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Maldivas: planes para un viaje al paraíso del Índico y a las profundidades del atolón

Foto: Huvafen Fushi.

Las preocupaciones se ahogan en este océano de placeres, de lujo y naturaleza virgen. Quitarse los zapatos y enterrar los pies en la arena, esa arena tan fina y tan blanca, y sumergirse en uno de los mayores santuarios de biodiversidad submarina. Estamos en lo que muchos situarían como el paraíso terrenal.

Maldivas es un archipiélago de 1.192 islas diminutas que se esconden de los mapas y se muestran al viajero que sobrevuela esta área de 90.000 km2 en el océano Índico. Tan sólo 298 km2 son tierra seca. Desde las profundidades oscuras emerge este cúmulo de bancos de arena cubiertos por una vegetación exótica y rodeados por arrecifes y aguas azul turquesa. Esconden el principal tesoro de esta nación insular que estamos a punto de descubrir.

Nadar con tiburones ballena o bucear con mantarrayas, descubrir proyectos de recuperación del coral, dejarse mimar en un spa subacuático o desaparecer en una villa solitaria a merced del Índico. Nos zambullimos en los planes más exclusivos bajo el mar de Maldivas.

El edén más delicado del planeta

Malé es la capital y puerta de entrada del país con menor población de Asia (540.000 habitantes) y último rastro de cemento, ladrillo y trajín metropolitano. Dejamos la isla para poner rumbo sur hacia el atolón de Laamu, uno de los 26 que estructuran este archipiélago de clima ecuatorial, 871 kilómetros de extensión y tan solo 200 islas habitadas. Recuerde: paraíso. Pero frágil, al fin y al cabo.

“Maldivas podría desaparecer a finales de siglo”. Son palabras de Ibrahim Solith, presidente del país, durante su intervención en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. El calentamiento global y la consecuente crecida de los océanos son la principal amenaza de naciones insulares como Maldivas. El 80% de su territorio se encuentran a menos de un metro sobre el nivel del mar.

Para tratar de paliar esta situación, algunos resorts de lujo han tomado cartas en el asunto para desarrollar proyectos de recuperación de la biodiversidad, colaborar con asociaciones y ONG y buscar entre todos un horizonte más sostenible. Uno de los principales exponentes es el Six Senses Laamu, nuestra primera parada.

Six Senses Laamu: náufragos de pico fino

En Maldivas cada resort ocupa una isla en su totalidad para convertirla en su particular refugio de lujo y bienestar. El huésped desembarca en el pantalán del hotel, saborea la bebida refrescante que le ofrece el equipo directivo y empieza a tomar conciencia de la atmósfera del lugar. En este contaremos con thakuru, o mayordomo 24 horas, una gastronomía de vanguardia encabezada por el restaurante Leaf, infinidad de actividades en el medio acuático y descanso en una de las 97 water villas. En otras palabras, convertirse en náufrago con todas las comodidades. Precio: desde 900 euros la noche.

Las villas son pequeñas cabañas construidas con materiales naturales sobre el mar y concebidas como habitaciones de las que nadie querría salir. La nuestra cuenta con infinity pool, cama king size y hasta un arrecife justo delante para bajar directamente a bucear. Aquí cuesta desprenderse de las aletas, el tubo y las gafas de buceo. El Six Senses cuenta a su vez con lujosas villas envueltas por la selva y el manglar con acceso directo a la playa.

Bucear con mantarrayas en un santuario de biodiversidad

El atolón de Laamu es de los mejores enclaves para contemplar mantarrayas, una de las especies más espectaculares y amenazadas de Maldivas. Six Senses Laamu colabora con la organización benéfica Manta Trust, que tiene como objetivo el estudio, conservación y recuperación de esta criatura marina de hasta ocho metros de longitud. “Gracias a esta colaboración hemos podido recopilar información detallada sobre los hábitats y especies de Laamu como la mantarraya”, explica Philippa Roe, bióloga marina y directora de Maldives Underwater Initiative, un proyecto impulsado por Six Senses.

A tan solo 15 minutos en bote del hotel y a 20 metros de profundidad, los amantes del buceo podrán realizar una inmersión en Hithadhoo Corner, un santuario coralino donde las mantarrayas suelen nadar en grupo y maravillar a los espectadores que consiguen presenciar este espectáculo natural.

Otras opciones pasadas por agua en el atolón nos llevan de paseo romántico en dhoni, el barco tradicional de Maldivas, o en lancha rápida a una isla desierta donde disfrutar de un picnic a lo Robinson Crusoe. Probaremos también el esnórquel para explorar los arrecifes poco profundos y bucear entre infinidad de variedades de peces y tortugas marinas. Entre los meses de mayo y julio vienen a desovar a este rincón del Asia oceánica, donde son muchos los que se inclinan por iniciarse en el submarinismo. Deep Blue Divers es el lugar para hacerlo.

Y quién se atreva a domar las olas del Índico tendrá que saber que el atolón de Laamu cuenta con espléndidos spots con olas tubulares como Yin Yangso The Machine. La empresa Tropicsurf, con sede en el Six Senses, ofrece diferentes “surfaris” por la zona.

El rey de los peces se mira pero no se toca

Rugen los motores del hidroavión mientras despegamos del aeropuerto de Malé. Este medio de transporte se convierte en el idóneo para ir de isla en isla y para disfrutar de las vistas de los atolones desde las alturas, con su sinfonía de colores y formas caprichosas. Esta vez volamos rumbo al de Ari del Sur.

Maafushivaru será nuestro alojamiento por unos días. Este cinco estrellas es otro de los emblemas del lujo en Maldivas, con su arquitectura elegante de estilo asiático, sus villas acuáticas (desde 750 euros la noche) y entorno virgen. También por ser uno de las mejores localizaciones para descubrir eso de nadar con tiburones ballena.

Cerca de 200 ejemplares del pez más grande del mundo, que puede alcanzar los 18 metros de longitud, acuden cada año a las aguas cálidas del atolón Ari.  Como si de un safari se tratase, partimos en barco en busca del tiburón ballena, navegando entre islotes coronados por palmerales y protegidos por bajíos. Por la radio nos avisan de que hemos tenido suerte. Rápidamente nos ponemos nuestro equipo de esnórquel para lanzarnos al agua y nadar junto a este enorme escualo, que avanza a contracorriente para capturar el plancton con el que se alimenta.

“Es inofensivo, pero hay que evitar tocarlo o acercarse demasiado a él”, explica Scott, guía de la expedición. Son tan grandes que “pueden engullir 6.000 litros de agua cada hora”. Su ritmo elegante y tranquilo es casi hipnótico hasta que decide acelerar la cadencia y desaparecer poco a poco en las profundidades.

Huvafenfhusi: tentaciones submarinas

En el atolón de Malé Norte, el trayecto en lancha rápida hasta nuestro último destino oceánico tan solo nos toma 30 minutos desde la capital. Huvafen Fushi es uno de los resorts pioneros de un modelo de turismo de lujo que empezaría aquí, en Maldivas, hace cincuenta años. Desde entonces, el país asiático se ha ido convirtiendo en meca para los que buscan exclusividad y relax en mitad de la nada.

Bungalós sobre el mar, pabellones con dos dormitorios y piscina privada y hasta cuatro espacios gastronómicos entre los que destaca la cocina japonesa de SAL. Huvafen Fushi dispone además de una bodega subterránea, la primera de Maldivas, donde sus huéspedes pueden realizar catas y degustaciones de su extensa colección de vinos.

“Bienvenidos al único restaurante submarino privado del mundo”. Así nos recibe el equipo del hotel. Huvafen Fushi destaca por su oferta de actividades bajo el mar, y no solo por el buceo. En Latitud 4° podemos saborear las delicias locales e internacionales en un espacio acristalado a nueve metros de profundidad. Hay posibilidad de reservar cenas y desayunos privados entre los corales y la fauna marina que atraen.

Otra tentación subacuática es la de disfrutar de un masaje y tratamiento en el Huvafen Spa. En su sala submarina los terapeutas realizan tratamientos de relajación muscular, cuidados de la piel y de terapia Dhimaalis, de arraigo en la medicina tradicional de Maldivas. Sobre el mar también se puede disfrutar de estos tratamientos en los pabellones de madera, abiertos a la inmensidad del índico, donde se realizan sesiones de hatha yoga india.

Corales y tiburones

El entorno que rodea el establecimiento es un refugio de biodiversidad donde acuden miles de especies. El equipo del Área de Recuperación Marina de Huvafen Fushi se encarga de “cuidar la propagación del coral y crear nuevos arrecifes”. Así lo explica Hassan Hamid, uno de los responsables. “Tenemos 225 estructuras coralinas replantadas alrededor de la isla”, añade el biólogo marino. El blanqueamiento y muerte de este ecosistema es otra de las consecuencias del calentamiento global. Algunos complejos hoteleros, como Huvafen Fushi, están trabajando para revertir la situación en este país, que alberga el 5% de los arrecifes de coral del planeta y proporcionan el 30% del hábitat de las especies marinas de Maldivas. Entre ellas se encuentra el tiburón de aleta negra, cumbre en la cadena alimenticia del lugar que, como nosotros, le cuesta mucho abandonar las aguas transparentes de la isla.

Precio: desde 1.100 euros la noche en water villa.

¿Cómo llegar?

Qatar Airways ofrece vuelos desde Madrid con escala en Doha desde 750 euros, ida y vuelta, en turista. En la Qsuite, la clase business de la aerolínea, el viajero dispondrá de un habitáculo privado donde dormir, disfrutar de una oferta gastronómica de altura además de un kit de amenities y asistencia personalizada para que el trayecto se vuelva corto, muy corto. Desde 3.000 euros ida y vuelta.