Periodista todoterreno, Sonsoles Ónega (Madrid, 1977) es el gran fichaje de Antena 3 para la franja de tarde, en la que esta temporada inicia su nuevo proyecto: Y ahora Sonsoles. Se trata de un programa de actualidad y corazón con el que la cadena del grupo Atresmedia busca dominar por completo la parrilla televisiva en todos los momentos del día. Hija del que fuera director de prensa de la Presidencia del Gobierno de Adolfo Suárez, Fernando Ónega, y hermana pequeña de la directora del Canal 24 Horas de RTVE, Cristina Ónega, la credibilidad es su principal baza. También ha desarrollado una brillante carrera literaria, en la que ha ganado el premio Letras de Novela Corta, en 2004, y el Fernando Lara de Novela, en 2017, por Después del amor todo son palabras.
¿Cómo veía el periodismo en su casa, teniendo un referente tan potente como su padre?
Lo que yo quería era trabajar en un periódico y empecé a hacerlo en la agencia Fax Press, con Manu Leguineche. Pensaba que acabaría en un diario. Hice prácticas en La Razón de Ansón. De hecho, vi nacer esa cabecera, como becaria, en la sección de opinión. ¡Ya me contarás qué pintaba yo con 20 años allí!
Le subía las páginas maquetadas a Ansón para que las corrigiera en su despacho. También pasaba a maqueta los textos de David Gistau. Porque a David lo descubrió Ansón. Pero no me quedé allí y surgió la hermosa oportunidad de irme a CNN+, que también estaba naciendo, y fue cuando descubrí la tele.
Y así llegó a la información política del día a día, ¿no?
Mi gran aspiración era hacer crónica política, probablemente porque era lo que más había visto, además de porque me gusta y me interesa. Así que cuando Telecinco me llamó para trabajar en informativos, creo que tardé treinta segundos en darle el “sí quiero” incondicional a Pedro Piqueras. Te diré que han sido los años más bonitos de mi carrera profesional. El Congreso de los Diputados es el centro del mundo. Desde allí se mueven los hilos de casi todo. Hay poderes que no se presentan a las elecciones generales, pero para la posibilidad de intercambiar opiniones con todas las sensibilidades políticas, que no necesariamente tienen siquiera que coincidir con tus afinidades, el Congreso es “el sitio”.
¿No se desarrollan filias y fobias respecto a este o aquel político?
Hay compañeros que tienen que seguir al PP o al PSOE que acaban interiorizando mucho el sentir del partido del que informan, pero estar en el Congreso es todo lo contrario: un rato estás hablando con Rajoy y otro rato con Joan Tardà y después lo sustituyes por Rufián y de paso hablas con los de Bildu.
Se acordaba de que yo quería ser veterinaria. “Aún estás a tiempo de cambiar…”, me dijo. A mí no me ha pasado lo de querer matar al padre, ni lo de querer rebelarme contra él. Quizá por el cariño y la pasión con la que él ha vivido y vive este oficio nuestro. Fue fácil contagiarme de su entusiasmo. Nunca he visto a mi padre desesperado o angustiado por las miserias de este oficio (que las tiene). Sin embargo, es probable que mis hijos no sean periodistas. Sobre todo por la manera en la que perciben cómo su madre se preocupa por no poder estar más en casa, por no poder llegar a todo. Deben creer que el periodismo es una profesión horrorosa con jornadas maratonianas.
Escribió un libro sobre eso, ¿no?
Sí, Nosotras que lo quisimos todo. Era una novela. Llegó quizá un pelín antes de este momento actual en el que estamos instaladas, de empoderamiento (odio esa palabra). Buceaba en los problemas que tenemos las mujeres de mi generación. Nos contaron que podíamos hacerlo todo y todo bien, sin renunciar a nada. Una gran mentira. La mujer que quiere tener una carrera profesional tiene que asumir que va a renunciar a parcelas de su vida personal y familiar. Conviene aceptarlo. Y si no lo aceptas, no pasa nada, pero son las reglas del juego. No vale contar otra historia. Los hombres lo han hecho así: los hombres que han tenido carreras profesionales brillantes no se han encargado de la educación de sus hijos, ni de la crianza. Son hechos. No es una opinión. Y así se han construido grandes carreras profesionales. Cuando hemos llegado las mujeres nos hemos encontrado con que, ¡ups!, cuesta mucho, muchísimo. Y ese libro intentaba rebuscar en las razones de por qué. La sociología, la psicología o la política lo han intentado y no han encontrado soluciones. Yo tampoco. Si lo supiera, sería presidenta del Gobierno. Creo que empezó haciendo “periodismo novelado”.
Sí, en un libro que escribí sobre el 11-M, Donde Dios no estuvo. No pierdas el tiempo en buscarlo, porque está descatalogado.
Me refería a uno anterior, Calle Habana, esquina Obispo.
No creo que ese fuera periodismo novelado. Era una historia, aunque la situara en un periodo histórico concreto. Mi primera novela, una novela breve que además ganó un premio. Pensaba que cuando escribiera una novela ya sería escritora, pero los hechos me desmintieron inmediatamente. Es una novela situada en los años más duros del castrismo. La historia de una familia, un padre y un hijo, que pelean contra el régimen de distintas maneras: el hijo desde la disidencia y el padre intentando, simplemente, que su casa, en la calle Habana, esquina Obispo, no se cayera a trozos como el resto de viviendas y grandes casas en La Habana Vieja.
Y se queda ciego por pintar permanentemente la fachada con pinturas contaminadas y no termina de ver cómo acabó la fachada de su casa. Metafóricamente, claro.
¿Conocía Cuba entonces?
Sí, visité La Habana en mis años universitarios y, para los que habíamos nacido en democracia, visitar una ciudad con un régimen comunista dictatorial, sin libertades y con hambre, fue mi primer shock. Me llamó tanto la atención que decidí escribir una novela. Puedes tener parte de razón, que el periodismo ha alimentado mi literatura. Eso es verdad, pero me he ido desvinculando y ahora estoy en la ficción pura y dura, aunque es inevitable no desprenderte de quien eres y de eso a lo que te dedicas.
En todas mis novelas hay mucha documentación, e intento que todas las situaciones estén bien armadas desde el punto de vista histórico, social y político. A veces atosiga un poco tener que documentarse tanto. ¿Cómo le dio por la literatura? Siempre he escrito. Cartas de amor, diarios, relatos… Durante un tiempo me dedicaba a estudiar las convocatorias de premios de relatos y me presentaba a ¡todos! Y algunos he ganado. Escribir es una necesidad para mí.
Tal y como están las cosas con la crisis de la prensa, ¿invertiría su dinero en periodismo?
Es muy buena pregunta [piensa durante unos segundos]. Taxativamente, sí. Yo creo que hay un gran reto empresarial y es encontrar la manera de informar a los jóvenes, fuera de las redes sociales. No la hemos encontrado. No hay un solo formato de periodismo al que se acerquen los jóvenes. Ni el periódico, ni el informativo de televisión, ni la radio. Y esto lo constato cuando voy a las universidades, aunque voy muy poco, porque la docencia es lo que peor se me da y menos me interesa: no tengo paciencia y me pongo muy nerviosa. No han visto un telediario nunca; no han visto a Pedro Piqueras jamás. No han cogido un periódico de papel. No escuchan Hora 25 ni a Alsina por la mañana. No saben quién es Carlos Herrera. Esto es preocupante, con lo cual sí invertiría si alguien me dijera o me contara cómo podemos hacer para informar a los jóvenes, en sus teléfonos, con formatos rigurosos, veraces y periodísticos. Si a alguien se le ocurre, que me llame.
¿Qué tenía la propuesta de Antena 3 que no se podía rechazar?
Lo más atractivo fue que una cadena como Antena 3 pensara en alguien con mi perfil para abrir espacios de directo en una programación que ha conseguido liderar las audiencias.
En aquella primera reunión no se concretaron detalles del formato, pero la combinación de actualidad y entretenimiento tenía todo el atractivo. Antena 3 está en un momento inmejorable que se traduce en disposición de medios y equipos. Y eso es fundamental para cualquier profesional. Fue sencillo decir sí.
¿En qué va a consistir su toque personal?
No sé qué decirte… Supongo que lo haré como hasta ahora. La tele en directo tiene el potencial de la improvisación y eso no lo puedes controlar ni preparar. Los programas diarios son esclavos de la actualidad y eso es lo más excitante porque, si surge cualquier acontecimiento, estás obligado a romper la escaleta y atender lo urgente. En esas travesías me encuentro muy cómoda.