Cuando viajamos, no pensamos realmente la razón por la cual estamos comprando los souvenirs más ridículos y sin sentido que encontramos. Pero es que no podemos evitarlo.

Es un sentimiento, y una práctica, generalizada. En todos los viajes hay que esperar a una persona que para en todos y cada uno de los puestos para comprar souvenirs. Esto es todo un arte. Requiere un trabajo de investigación de mercado, comparación de precios, y en algunos casos de regateo. No importa lo que compremos. Lo importante es que no esté disponible en nuestra ciudad. Por ello cobra sentido, en cierta parte, que compremos la sudadera de “Universidad de Roma” al fin y al cabo.
También existe una parte muy tierna en este consumo, queremos hacer que algunas personas nos importan tanto como para acordarnos de ellas en vacaciones, y para ello es necesaria una cuchara con la cara de la Reina de Inglaterra.

