En mayo se cumplirán 13 años del lanzamiento del primer álbum de Zahara, La fabulosa historia de… (2009), disco publicado por la multinacional Universal. Sin ser un bombazo, sus ventas no estuvieron mal, pero María Zahara Gordillo Campos (Úbeda, 1983) no se quedó contenta con la experiencia artística y comenzó a pelear por ocupar su sitio mediante la autogestión. 2021 ha sido el año más importante de su carrera, gracias a un disco lanzado la pasada primavera que se atrevió a titular Puta, y que supuso un ajuste de cuentas emocional con el entorno de su pasado.
Pregunta: No se le dio mal en Universal, pero se lanzó a crear su propio sello. ¿Por qué?
Zahara: Por independencia artística. Conocía las bondades del mundo multinacional y después de ese primer disco pasé a un modelo mixto, en el que estaba en un sello pequeñito, que era Music Bus, que le dio la licencia a un sello de Warner. Fue la peor decisión empresarial de mi vida, porque los royalties que cobraba eran de artista, cuando yo lo había pagado todo… Cuando me planteé el tercer disco, Santa (2015), tenía claro que mi libertad artística estaba por encima del beneficio. Hice las cosas como creía que debían hacerse, de forma intuitiva… ¡Y me salió muy bien!
P: Así que creó G.O.Z.Z. Records.
Z: Sí, junto con mi mánager, Ernesto Muñoz. Hicimos una apuesta importante: mientras la venta de discos físicos estaba cayendo en picado decidí apostar por el formato físico y fabricar 5.000 cajas de Santa, a un precio bastante caro, porque constaba de dos cedés, un poemario y siete portadas intercambiables. Teníamos que venderlo a 18 euros. ¡Pero se agotaron! (ríe).
P: ¿Qué es exactamente de lo que se ocupa dentro de su empresa?
Z: Dirijo las partes económica y creativa de la discográfica, incluidos comunicación y marketing. Guillermo Guerrero es el realizador de mis videoclips, pero trabajamos juntos, hasta el punto de que muchos de mis vídeos están editados y dirigidos también por mí.
Al final, tener el sello me permite desarrollar todas las ideas que tengo y estar encima de todas ellas. Con el tiempo he podido ir delegando porque tengo un equipo de cuatro o cinco personas con responsabilidades, pero la última decisión es mía.
P: Cuando ha comentado que hacía las cosas de forma intuitiva, sin tener idea de cómo se debían hacer… ¿en ningún momento le pidió consejo a su ‘tío’, Joaquín Sabina [en realidad, primo segundo de su padre]?
Z: ¡No, jamás! Al revés… La figura que ha representado Joaquín en mi vida es la de la estrella del rock que me ha inspirado, porque es un artista que desde joven ha hecho sus canciones. Y yo quería hacer mis canciones. Pero fuera de eso y de haberme regalado flores en mi primera actuación en Madrid, en Libertad, 8, su padrinaje empezó y finalizó ahí mismo. Quise hacer las cosas por mí misma.
P: ¿Y cómo se las apañó para crear G.O.Z.Z. Records, económicamente?
Z: Cuando quería sacar Santa necesitaba 30.000 euros y yo apenas tenía ahorrados unos 8.000… Hablando con un amigo que trabaja en un banco le pregunté qué había que hacer para pedir un préstamo, y me dijo que él me prestaba 10.000 porque confiaba en mi talento y no tenía prisa. Y cuando se lo conté a otro amigo de Úbeda, este me dijo que me dejaba los otros 10.000… ¡Y devolví los préstamos en seis meses! (ríe).
P: Y en la actualidad, ¿gana más como empresaria o como artista?
Z: Desde que lancé el sello he experimentado un crecimiento artístico y empresarial bastante grande, pero cuando estás solo, sin el amparo de una multinacional, es complicadísimo conseguir posicionamiento dentro de las plataformas digitales o apoyo promocional o que te tomen en serio en según qué ámbitos.
Al final, el 80% de la industria sigue controlada por tres grandes empresas. Y a la hora de la verdad, cuando eres pequeño, pero tienes aspiraciones artísticas grandes (no económicas), resulta muy frustrante no disponer de la maquinaria tan potente que tienen otros proyectos para que ese talento llegue a la gente. Te das cuenta de que el sistema siempre favorece a los que tienen ya el poder. Y si, además, eres mujer, no te puedes imaginar lo que cuesta que te tomen en serio.
P: Con todos los cambios que está habiendo en la música, ¿seguiría invirtiendo en este sector si no fuera parte de él?
Z: Sí. La venta de cedés está obsoleta, es obvio, pero, a la par, está creciendo un movimiento, pequeño, pero que a mí me beneficia, que es el del coleccionismo: personas que quieren tener físicamente las cosas que emocionalmente les gustan. Yo hago mis discos porque hay gente que quiere llevarse algo mío a su casa.
P: ¿En qué invierte? ¿En estudios de grabación?
Z: Los estudios también están obsoletos. Invierto en el equipo que tengo en casa para grabarme: un piano de pared, micrófonos buenos, sintetizadores analógicos, instrumentos, etcétera. Cada vez creo más en la autosuficiencia. También invierto en el diseño: el hecho de que yo esté en un escenario o publique un disco que tiene mi foto me lleva a apostar por la conexión que hay entre las distintas disciplinas artísticas que se relacionan en la música. Es importante invertir en cosas que, aunque no den dinero, ayuden a crear una imagen del artista, que en este caso soy yo. Por eso invierto en videoclips –aunque no generen ningún beneficio directo, porque no se consumen como objeto– e invierto en las fotos que me hago o en mejorar la escenografía y el equipo de directo.