1. Posponer las malas noticias. Lo primero que hay que hacer cuando hay una mala noticia en una empresa es comunicarla cuanto antes. Está claro que hay que dar información en la medida de lo posible, pero no hay que eludir los datos. La plantilla necesita entender las cosas. Hay veces que tú comunicas y llega otro mensaje: el mensaje que quieren oír. Pero el objetivo es que queden respondidas todas las lagunas y tu equipo no este en la incertidumbre.
2. Quitarle solemnidad a la información. Siempre que no sea algo grave, el exceso de solemnidad tienen un doble efecto negativo en la plantilla: por un lado, genera nerviosismo y, por otro impide que reaccionen cuando pasa algo realmente importante para el negocio. Hay que decir: Ha ocurrido esto y vamos a evaluar por qué ha ocurrido. La templanza, sobre todo en épocas como la actual, es importante, y no trasladar asi nerviosismo o angustia. Esto significa reconocer lo que ocurre: se nos ha caído esto del presupuesto, pero vamos a luchar para conseguir esto, y vamos a hacer esto otro para conseguirlo que seguro que va a ir bien.
3. No equilibrar decisiones de malas con las positivas. Siempre que se toman decisiones de denominador –reducción de costes o ajustes tras la pérdida de un cliente– hay que compensarlas a la hora de comunicarlas con políticas de numerador –sí, ha ocurrido esto, pero vamos a empezar a trabajar en esto otro para ganar dinero y para poder normalizar esta situación–. Se trata de motivar a la gente que trabaja para ti para que continúe formando parte del proyecto, para que siga sintiendo que, en parte, también es suyo.
4. Pasar de puntillas por las consecuencias. Cada vez que se comunica algo en una empresa que empieza, el equipo quiere saber cómo les va a afectar personalmente. Hay que ayudar a la plantilla a entender cuáles van a ser las consecuencias, no sólo decir los porqués, sino cuáles son las implicaciones que tiene para ellos. Si no, suelen aparecer los miedos.