Usamos perfumes no sólo por nuestra propia satisfacción olfativa, también para diferenciarnos de los demás y aproximarnos a eso que siempre nos ha inundado los oídos: el auténtico lujo es ser únicos. Es en estos dos vocablos en los que pone toda su atención una reciente tendencia en perfumería: la elección de fragancias nicho. Lujo y singularidad concentrados en pequeños frascos de estética minimalista, aroma exclusivo y tan particulares en contenido y continente que resulta imposible encontrar dos versiones iguales de una misma muestra. La originalidad es el ADN de estos perfumes nicho o de autor, llamados así por ser poco convencionales, de alta calidad y creados a partir de un concepto creativo sin igual.
Resultado de la tradición y una honesta artesanía en su elaboración, el resultado de estas mezclas exclusivas y originales esconde mucha inspiración y más de una rareza, como la de idear un perfume que recree el olor a musgo fresco a primera hora de la mañana o a la madera envejecida de un tocador, como reflejan Baie 19 y Lys 41, de Le Labo, respectivamente. La firma neoyorquina de alma francesa, que sirve de laboratorio de aromas, permite testar referencias en todos los locales que tiene repartidos por el mundo; algo que ayuda a salir de esta boutique de belleza con una fragancia tan personal que pudiera parecer hecha gota a gota para cada persona. Conmover, evocar sensaciones y dar respuesta al auge de la individualización son los objetivos principales de esta categoría que encuentra su origen en Francia e Italia, a principios del siglo XXI. Ambos países, de severa tradición histórica perfumista, son responsables de estos productos desconocidos y limitados, nichos –porque ocupan un pequeño espacio en el mercado–, elevados en precio y aptos para una minoría de personas que se mueven a diario entre la necesidad de oler bien y la galantería de oler diferente.
Muy alejadas de cualquier ranking de ventas, responden a un modelo de negocio creado para recuperar los valores perdidos tras la llegada, y posterior expansión, de la perfumería tradicional, comercial, que busca destinatarios a los perfumes fabricados y no al revés. Las grandes firmas no pueden permitirse operar como lo hacen las referencias artesanas, que no es otra forma que la de desplegar sobre la mesa un abanico de ingredientes que una vez mezclados dan con la fragancia deseada. De esto se dieron cuenta hace años Guillermo Jiménez y Pedro Ros, fundadores de Abanuc, el templo cosmética de Madrid que recoge algunas de las firmas nicho de perfumería más exquisitas. Entre su porfolio, dyptique y Byredo son algunas de las marcas que mejor representan el significado de este tipo de perfumería en alza, todavía restringido para una mayoría desconocedora de su existencia: “Abanuc es elegancia, novedad y diferencia. Esto se ve si repasamos algunas de nuestras principales características, como la venta de marcas no best sellers para que nuestros asesores puedan conocer cada producto a la perfección. Al tener productos atemporales, tampoco hay rebajas ni descuentos. Y, a diferencian del ‘vender por vender’, ofrecemos consejos y una experiencia olfativa y sensorial que hacen de la venta un momento cálido y cuidado”, cuentan a Forbes estos dos empresarios.
Mantener la esencia es otro de los requisitos que exige esta perfumería, aunque sus nombres estén ligados a grandes gigantes comerciales. Es el caso de Serge Lutens, que sigue siendo fiel a su filosofía, a pesar de unirse al grupo Shiseido en los años 80. Sin olvidar Jo Malone, que continúa a la cabeza de los perfumes exquisitos para uso personal y de hogar, incluso formando parte de la cartera de marcas de Estée Lauder desde 1999. Por su parte, la alta costura también ha sembrado su semilla en esta nueva parcela de la industria: Chanel, Gucci y Dolce & Gabbana, entre otras muchas referencias, se unen al conjunto de firmas internacionales que apuestan por olores salidos de la norma, como la música cuenta con su puñado de canciones indies para un público que busca acabar con los acordes convencionales.
En perfumería, el resultado de una defensa de la personalización son obras alquimistas nacidas de las emociones, de la sensación a limpio que desprende una camisa blanca recién tendida y ondeada por el viento, un té matcha servido siguiendo los rituales asiáticos, una tarde por cualquier zoco indio o una tormenta de verano a finales de agosto, por ejemplo. Los perfumes de autor cuentan historias y crean personajes. ¿A quién interpretas tú?