Es difícil obtener pruebas de lo que hace feliz a la gente, pero hay un estudio longitudinal que lleva examinando la felicidad desde los años treinta y, tras décadas de investigación, los resultados se han publicado en un nuevo libro, La buena vida.
El Estudio de Harvard sobre el Desarrollo Adulto, dirigido por los profesores Robert Waldinger y Marc Schulz, ha estudiado a lo largo del tiempo a las mismas 700 personas y sus familias para determinar qué hace prosperar a la gente. Hicieron miles de preguntas cualitativas, así como cientos de mediciones cuantitativas de la salud, desde escáneres cerebrales a análisis de sangre.
Los participantes fueron elegidos entre los estudiantes varones de Harvard o un grupo de chicos de un suburbio de Boston con bajos ingresos. Cada cinco años facilitaban información médica y cada dos años respondían a preguntas detalladas. Posteriormente, sus esposas e hijos se unieron al estudio, que ha seguido a este grupo a través del trabajo, el matrimonio, el divorcio e incluso la muerte: 25 participantes dejaron sus cerebros al estudio después de morir.
Waldinger es el cuarto director del proyecto a lo largo de su vida. Según él, «hemos aprendido que la gente cree que la felicidad es algo que se puede conseguir: si se compra una casa, se consigue un ascenso o se adelgaza lo suficiente, la felicidad vendrá sola. Actuamos como si fuera un destino al que llegaremos si marcamos las casillas adecuadas, pero los datos demuestran muy claramente que eso no es cierto. Y eso es bueno, porque la satisfacción ya no es algo inalcanzable, sino eminentemente alcanzable para todos».
Resulta que el dinero no hace feliz a la gente, ni tampoco su posición o rango. Son sobre todo las relaciones y las conexiones que se forjan lo que hace que la gente esté más contenta. Ya sea en forma de amistades, clubes de lectura, relaciones sentimentales, grupos religiosos, compañeros de deporte o de trabajo, las personas con los vínculos y las conexiones sociales más fuertes a los cincuenta años, estaban en mejor forma a los ochenta.
Como resumen los autores, «las buenas relaciones nos mantienen más felices y sanos. Y punto».