La Navidad es época de paz, amor… y campañas de publicidad que, con incontestable sagacidad, se sirven del espíritu de las fiestas para vendernos sus productos. Uno podría pensar que los anuncios de contenido navideño están condenados a una vigencia tan corta como la temporada de Pascua; nada más lejos de la realidad: muchos se han perpetuado en la memoria de todos y siguen siendo recordados años e incluso décadas después de su estreno. Como es lógico, las empresas de turrones, dulces, bebidas y juguetes se llevan la palma, aunque no son las únicas. Estas campañas que glosamos son de las que han perdurado y vale la pena diseccionarlas para desentrañar qué tenían de especial.
“El turrón más caro del mundo”
Es el eslogan unido a los turrones 1880, que desde 1725 (¿ein?) llevan produciendo once generaciones de la familia Sirvent en Jijona. Cuando veías el anuncio no podías menos que preguntarte: ¿cómo será ese turrón que solo pueden permitirse riñones bien cubiertos? ¿Qué clase de maravilloso maná contendrá? El más caro… ¡del mundo! ¡Como si en Madagascar y Papúa-Nueva Guinea elaborasen turrones! Y qué alborozo te embargaba si en tu cesta de Navidad el turrón era 1880: te entraban ganas de llevarlo a una casa de empeños. Pero en el supermercado comprobabas consternado que si bien no era de los baratos, estaba al alcance casi de cualquiera. No obstante, en 2021, y para celebrar el primer Día Mundial del Turrón (ay, que va a ser que de verdad también lo fabrican en las Molucas), pusieron a la venta variedades de pan de oro y trufa blanca al precio de 250 euros. Tres siglos después, llegó la coherencia.
“Al mundo entero quiero dar…”
¿Quiénes mejor que un puñado de hippies con velas para transmitir el clásico mensaje de “paz y amor”? Es lo que hizo Coca-Cola en 1972, con una canción cuyos ecos aún resuenan y que en 2018 fue recreada por Aitana, Ana Guerra, Agoney, Lola Índigo y otros jóvenes artistas nacionales. Al final del anuncio se abría el plano para descubrir que los hippies formaban una especie de abeto humano, pero en horizontal, a ras de suelo, no en formato casteller, pues no era plan que alguno acabase en urgencias. Ojo, que el sencillo del tema original en inglés —“I’d like to teach the world to sing (In perfect harmony)”—, escrito por el ejecutivo Bill Backer, el productor estadounidense Bill Davis y los compositores británicos Roger Cook y Roger Greenaway, fue un exitazo: llegó al número uno en la lista de ventas del Reino Unido y al siete en el Billboard de Estados Unidos.
Las muñecas de Famosa
Siglos y siglos de villancicos, y aparece este en 1970 y los desbanca a todos. Sí, porque vamos a ver: si ahora mismo te pidieran que cantases “Noche de paz”, seguirías con lo de “noche de amor” y, después, “na na na, na na, na na”… ¡porque nadie se la sabe! En cambio, no hay ser humano crecido en España en los setenta que no tenga incrustado en el cerebelo el villancico de Famosa, compuesto, por cierto, por Luis Figuerola-Ferreti (letra) y Jaime Pérez (música). Los versos tienen tela, pues las muñecas iban al portal a “hacer llegar al Niño su cariño y su amistad” (¡querían hacerse amigas del Niño Jesús, nada menos!) y el Niño “se ríe porque está alegre” (¡pero los bebés no se ríen hasta por los menos los dos meses!). En cualquier caso, que estemos hablando de este anuncio en 2022 prueba que la campaña de Fábricas Agrupadas de Muñecas de Onil Sociedad Anónima (Famosa), fundada en 1957, fue un acierto.
El calvo de la Lotería
Dado que la alopecia no es, en la mayoría de casos, una elección, ni algo que suela llevarse con gusto, como miembro del colectivo de Afectados por la Pérdida de Cabello me irrita sobremanera la alegría con que todo el mundo se refiere a este personaje como “el calvo de la Lotería”. Anda que si en vez de un calvo hubiesen puesto a una señora entrada en carnes, cómo nos cuidaríamos de llamarla… en fin, ni siquiera me atrevo de ponerlo aquí, no vayan a lapidarme en Twitter. No deja de sorprender que sea posiblemente el único calvo que haya protagonizado un anuncio en la historia de la televisión mundial. ¿Por qué para la lotería? ¿Acaso traemos suerte? ¿Si nos pasan los décimos por la cocorota aseguramos premio? ¿Nos estaban comparando con las bolas de los números? Me parto y me mondo. El actor británico Clive Arrindell fue el encargado de dejar su calva a la posteriodad en esta campaña que se prolongó de 1998 a 2005. Menos mal que la música de Maurice Jarre, de la banda sonora de Doctor Zhivago, le dejaba a uno en un estado de pacífico trance, que si no…
“Vuelve a casa por Navidad”
La recordada campaña de turrón El Almendro celebraba el momento del reencuentro navideño de esas familias desperdigadas por la piel de toro, Europa y ultramar. Muy bonito, qué duda cabe. Pero, ¿qué pasa con las familias que vivimos en la misma ciudad, para las que las comidas de Pascua son otra comida más, pues nos hemos visto el fin de semana anterior, y el anterior? A nosotros que nos zurzan. Además, el anuncio solo se quedaba con lo bueno, pero no hablaba del dramático después: del padre que se pone piripi y te da la cena, del cuñado sabelotodo a quien te gustaría estampar en la cabeza la tableta de turrón del duro… La canción, al estilo Mocedades, estaba interpretada por Maisa Hens, hermana de componentes de Objetivo Birmania (Yolanda Hens) y Los Elegantes (el batería Carlos Hens), y participó en La Voz Sénior en 2019.
“Hola, soy Edu, ¡feliz Navidad!”
Si hay una campaña que ha envejecido mal, es esta de Airtel de 1997. Recordemos la escena: unos padres le endosan el teléfono al niño para que se entretenga y no les dé la tabarra mientras el papá lee el periódico y la mamá (ejem) pone la mesa. Sin comentarios. Pero a los espectadores con hijos les encantó, porque pudieron constatar que los suyos no eran tan repelentes como este aprendiz de teleoperador. Desde entonces, todos los Edus de España tienen que aguantar la gracieta cuando felicitan la Navidad. Por desgracia, a Enrique Espinosa, el niño actor, el spot le trajo problemas: ha salido en algunos medios contando que sufrió bullying. (En 2018 rodó para Volkswagen una continuación, en la que, ya adulto, visitaba personalmente a todos a los que había llamado de niño.)
Las burbujas de Freixenet
Fue allá por 1977 cuando los responsables de la vetusta bodega —fundada en 1861 como Casa Sala— apelaron a la magia de la Navidad y, en un claro ejercicio de prestidigitación, convirtieron a las burbujas del cava en mujeres o viceversa (a finales de los setenta el concepto vedette aún estaba en su apogeo). Las “burbujas” bailaban alrededor de estrellas nacionales e internacionales, la primera de las cuales fue la mismísima Liza Minnelli, seguida de Bárbara Rey, Norma Duval (dos veces; para algo es nuestra reina de la revista), Raquel Welch, Jacqueline Bisset, Shakira, Paz Vega, Penélope Cruz… e incluso los equipos nacionales de natación sincronizada y gimnasia rítmica. Pero su mayor logro ha sido el haber creado insólitas parejas, como Plácido Domingo y Ana Obregón, Shirley MacLaine y Miguel Bosé, Demi Moore y Gabino Diego o, en 1990, Inés Sastre con un Christopher Reeve antes de su funesto accidente.
El curriculum de todos
Pero ¿dónde pone que las campañas de Navidad tengan que hacernos llorar? Campofrío lo ha logrado varias veces, pero con especial sadismo en 2012, de la manera más difícil: ¡con humoristas! España no acababa de salir de la crisis y la empresa de preparados cárnicos reunió a la práctica totalidad de los cómicos nacionales para recordarnos lo grandes que somos como país. Verlo de nuevo emociona doblemente, por el mensaje y por contemplar a Chus Lampreave, Quique San Francisco y Chiquito de la Calzada, que poco después nos dejaron. La música de “Suspiros de España” y ese plano final de archivo con Fofito saludando: “¿Cómo están ustedeees?”… Perdón, creo que se me ha metido algo en el ojo.
“Mi padre es un elfo”
Clarísimo y loable intento de El Corte Inglés de congraciarse con los padres, a quienes nos ha martirizado durante décadas con esos inefables espectáculos de Cortilandia y los catálogos gratuitos de juguetes que alegremente dejan en sus centros al alcance de los niños para que se lo pidan todo a los Reyes. Es muy de agradecer que hayan sabido ver que somos nosotros (también las madres, pero creo que no hay elfas) quienes mantenemos vivo el espíritu de la Navidad a costa de nuestra cuenta corriente. Contiene varios mensajes subliminales, como la música indie (un guiño a los padres modernos) y la bufanda del Atlético de Madrid (porque en el fondo somos unos sufridores).
“El Lobo, qué gran turrón”
No es necesario herniarse para imaginar la reunión que tuvieron los propietarios de la fábrica turronera creada en 1725 (a punto, pues, de cumplir trescientos años) y los creativos de la agencia para concebir la campaña. “¿A quién se le ocurre escoger como marca El Lobo, con el miedo que dan a los niños? Y, además, ¿qué tiene que ver un lobo con el turrón? ¿No podrían haberse llamado, no sé, El Almendro?”, dijo un publicitario. “A estas alturas, como comprenderá, no vamos a cambiar”, repuso el tataranieto del fundador. “¡Ya está!”, brincó el creativo. “Convirtamos al lobo en un dibujo animado, pongámosle una música simpática, un coro de críos y contratemos al tipo que dobla al abuelo de Heidi u otro similar”. Dicho y hecho. Tan contentas quedaron todas las partes que hoy la web de El Lobo dedica una sección a su célebre jingle. “Auuuuu”.
“En estas Navidades, turrón de Suchard”
Vamos con otra de turrón, aunque este de chocolate, pues está basado en la receta chocolatera que Philippe Suchard creó en Suiza en 1826 y que llegó a España en 1910. Si el anuncio te parece anodino a primera vista, no te culpo: no es el colmo de la espectacularidad. Pero tiene dos cosas que le hacen destacar: la cancioncilla, que de tan sencilla entra por un oído el 24 de diciembre y sale por el otro el 6 de enero, y las voces excelsas de María Luisa Solá y Constantino Romero. Este 2022 la empresa, que pretenece al grupo Mondeléz España, se ha ido al polo opuesto y ha lanzado un spot de tres minutos titulado La primera Navidad, de los que hay que ver con un paquete de kleenex a mano.
Tenemos que vernos más
Y todavía hay quien dice que la Navidad es tiempo de alegría… Será que no ha sucumbido al empeño de Ruavieja de deshidratarnos a base de lagrimear como plañideras con esos vídeos de cuatro minutos pensados para YouTube que tocan la fibra sensible con verdadera saña. En 2018 se propusieron alertarnos de que el tiempo que pasamos mirando pantallas se lo quitamos a estar con la gente a la que queremos; juntaron a varias parejas de amigos y calcularon el tiempo que les quedaba por pasar juntos el resto de sus vidas: días. Los hombres y las mujeres del anuncio se desmoronaban y al espectador le embargaba un poderoso deseo de hacer caso a la bodega de orujos gallegos y estampar la pantalla donde veía el spot contra alguna superficie dura (porque, por contradictorio que parezca, para verlo necesitabas una pantalla).
Juntos brillamos más
Uno de los pasatiempos más placenteros a los que los cascarrabias podemos entregarnos en estas fechas consiste en criticar las luces navideñas de nuestro municipio. ¡Y casi siempre con razón! A los de Ferrero Rocher se les ocurrió hace nueve años erradicar tamaños despropósitos lumínicos mediante esta campaña que no es de anuncios, sino una iniciativa por la cual van a tu población y te la iluminan, al estilo de esos programa de televisión en que reforman tu casa, pero a lo bestia. La última localidad agraciada ha sido Mojácar (Almería), con el apoyo de Peñíscola (Castellón), que al parecer han quedado hermanadas para siempre. De las recepciones en casa del embajador a repartir alegría a la gente de a pie de los pueblos, la evolución de la filial española de la marca española de bombones es de las que le dejan a uno patitieso.