Battersea. Construida por la London Power Company (LPC), se trata de uno de los edificios de ladrillo más grandes del mundo –ya que hemos citado la catedral de San Pablo para hablar de otra central eléctrica, digamos que toda la catedral de San Pablo cabría perfectamente en la enorme sala de calderas de la de Battersea– y destacaba por su original decoración interior Art Déco. La construcción comprende, en realidad, dos centrales eléctricas independientes y casi idénticas, construidas en dos fases, que terminaron formando un solo edificio. La primera central, Battersea A, se construyó entre 1929 y 1935 y la Battersea B, situada al este, entre 1937 y 1955 –su construcción se interrumpió en 1941, debido al recrudecimiento de los efectos de la Segunda Guerra Mundial sobre Londres–. Cuando el edificio se dio por finalizado en 1955 nació la icónica estructura de cuatro chimeneas por la que es conocida actualmente y que se debe a los arquitectos J. Theo Halliday y a Sir Giles Gilbert Scott, este último uno de los más famosos arquitectos y diseñadores industriales británicos, autor también del diseño de las célebres cabinas telefónicas rojas que cubrieron todo el Reino Unido desde 1926 y de la catedral anglicana de Liverpool (y que poco después también se encargaría de la remodelación de la central de Bankside). Juntas, Battersea A y Battersea B, proporcionaban un quinto de la energía eléctrica que se consumía en Londres.
El 17 de marzo de 1975 Battersea A se apagó, después de cuarenta años de servicio, y el segundo dejaría de funcionar el 31 de octubre de 1983, casi treinta años después de su inauguración. Pero desde los años sesenta ya era seña de identidad para los habitantes de Londres y lo sería aún más cuando el grupo de rock sinfónico Pink Floyd, en el momento culmen de su fama, después de la publicación de sus álbumes “The Dark Side of the Moon” (1973) y “Wish You Were Here” (1975), decidió dedicar la portada de su siguiente álbum “Animals” (1977) al edificio. La foto, tomada a principios de diciembre de 1976, muestra la central con un globo rosa hinchable, de nueve metros de largo, inflado con helio y con forma de cerdo, flotando sobre ella. La presentación oficial del álbum se celebró, precisamente, allí, en enero de 1977, y sus ventas, de más de doce millones de copias en todo el mundo, terminaron de difundir el atractivo arquitectónico de la central, que en los años ochenta fue declarado “edificio protegido” por el Gobierno británico.
Del abandono al lujo
Sin embargo, desde que el edificio cayó en desuso pasaron más de treinta años hasta que alguien se decidiera a rescatarlo, no del olvido, sino del abandono: su enorme superficie (17,5 hectáreas) de terreno inutilizado, sin nada alrededor, en un tramo de la ribera del Támesis trufado de fábricas de gas abandonadas, carboneras y fábricas derruidas que antaño producían desde cemento y productos químicos hasta aceite y vinagre, habían convertido el entorno en una especie de desierto. Varios planes de desarrollo fueron surgiendo lustro tras lustro –incluyendo propuestas para un parque temático, un complejo de 32 salas de cine o, incluso, un nuevo estadio para el Chelsea FC, en sustitución del viejo Stamford Bridge, inaugurado en 1877 y situado a unos cuatro kilómetros al oeste de Battersea–, pero todos se frustraban, hasta que en 2012 las empresas malayas S P Setia (del sector inmobiliario) y Sime Darby (un consorcio industrial que opera en varios sectores) ofrecieron un plan para urbanizar el entorno e incluir viviendas, bares, restaurantes, oficinas, tiendas y espacios de ocio. Los planes fueron aprobados y la remodelación comenzó unos años más tarde.
Tras una inversión de 9.000 millones de libras más de diez años de restauración, las puertas de la casi centenaria central eléctrica clausurada se abrieron al público en octubre de 2022.
El espacio se ha transformado en un ostentoso centro comercial con 250 tiendas y restaurantes, un cine y una pista de patinaje sobre hielo, además de pisos de lujo y oficinas, que ocupan no sólo el antiguo edificio de la central, sino los alrededores, también urbanizados. Pese a sus nuevos usos, en el edificio que albergaba, propiamente dicho, la central sí se tiene la sensación de estar dentro de ese pedazo de historia casi centenaria, con el ladrillo visto y restos de maquinaria empleados como elementos decorativos. Por ejemplo, las vigas remachadas existentes se han convertido en el mostrador de conserjería de los edificios de viviendas.
Switch House West y Switch House East
La reforma del imponente edificio fue encargada al estudio de arquitectura WilkinsonEyre, que ha mantenido los elementos más característicos de la obra maestra de Sir Giles Gilbert Scott: las cuatro chimeneas, el contorno de ladrillo macizo y las salas de turbinas.
Para mantener la sensación de escala de la central eléctrica ha sido clave mantener los huecos a toda altura detrás de las entradas sur y norte, además de un vasto atrio central y las salas de turbinas, ricas en elementos patrimoniales, que se han convertido en galerías comerciales. Otro de los grandes atractivos del edificio es el ascensor acristalado, abierto al público, que lleva a los visitantes hasta lo alto de la chimenea noroeste del edificio, de 50 metros de altura. Con capacidad para 30 pasajeros, emerge hasta 109 m de altura sobre el suelo para ofrecer vistas de 360° sobre la ciudad.
El 90% de la promoción se vendió antes de su reapertura, a unos precios que oscilaban entre las 865.000 £ de un estudio y los 9,1 millones de libras esterlinas del ático de 558 m², con cuatro dormitorios y cuatro baños (y zona de alojamiento para el servicio), situado en la azotea Boiler House, enmarcando una plaza ajardinada abierta, sobre la base de la chimenea noreste de la estación, por encima de la Sala de Calderas y las Salas de Turbinas. Su propietario podrá sentarse en el jardín interior de la azotea, entre dos de las famosas chimeneas blancas de la central, y disfrutar de las espectaculares vistas de 360° de Londres.
Coincidiendo con la estructura de la central eléctrica, formada por dos edificios independientes, construidos en épocas distintas, las viviendas de Battersea forman dos edificios separados: Switch House West y Switch House East, situados a ambos lados de la central. El primero se encuentra en la antigua estación A, y sus interiores lo reflejan: se inspiran en la elegancia de los años 30, con suelos oscuros en espiga y azulejos vidriados. Switch House East, por su parte, se inspira en los años 50, con una decoración más industrial: en todos los estudios y apartamentos de uno, dos y tres dormitorios se han conservado el ladrillo y el acero originales.
Los residentes de las viviendas reconvertidas de Switch House entran en el edificio a través de plazas ajardinadas a nivel del suelo, mientras que a las oficinas y villas del edificio central, la Boiler House –“la caldera”, donde se encuentran los 46.000 m² repartidos en seis plantas alquilados por Apple– se accede a través de un ascensor de cristal entre las vigas estructurales de las antiguas torres de lavado, con las emblemáticas chimeneas visibles por encima. La distribución e interiorismo de 253 de los 254 apartamentos fueron encomendados al estudio Michaelis Boyd, mientras que el del ático de 558 m² situado en la azotea Boiler House fue encargado al arquitecto y diseñador estadounidense Joe Serrins.
Del atractivo y la capacidad de asombro que genera este edificio basta con destacar tan sólo un dato: poco más de un año y medio después de su inauguración, los precios se han multiplicado hasta alcanzar cifras situadas entre los 3 y los 31 millones de libras esterlinas.