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Cómo Bishop Auckland ha renacido gracias a un filántropo multimillonario, un hotel económico y el arte

El millonario Jonathan Ruffer a las puertas del castillo de Auckland, en el condado de Durham (Foto de Owen Humphreys/PA Images via Getty Images). PA IMAGES VIA GETTY IMAGES

A veces un hotel es mucho más que la suma de sus partes. En Bishop Auckland, una ciudad del norte de Inglaterra, se inauguró en marzo el Park Head Hotel. Es a la vez un lugar donde alojarse y parte de un extraordinario proyecto de regeneración de 300 millones de libras protagonizado por un importante banquero de inversiones británico, una colección de antiguos maestros españoles, un médico de la comunidad muy querido y su esposa directora de escuela. Entre todos han aprovechado el arte –y los caballos, gansos y ovejas– para transformar una ciudad y su entorno.

Pero primero, el hotel. El hotel Park Head rebosa color y brío. Dispone de un bar, un restaurante y 38 habitaciones, todas ellas con camas decentes, ropa de cama muy agradable y un gran diseño, desde el papel pintado de Quentin Blake en los aseos hasta los suelos de madera. Puede que las zonas exteriores parezcan un poco desnudas en este momento, pero es sólo porque aún se están plantando magnolios, cerezos, abedules plateados y eucaliptos, además de rosas, romero y lavanda para el patio del hotel. Aunque las tarifas empiezan en 80 libras la noche, está claro que no es un hotel económico al uso. Pero es indicativo de la forma en que el Proyecto Auckland pretende revitalizar este rincón del condado de Durham.

Desde la época medieval hasta el siglo XVIII, ésta fue una zona escandalosamente rica de Gran Bretaña, casi gobernada desde el castillo de Auckland por una serie de príncipes obispos. Uno de ellos, el obispo Trevor, era lo bastante mundano como para comprar una serie de cuadros de Jacob y sus hijos del pintor español Francisco de Zurbarán y dar a su palacio la última remodelación neogótica del arquitecto James Wyatt.

En 2010, la Iglesia de Inglaterra, ya no tan rica y poderosa, decidió vender los cuadros de Zurbarán. En 2013, Jonathan Ruffer, un importante banquero de inversión británico, donó 13 millones de libras para que permanecieran en el palacio. Desde entonces, se calcula que Ruffer ha donado 120 millones de libras a Bishop Auckland. En el centro de Bishop Auckland, la Galería Española, repleta de cuadros de El Greco, Murillo y Velázquez, fue inaugurada por el Rey Carlos III y la Reina de España en abril de 2022.

Ruffer es un cristiano comprometido, aunque a veces inconformista, y el próximo proyecto que abrirá será un Museo de la Fe en octubre; ya la piedra dorada del edificio, diseñado por el destacado estudio de arquitectura Niall McLaughlin para que parezca un granero de diezmos, brilla contra el cielo azul.

El otro reclamo más reciente de Bishop Auckland se encuentra justo debajo. En los meses de verano, se convierte en la versión británica de los espectáculos franceses de Puy de Fou, en Vendée, y en otra vertiente del Proyecto Auckland muy centrada en la comunidad.

Los 37 caballos que participan en el espectáculo –todos blancos para que se les pueda ver en la oscuridad– viven allí todo el año, donde se les alimenta, da de beber y se les ejercita a diario. Se trata de una idea innovadora para regenerar una zona deprimida durante mucho tiempo.

Ruffer no sólo ha donado una gran parte de su dinero (unos 120 millones de libras hasta la fecha) a Bishop Auckland, sino que vive aquí con su esposa Jane, que fue médico de cuidados paliativos en el Servicio Nacional de Salud y tiene el mismo humor afectuoso. «Cuando vinimos aquí», dice con una ligera mirada de soslayo, «le dije a Jonathan que iba a pensar en unas cortinas nuevas y me contestó: ‘Estoy pensando en algo más grande'».

Los jardines son la pasión de Jane y ahora tiene más de 80 acres que supervisar, ayudada por un equipo de jardineros. Este verano, los jardines escalonados –donde los obispos más mundanos (por algo se les conocía como príncipes obispos) instalaron calefacción en los muros para poder cultivar piñas en el siglo XVII–, las variedades patrimoniales, incluidas las cebollas indias que se resiembran solas, y los huertos de manzanos, cerezos en espaldera y perales, alimentan los restaurantes del castillo y de la ciudad, como Park Head, El Castillo, un bar de tapas junto a la Galería Española y las comidas de Kynren, a la vez que obtienen estiércol de los animales de Kynren. Durante COVID-19, toda la comida de los huertos se destinó a bancos de alimentos.

En la década de 1980, Bob McManners, médico de cabecera de Bishop Auckland, ayudó a salvar el castillo de Auckland. En la década de 1990, el Dr. Bob, como se le conoce universalmente aquí, y su esposa Stefa, antigua directora de escuela, empezaron a coleccionar arte. Las obras que compraron –ahora muy valiosas– son de mineros del cercano poblado de Spennymoor, como Norman Cornish, con representaciones más amables de la vida minera del condado de Durham y otras infinitamente más duras de Tom McGuinness, a pesar de que ambos trabajaron y pintaron juntos, y se exponen unas junto a otras en la Galería de Arte Minero, ubicada en un hermoso edificio victoriano de la plaza del Mercado. Algunos de los artistas siguen vivos. «Cuando entra Bob Olley», nos dice nuestra guía, Kathy Wilson, mientras contemplamos una de sus obras, un minero con aspecto de rastrillo en los pozos, con el almuerzo envuelto en un ejemplar del Sun, «puedes sentir la energía que desprende».

Con Kynren y las galerías de arte, se está utilizando el turismo como motor para atraer a la gente a una zona de Gran Bretaña que tiene mucha historia y grandes casas, pero que ha tenido poca inversión en los últimos años. Y carece de lugares agradables donde alojarse. «Kynren atrae a la gente, pero por las noches la perdíamos en favor de Durham», afirma Sarah Townsend, una hotelera con mucha experiencia que ha sido contratada para supervisar la sección de hostelería del Proyecto Auckland.

Aunque el hotel Park Head sólo lleva abierto unas semanas, el restaurante Oak Room está abarrotado un jueves por la noche: mesas de parejas, un treintañero con globos y otra mesa de doce personas charlando y riendo. «Creo que son voluntarios de Kynren en el departamento de vestuario», dice Andrew Hogg, el director del hotel. «Suelen reunirse regularmente antes de que empiece la temporada».

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