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¿Cederías tus recuerdos a Elon Musk? La neurotecnología ya no es sólo ciencia ficción

La neurotecnología será capaz de mejorar nuestras capacidades humanas, pero también de potenciar nuestra memoria, borrarla o reescribirla, e incluso de revelar nuestro subconsciente. Es hoy la mayor amenaza para nuestra privacidad, si no se impulsa una regulación internacional, unos nuevos derechos humanos.
Ilustración: Van Saiyan.

¿Píldora azul o roja? Los más escépticos o ingenuos –quizás ilusos es la palabra– seguirán optando por la azul, pero los ensueños de la neurotecnología ya no son sólo ciencia ficción, sino pura realidad. Salimos de Matrix y comprobamos que detrás de los multimillonarios proyectos neurotecnológicos están los de siempre: Elon Musk, Mark Zuckerberg, Google, IBM o Microsoft. Este 2022, el hombre detrás de Tesla o SpaceX asegura que Neuralink, su empresa especializada en interfaces cerebro-ordenador, comenzará a implantar chips en el cerebro de humanos para que puedan comunicarse con todo tipo de dispositivos electrónicos empleando únicamente el pensamiento. Estamos sólo ante la punta de un iceberg que supondrá la mayor amenaza para nuestra privacidad.

Hasta ahora se ha logrado registrar la actividad cerebral, monitorizarla, estimularla y leerla. El siguiente paso será cambiarla; el objetivo último, alcanzable antes o después: descifrar los secretos de la mente humana, desentrañar y entender sus enigmas. Los expertos afirman que la neurotecnología podrá llegar a curar enfermedades como el Alzhéimer, el Párkinson o las lesiones cerebrales, pero también será capaz de crear un nuevo yo, de mejorar nuestras capacidades humanas, de aumentarnos cognitivamente, de potenciar nuestra memoria, borrarla o reescribirla e incluso de revelar nuestro subconsciente. Son palabras mayores, sobre todo porque estos impresionantes potenciales avances conllevarán extraordinarios riesgos para nuestra seguridad. Alguien podría querer hacer negocio y mercadear con todos nuestros datos cerebrales.

Aquí reside la trascendental importancia de los neuroderechos, aquellos que protegen nuestra privacidad mental e identidad personal y que Rafael Yuste define como «nuevos derechos humanos». En conversación con FORBES desde Nueva York, el neurobiólogo y catedrático de la Universidad de Columbia defiende que los neuroderechos se recojan en la Declaración Universal de Derechos Humanos, porque «la neurotecnología ya nos está permitiendo entrar en el cerebro, que es el que genera la percepción, los pensamientos, la memoria, las emociones, la identidad, la conciencia y el subconsciente. Estamos a punto de que la neurotecnología transforme al ser humano, y esto puede abrir las puertas al nuevo Renacimiento, por eso los cimientos deben ser sólidos». También el abogado especialista en derecho digital y profesor de la UOC, Sergio de Juan-Creix, considera que los neuroderechos deben incluirse en la Declaración Universal de los DD HH para que existan «unos mismos principios para todos. Después, cada Estado legislará como considere, pero sobre unas bases predefinidas».

El modelo de Chile

Chile es el único país en el mundo que ha legislado sobre los neuroderechos, definiéndolos e incluyéndolos en la mismísima Constitución. Ha optado por el modelo médico, es decir, que toda neurotecnología necesitará ser aprobada por
las autoridades sanitarias
, como ocurre con los medicamentos o con dispositivos médicos como los marcapasos, ciñéndose a los códigos éticos sanitarios. Algo que no convence a las grandes compañías tecnológicas, que ven una cortapisa a sus ambiciones de negocio: la consultora Neurotech Reports calcula que para 2024 el mercado de las interfaces cerebro-ordenador superará los 15.000 millones de dólares. Pero también puede ser un obstáculo para la innovación, que se puede ver desincentivada. En el estudio Is the European Data Protection Regulation sufficient to deal with emerging data concerns relating to neurotechnology? (2020) investigadores de Oxford, Oslo, Leicester y Hamburgo concluyen que «retrasar el debate puede parecer prudente para no coartar la innovación, pero para prevenir futuras crisis de datos es una necesidad urgente».

Artífice del Proyecto BRAIN para mapear el cerebro humano, que Barack Obama puso en marcha en 2013, Rafael Yuste es uno de los grandes impulsores a nivel mundial de la regulación de los neuroderechos. Lidera un equipo de 25 científicos que ha ayudado a diseñar la normativa chilena, a la que califica de «buen paso adelante», y aspira a que se cree un nuevo tratado internacional sobre neurotecnología, como ocurrió con la energía atómica en los años cincuenta. Quiere que se involucre la ONU y por eso trabaja ya con la oficina del secretario general. También ha mantenido contactos iniciales con la Casa Blanca y el Capitolio de EE UU, Australia, Argentina, Kenia, España y la Comisión y el Parlamento europeos. “La responsabilidad es histórica y urgente”, subraya.

El primer paso español

Precisamente, la Comisión Europea presentó en la primavera de 2021 una propuesta de marco regulatorio de la Inteligencia Artificial. Según el propio texto «para promover una IA de confianza a nivel internacional». Para el especialista en derecho digital se trata de “una norma pionera que se basa en un enfoque de niveles de riesgo para aunar seguridad e innovación”. Sin embargo, aunque
la redacción final podría sufrir variaciones, en esta propuesta nada se dice específicamente de los neuroderechos. «Actualmente, contamos con el Reglamento General de Protección de Datos para protegernos de las decisiones automatizadas que nos afecten significativamente, en el sentido de que siempre tendremos derecho a solicitar la intervención humana», detalla Juan-Creix.

Pero España sí ha dado un primer paso precursor en Europa. En su Carta de Derechos Digitales ha incluido la protección de los neuroderechos para «preservar la identidad individual, asegurar la confidencialidad y seguridad de los datos relativos a sus procesos cerebrales, y para regular el uso de interfaces persona-máquina«. Aunque no tiene carácter normativo y no es jurídicamente vinculante, puede servir de guía de acción para futuras leyes.

Ya contamos, como diría Ramón y Cajal, con esa «arma poderosa con que descuajar la selva impenetrable de la sustancia gris». ¿Dejaremos esta vez que la tecnología corra más rápido que su regulación? La carrera es a contrarreloj. Tic, tac.

Los cinco neuroderechos

El equipo de científicos encabezados por Rafael Yuste en la Universidad de Columbia de Nueva York promueve estos “nuevos derechos humanos”.

1. Privacidad mental

Ante el posible negocio, confidencialidad de los datos recopilados.

2. Identidad personal

La personalidad, el yo, no puede ser alterado.

3. Libre albedrío

Proteger la voluntad y la capacidad de decisión.

4. Acceso a la neuroaumentación

Evitar la brecha social en el acceso a esta tecnología.

5. Protección contra sesgos y discriminación

Evitar que el cerebro genere prejuicios.

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