Por qué triunfan las series distópicas
Quizá sea la conciencia y aceptación bastante extendida del cambio climático como una realidad destinada a atraer eventos medioambientales catastróficos a nuestras sociedades. A inundarnos las calles, los salones, los colegios; a llevarse por los aires nuestros coches y nuestras casas, a los 50 grados en verano, los ríos secos, los canales desbordados, el frío en mayo y el calor en noviembre.
Quizá sea el vértigo que nos produce la velocidad de la tecnología, un ritmo frenético que casi nadie puede seguir pero del que todos somos consumidores obligados. Las actualizaciones del iPhone, las aspiradoras robot, los millones de contraseñas de nuestras cuentas virtuales, los trámites informáticos. Las cookies, aceptar sin pestañear los términos y condiciones de todos las sites, las sospechosas sugerencias de amistad de Facebook, y de LinkedIn, y de Instagram. Ver lo que cuelgan los demás, y que los demás vean lo que colgamos y querer ver quién ha visto lo nuestro sin que nos vean, contar el número de reproducciones. Y, fruto de todo ello, la ansiedad de una cultura actual de la exposición obsesa, cuando hasta ahora, la historia pasada siempre la han construido los privados y los anónimos.
Quizá haya sido la crisis, los malos sueldos, el desempleo. Tal vez el ébola, el zyka, la gripe A, y la aviar, y la malaria…
Quizá sea la saturación informativa, y la saturación informativa sensacionalista y apocalíptica, esa que nos pone delante, en la caja tonta, todos los males del mundo, uno tras otro. Apagar la tele todos los días con la sensación de que si ‘memento mori’, que si ‘tempus fugit’ y de que al final todo es y debe ser ‘carpe diem’.
Quizá sea por todas esas realidades que construyen la rápida e imparable vida contemporánea que, al llegar a casa, donde con suerte respirar un poco de paz bajo la manta de comienzos de verano y la manga corta casi en diciembre, no podemos pensar en un mejor plan para apartarlo todo que sumergirnos en un dramón ajeno. Una superproducción, un blockbuster de ciencia ficción, futurista si posible para reafirmarnos en nuestra convicción de que la cosa va mal y nosotros como especie, también. Un dramón que aúne todos nuestros miedos existenciales juntos, con la certeza de que es y solo es ficción y de que se quedará bien guardado dentro de la pantalla del laptop.
Estos son algunos de los ejemplos de esas series angustiosas que nos encantan.
The Leftovers
En un mundo como el de hoy, en un perfectamente corriente 14 de octubre, el 2% de la población mundial desaparece repentinamente, esfumándose del lugar en el que estaba. La serie retrata la realidad llena de amargura de los que permanecen y la decadencia de una sociedad mundial con miedo, interrogantes y pérdidas, canalizados todos ellos en forma de violencia y de extremismo, en ocasiones sectario. La serie se centra en la historia de unas familias de Mapletown, ciudad ficticia a las afueras de Nueva York.
Por qué triunfan las series distópicas
Black Mirror
La fabulosamente escalofriante serie británica, que fue comprada por Netflix hace poco, nos sitúa en un futuro muy próximo -bien podría suceder ahora mismo- en el que la tecnología pone en peligro gravemente la vida de las personas: en cada capítulo, una historia macabra sobre los peligros de internet, de los smartphones, y del progreso tecnológico someten al espectador a una perfecta ‘tecno-paranoia’. Cada capítulo cuenta una historia independiente que comienza y acaba en 45 minutos. Pronto se lanzará el último capítulo, titulado ‘Arkangel’, que ha sido dirigido por Jodie Foster y que será ‘mucho más duro que los anteriores’.
Por qué triunfan las series distópicas
El cuento de la criada
Basada en la novela homónima de Margaret Atwood, la serie es una distopía feminista que retrata una crisis mundial de fertilidad y natalidad que convierte a las sociedades mundiales en teocracias donde las mujeres fértiles son adiestradas y puestas al servicio de las familias de la élite para, envueltas en un boato místico y religioso, quedarse embarazadas por los hombres de las casas más poderosas y así continuar la especie.
Por qué triunfan las series distópicas
The 100
Basado también en un libro, en este caso en los de Kass Morgan, este drama post apocalíptico cuenta lo que ocurre con la civilización casi cien años después de que una guerra nuclear la haya devastado. Perfecto plan para acompañar la cena tras un duro día.
Por qué triunfan las series distópicas
The Walking Dead
Otro escenario post catástrofe. En este caso, post-pandémico, en el que un virus ha acabado con la gran mayoría de la población mundial, que ahora tiene forma de zombis. El relato se centra en la lucha de un grupo de supervivientes por mantenerse a salvo en un entorno infestado de “muertos caminantes”.
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