Aunque uno no haya tenido nunca complejo de bajito, colocarte al lado de Thibaut Courtois (Bree, 1992) para hacerse una foto de recuerdo puede hacerte sentir –por un ratito– como Danny De Vito junto a un gigante de película. A su altura de dos metros, el belga suma una notable envergadura, la cual –cuando se estira a lo Hombre de Vitruvio (el famoso dibujo anatómico elaborado por Leonardo da Vinci)– es capaz de dejar a los delanteros rivales sin prácticamente hueco por donde colar la pelota (que se lo pregunten si no a Mohammed Salah, el goleador del Liverpool, quien acabara desesperado durante la última final de la Champions).
Su privilegiado físico es tan portentoso que de niño jugaba al voleibol (seguro que hubiera sido un fantástico bloqueador central) hasta que el gusanillo del fútbol envenenó su voluntad. “A los ocho años, jugaba de lateral izquierdo, o incluso de delantero”, confirma a Forbes. “Pero fuimos a Alemania a participar en un torneo infantil y el entrenador me preguntó si quería ocupar la posición de portero. Acabé siendo elegido como mejor guardameta del campeonato. A partir de entonces, todos me aconsejaron que me quedara bajo la portería, me veían mucho más futuro”.
Courtois ha quemado etapas muy deprisa. “Con diez años ya jugaba en campos grandes, de once contra once. Con dieciséis, debuté en la Liga profesional belga con el Genk, partidos importantes delante de veinte mil personas. Eso te hace madurar rápido”, recuerda. Quizá eso pueda explicar otra de sus características, la sangre fría y el alto nivel de concentración que demuestra en los momentos decisivos. “Se puede entrenar, hay psicólogos deportivos que se dedican a ello. Pero yo creo que eso se tiene o no se tiene. Y yo lo tengo. Desde pequeñito. La capacidad de mantenerme tranquilo me ha ayudado mucho. Los porteros tenemos que tomar decisiones muy rápidas en situaciones imprevistas –sales o no sales, aguantas el amago– y sólo te vale elegir la opción correcta”.
Esa misma confianza y personalidad la demuestra, una vez terminado el partido, delante de los micrófonos de los periodistas, donde –como se dice vulgarmente– ‘no se corta un pelo’. En vez de refugiarse en manidos clichés, suele expresarse tal y como es, llegando en ocasiones a ser acusado de ser ‘demasiado sincero’. “Me han educado así, suelo decir siempre la verdad. Cuando gané la liga belga con el Genk dije abiertamente en una entrevista que me iba al Chelsea y se lió una buena [risas]. A veces es mejor no dar tantos titulares y proteger un poco más al equipo y a ti mismo, pero con los años me siento más libre y no me importa ejercer de líder”.
Habla con fluidez cuatro idiomas: holandés (o flamenco), francés, inglés y español, aunque chapurrea alguno más. “Estudié alemán en el colegio y lo puedo entender. Lo intento practicar con Alaba y Kroos, en el vestuario, para que no se me olvide. Con los entrenadores italianos, también se me pega un poco su acento; y con los brasileños, el portugués, que me suena parecido. Capto los idiomas bastante deprisa. En el Real Madrid tenemos un vestuario muy multicultural, con un ambiente fantástico. Hablar varios idiomas te permite integrarte mucho mejor en el equipo”.
Aún nos deja sobre este tema una última y curiosa confesión. “Ahora, con mi prometida, estoy intentando aprender algo de hebreo, que es realmente difícil, pero que me resulta muy interesante”. Courtois se refiere a la modelo israelí Mishel Gerzing, su actual pareja, quien le acompaña hoy durante la sesión de fotos para Forbes, ayudándole cariñosamente a colocarse el nudo de la corbata o a atusarse el pelo con algo de gel fijador.
La primera vez que aterrizó en Madrid (cedido por el Chelsea al Atlético de Madrid), Courtois apenas había cumplido 19 años y aún no era la figura internacional que es hoy en día. “Estaba soltero, vivía solo y los compañeros me llevaban mucho a cenar fuera. Así aprendí a charlar en español. Adaptarte a la cultura de un país te hace sentirte más feliz y cómodo. Es importante. Quizá, si hubiese estado casado y con hijos por entonces, me habría quedado más en casa y no habría aprendido el idioma tan rápido”.
En 2014, el equipo que poseía sus derechos –el Chelsea– ejerció su potestad y Courtois se fue a Londres. “Tuve suerte. Para mí Londres es como un pequeño país dentro de Inglaterra, una gran ciudad que no tiene nada que ver con lugares como Birmingham o Manchester. Lógicamente, el clima no es tan agradable como el de Madrid. Recuerdo que por entonces lo único que me importaba era alquilar una casa con muchas ventanas, para tener buena luz natural”.
¿Qué diferencias principales encuentra entre la Premier League y La Liga española? “En Inglaterra no hay tanto control de juego como aquí, se juega más de portería a portería, un poco a lo loco. Lo mejor que tienen es la afición. Los estadios están siempre llenos. Y eso influye en el aspecto que se ve en televisión. Gracias a las inversiones extranjeras y a los derechos audiovisuales tienen mayor poder económico para fichar jugadores y crecer como modelo de negocio”.
A pesar de ello, no reniega ni de nuestra competición ni de la ciudad que lo ha acogido por segunda vez, Madrid. “La Liga tiene muy buen fútbol. Poco a poco, se están renovando muchos estadios, se nota un proceso de modernización. Respecto a Madrid, cuando regresé de Londres en 2018, noté un cambio muy grande. Ha crecido mucho en proyección internacional. Ahora hay muy buenos hoteles, una gastronomía de alto nivel y también en el aspecto de oportunidades de negocio. Me resulta muy cómoda, incluso el centro. A pesar de los atascos, es bastante fácil moverse”.
Hablemos un poco de negocios. Courtois pertenece a la elite de su oficio y, como cualquier otro alto ejecutivo, gana mucho dinero, aunque sólo por el tiempo que dure su carrera. Saber invertir su patrimonio –de cara al futuro– es una cuestión que le ocupa y preocupa. “Mi padre fue financiero en una sucursal de Ford y fue él quien me ayudó al principio. Ahora, lógicamente, tengo un equipo de absoluta confianza que me aconseja y orienta, pero me gusta analizar personalmente cada negocio en el que invierto. Creo que es importante diversificar”.
Hace poco, ha fundado la empresa Be The One Vip Sport Experience, que ofrece acceso Vip a experiencias privilegiadas dentro del mundo del deporte. “A veces, no basta con tener mucho dinero para disfrutar de todas las posibilidades que ofrece un gran espectáculo, necesitas que alguien te abra determinadas puertas; y eso es lo que ofrecemos nosotros”. A través de una sociedad inmobiliaria, está construyendo casas en su Bélgica natal, pero también le interesan otros negocios muy diversos. “Participo en el desarrollo de Ledsreact, un aparato inteligente que mide los ejercicios de velocidad durante los entrenos. Algunos equipos de fútbol americano de la NFL ya se han mostrado interesados y también el Liverpool”. Entre sus últimas inversiones, una firma de hamburguesas veganas y la agencia de management Artist Amplifier que organiza festivales de música con Dj’s.
Algún lector futbolero quizá eche de menos alguna referencia a la última Champions League, lograda por el Real Madrid de forma tan emocionante como inesperada (al borde de la taquicardia). Courtois fue decisivo en su consecución, realizando todo tipo de paradas inconcebibles a lo largo de la competición. Le preguntamos por su preferida. “Quizá la que le hice con el pie izquierdo a Jack Grealish en las semifinales contra el Manchester City, porque fue decisiva. A pesar de tener fe en la remontada, esa noche lo vi muy complicado. Luego llegó la explosión de alegría en la final. Fue un sueño. Salió todo redondo. Yo aún no había ganado nunca la Champions y siempre tenía el temor a que el destino no me permitiera hacerlo. Pienso, por ejemplo, en Gianluigi Buffon, uno de los mejores porteros de la historia y, sin embargo, él nunca ha podido ganarla”.
En su tiempo libre, le gustan los e-sports (sobre todo, los de Fórmula-1), ver películas o series y practicar todo tipo de deportes: tenis, pádel, golf o ciclismo. Como tiene dos hijos (Adriana y Nicolás, fruto de su anterior relación con la española Marta Domínguez), también ellos ocupan gran parte de su ocio. “Ya sabes, llevarlos a cumpleaños o ver si traen amiguitos a casa”.