
Un vaso de ron, por ejemplo. Un buen ron. Un Brugal Extra Viejo. Solo quien mira con prisa cree que se bebe. No, todo comienza mucho antes, cuando el cristal del vaso roza mi mano y no es frío, sino suave, y no es duro, sino una corriente estremecida y dulce. Se deshace lentamente el vidrio al contacto con la piel cálida, y todo respira azúcar y sol y calma. Huele sin prisa a atardecer y a logro cumplido, el ron aún intacto, pero ya transformado en algo que late y corre por unas venas que bajan por mi brazo y encuentran en el sabor mineral de la tierra de Brugal una savia de la que brotan alas nuevas.
Hace mucho que comenzó todo, antes de que yo mirara el mundo desde el otro lado del vaso lleno del color de la melaza. Allí, ondulado por el líquido y el cristal, los contornos tiemblan y convergen. Los hielos tintinean y chocan y hay sirenas que se esconden en el aire.
Entonces, bebo. Labios contra seda; todo aquello que prometía el vaso se convierte en el laberinto en el que perderse y encontrarme. Ese dulzor de madera. Esa madera de azúcar. Ese azúcar de piel. Ese saber de otras manos, de otras tierras. Sabemos más de lo que sabemos: heredamos en ese vaso el pasado que llega a mí boca, nuevo y viejo, espléndido y remoto, y que se alza incontenible y me cubre como la luz del sol. Me ilumina como la voz de la sal.
El pasado y el presente se encuentran suspendidos en un cruce, en el vaso, en mi mano, en mi boca, en mi cabeza, en mi interior. Me mezclo entre esas sensaciones y no soy yo ya, pero nunca he sido, en cierta manera, otra cosa que no fuera yo.
Otro sorbo. Todo lo que cuentan los libros se encontraba ya en mí. Todas las canciones hablaban de mí antes de yo nacer. Todo lo que me rodea me esperaba. Aguarda ahí, como mi vaso, a que yo lo coja y lo deguste, a que se derrita en mi boca y en mi sangre.
Aguarda a que lo cuente y a que trame con ello una nueva historia para que otros lean y entiendan algo tan bello y tan simple: todo lo que recuerdo ahora ocurre.
Cierro los ojos porque es hora de que acabe este instante y no puedo verlo si no hay silencio. Y llega otro inicio, otro sorbo, otro viaje, otro giro brusco de los sentidos, uno solo, todos, siempre, ahora, nada acaba, nada acaba del todo.