Un hombre caucásico come paella en la terraza de la cafetería del pabellón de España en la Expo Dubái 2020. Paella, como no podía ser de otra forma, aunque algunos de los que han visto la película de Nacho Vigalondo que se exhibe dentro del recinto (de título, Luna de Agosto) se quejan de que la cinta se basa en los típicos clichés de nuestro país, es decir, la fiesta y el flamenco. Puede, pero qué queréis, el flamenco es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y a quién no le gusta una buena fiesta.
Lo cierto es que, para ser honestos, el pabellón español no vende clichés, salvo los que puedan ser interpretados como tal en la película del cineasta. En el recinto están muy presentes la ciencia y la inteligencia (ahí están las menciones a Santiago Ramón y Cajal), el idioma como patrimonio y la sostenibilidad (el recinto se encuentra en el área temática de Sostenibilidad, siendo las otras dos Movilidad y Oportunidad). De hecho, la planta soterrada es un recorrido por la biodiversidad, los recursos, la innovación y el futuro, con Zeleros como exponente de esto último (Zeleros es el nombre del sistema de transporte a través de tubos de vacío que nació de un equipo de estudiantes de la Universidad Politécnica de Valencia y que ahora es una exitosa startup).
420.000 visitas hasta ahora
No esperaba que el pabellón me dejase tan buen sabor de boca quizás porque, como buena española, siempre pienso que lo que hacen los demás, sobre todo si son extranjeros, es mejor. Pero salí gratamente sorprendida, tanto por el continente como por su contenido. En esta expo destacan sobremanera el diseño y la arquitectura de los pabellones, desde el diseñado por Calatrava para Emiratos (que milagrosamente sigue en pie), pasando por el de Arabia Saudí, con forma de grapadora, China, Singapur… Sin embargo, en muchas ocasiones el contenido de esos pabellones deja indiferente al visitante: el de Austria, por ejemplo, podría confundirse con Mali y su mensaje no está claro. No es el caso de España, que ha recibido a 420.000 visitantes hasta principios de diciembre en sus 5.800 metros útiles. Hablamos de una llamativa arquitectura bioclimática, adaptada a un entorno desértico como el de Dubái, creada por el estudio Amann-Cánovas-Maruri. Los altos y coloridos conos (otro acierto, se ven a la legua) facilitan la circulación del aire y permiten una temperatura más fresca en el interior. Y eso en Dubái, se agradece.
Dentro nos recibe Dinamo, una obra de Daniel Canogar que tiene vinculación con la película de Vigalondo que se visionará después (y que requeriría de una explicación previa porque si no, no se entiende). La pieza se va activando cuanto más contacto tenga el visitante con las barandillas que recorren la rampa que la rodea. Si uno solo la toca, no pasa nada pero la experiencia es diferente cuando todos interactúan, que es uno de los mensajes del corto: entre todos, si trabajamos coordinados, podemos conseguirlo.
El marketing olfativo como reclamo del visitante
Otro de los puntos fuertes es la dimensión olfativa (o marketing olfativo, si prefieren), algo que brilla por su ausencia en otros pabellones. Creado por Iberchem, el perfume no se vende (lo que aún genera más expectativa) y está siendo una de las mayores sorpresas del pabellón. Un total de 15 empresas han patrocinado el pabellón nacional: Cosentino, que ha provisto revestimientos de suelos y paredes (han aportado aporta más de 3. 000m2 de materiales); Andreu World, que suministra el mobiliario, unas 300 piezas; Grupo Barceló, Roca –con los sanitarios–, Iberdrola, Teka, Canaletas, Calzados Victoria… Entre los patrocinadores, que han aportado algo más de un millón y medio de euros, hay de todo: mucha empresa pequeña y mediana (como viene siendo el tejido empresarial de este país), alguna del Ibex 35, emprendedores…
Retrasada un año
La Expo estaba prevista para 2020 pero la pandemia la retrasó: “No se cayó ninguna de las empresas del listado inicial de patrocinadores. Las aportaciones más importantes (de Cosentino y Andreu World, por ejemplo) se habían acordado precovid y nuestros patrocinadores fueron un gran ejemplo de visión e ilusión. La misión del pabellón no es otra que ponernos al servicio de nuestras empresas para que puedan apalancarse sobre este ejercicio de diplomacia cultural y económica y que el legado de la expo sea un impacto positivo en su evolución”, explica Cristina Ordinas, de Acción Cultural Española.
A la salida del pabellón, la tienda, algo que se repite en el resto de espacios expositivos: visite, empápese de información y al final, compre. El espacio comercial está gestionado por el Foro de Marcas Renombradas y allí encontramos ropa de El Ganso y Roberto Verino, cosmética de Natura Bissé, joyería de Tous y de Unode50, muebles de Andreu World, productos La Chinata, aceite de oliva, turrones, aceitunas… Y, por cierto, la paella de la que hablábamos al principio estaba buena. Como no podía ser de otra forma.