Animan a los demás a hablar
La mejor forma de saber lo que otros quieren o piensan para poder adaptar tu discurso es hacerlos hablar. Antes de soltar la retahíla de turno a un cliente o a un empleado, especialmente al primero, trata de conocer sus necesidades, sus inquietudes. De esta forma podrás jugar con las palabras creando un discurso a caballo entre lo que tú y ellos quieren.
Hacen sentirse importantes a las personas
Cuando la gente está a gusto habla, se abre, te da cierta confianza y para ello es imprescindible mostrarles interés, hacerles sentir importantes. Si alguien siente que se le hace caso y se le escucha, estará mucho más abierto a tus consejos y, por tanto, será más propenso a ser persuadido.
Muestran su pasión
Si no se muestra emoción por lo que se está contando, es complicado enganchar a los demás. Por ello, cualquier discurso debe incluir una conexión emocional. Los sentimientos son una parte muy importante en la persuasión, ayudan a que las personas se sientan identificadas. Personalizar el discurso con experiencias es una buena forma de conectar.
Se muestran útiles
Quien escucha debe convencerse de que lo que le estás contando le sirve para algo. No tiene por qué ser materialmente, sino también emocionalmente. Que lo que digas le haga sentir bien a una persona puede ser un buen comienzo para persuadirla. Ese bienestar que le proporcionan tus palabras es un gran activo para persuadir.