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Cuando Nixon visitó a Mao: así es la ópera diplomática estrenada en el Teatro Real

Tensión, tres actos y orquesta del tirón. ‘Nixon in China’, la ópera diplomática que desescaló el mundo se cuela con éxito en el Teatro Real hasta el 2 de mayo.

Cuando se estrenó ‘Nixon in China’, Nixon, ya no estaba allí. Era 1987, Chernobyl había reventado un año antes; a Reagan le quedaban dos, como al Muro, y a Thatcher, tres. Estamos en la agonía del comunismo soviético y una ópera, tachada como ‘Ópera CNN’, venía a recrear con silos de histrionismo la histórica visita de Nixon a China en 1972.

El ideólogo, productor y promotor en 1987 de ‘Nixon in China’ fue el dramaturgo Peter Sellars. «Empezamos –afirma Sellars en una entrevista en 2011– por los carteles, por los posters: dos famosos villanos Mao Tse-Tung y Richard Nixon, el omnipresente Henry Kissinger, y sus esposas, la señora Mao, el ‘demonio de huesos blancos’, y Pat Nixon, ‘la dama solitaria de San Clemente’. Creíamos saberlo todo sobre ellos pero apenas les conocíamos».

Este poder iconográfico sirvió para persuadir a un reticente John Adams (compositor). “Como estadounidenses –afirma Adams- estamos obsesionados con nuestro presidente porque esa persona encarna nuestra psique nacional, tanto el lado oscuro, nuestra paranoia y nuestra tendencia a abusar del poder; pero también nuestro idealismo y nuestro optimismo curiosamente estadounidense. Y, por supuesto, estos personajes, Nixon y Mao, dominaron mi propia psique juvenil mientras crecía”.

Pero lejos de la caricatura, Mao lo fue gráficamente en los 60 como cebo de propaganda americana y Nixon tras el Watergate, el relato de la visita en sí es de absoluta relevancia. Nixon se convierte en el primer presidente en visitar la República Popular China lo que supuso un cambio de equilibrios tras la ruptura sino-soviética.

Este periplo, del que se cumplen 50 años, acercó y acarició heridas que ni Nixon, ni Mao, ni sus sucesores, han llegado a querer curar. Verbigracia, Taiwán.

No es novedoso que una ópera retrate la sociedad política de la época (en ‘El barbero de Sevilla’ Rossini satiriza la aristocracia y la corrupción; ‘Don Carlos’, Verdi, se adentra en la libertad, la revolución y el conflicto religioso; ‘El anillo del nibelungo’, Wagner, aborda el conflicto poder-corrupción y en ‘Boris Godunov’, Mussorgsky refleja la política en el poder de un zar) pero sí es inusual la geopolítica y diplomacia como trasfondo en una ópera.

A pesar de este enfoque, la ópera se centra realmente en la dimensión humana de sus personajes, explorando pensamientos, sueños y miedos. No busca juzgar ni glorificar, sino mostrar su complejidad y ambigüedad.

Esta excelsa producción del Teatro Real en coproducción con Den Kongelige Opera de Copenhague y la Scottish Opera de Glasgow se desarrolla en tres actos. Tres actos de extenuante tensión en la que el minimalismo posmoderno de Adams no deja respirar ni a la audiencia ni a la orquesta.

Adams repite y varía gradualmente patrones rítmicos y melódicos para crear una textura musical insinuante. Este estilo minimalista se fusiona con otros géneros, como el jazz y la música tradicional china logrando una sonoridad distintiva.

Estructuralmente la ópera tiene un formato episódico. No el lineal convencional. Se centra en momentos específicos y encuentros entre los principales: Nixon (Leigh Melrose), su esposa Pat (Sarah Tynan), el primer ministro chino Chou En-Lai (Jacques Imbrailo), Mao (Alfred Kim), la señora Mao (Audrey Luna), Kissinger (Borja Quiza)…

Alice Goodman, la libretista, se infiltró en las biografías –en el contexto histórico- de los protagonistas reflejando su complejidad y logrando un texto poético e ingenioso que combina profundidad emocional con humor y sátira.

De esta producción del Teatro Real significar la deliciosa labor en la dirección musical de Olivia Lee-Gundermann y de Kornilios Michailidis así como el increíble trabajo del elenco (orquesta y coros titulares del Teatro Real -de los más solícitos de Europa- y cuerpo de baile).

Combinado con una dirección escenográfica, visual y de producción (en algún momento alguien debería explicar cómo logran esconder y en movimiento infinidad de proyectores sin que se vean) sobresaliente hacen de ‘Nixon in China’ una ópera más que recomendable para este puente.

Nixon, al final, bien vale una ópera.