Un problema es que a menudo confundimos la unidad con la uniformidad. El origen latino de la palabra unite es unus, significando ‘uno’. Significa unirse, fusionarse y conectarse. Por el contrario, la palabra uniforme tiene su derivado latino uniformis, que significa constante, invariable, estable e inmutable. Por su definición, la uniformidad es divisiva, la búsqueda de la semejanza excluye las diferencias. Pero la uniformidad es seductoramente reconfortante. Nos gusta estar con gente que ve el mundo como lo hacemos nosotros. Pensamos ingenuamente que la uniformidad, la ausencia de disonancia, significa unidad. Pero esa es en realidad la definición de un culto. La incapacidad de una organización, o una nación, de unirse en torno a sus diferencias es una responsabilidad severa. Porque cuando la fuerza de esa organización, o nación, es probada por fuerzas externas, la guerra interna comienza y todo el mundo involucrado es poco probable que salga bien. La unidad, la acogida intencional de las diferencias, proviene de una verdadera apertura a tener tu mente abierta. Para evaluar si eres una persona con la mente abierta, ten en cuenta estas cosas.
1. Inventario que está en tu eco. Las cámaras de eco son cosas fascinantes. Pueden falsificar la “diversidad” de maneras magistrales.¿Con quién pasas tiempo regular en el trabajo o fuera del trabajo, con quién has tenido desacuerdos acalorados y luego tomas café o una cerveza? Si no tienes a gente alrededor que intercambie cómodamente y rutinariamente visiones diferentes sin temor de la retribución o del distanciamiento, tienes un problema. Significa que hay información crítica que no estás recibiendo acerca de las decisiones que estás tomando, las relaciones en las que estás participando y las prioridades que estás persiguiendo.
2. Hipocresía. Mantener firme a las convicciones es una cosa hermosa y digna de hacer. Pero hacerlo a expensas de otros principios no lo es. No puedes abogar firmemente por más inversiones en el desarrollo de los empleados, pero nunca pasar el tiempo entrenando tus propios informes directos. No se puede marchar por las calles públicas abogando por aquellos que creen que están marginados de alguna manera, pero luego marginar a cualquier persona que no esté de acuerdo contigo. Tienes que ver tus acciones a través de los ojos de aquellos que no pueden ver las cosas como lo haces para asegurarse de que tus acciones y palabras coinciden.
3. Pasa tiempo real con “ellos”. Cuando no estamos de acuerdo con la gente, los objetivamos. Nosotros inventamos “versiones” de ellos que conforman y justifican nuestro desdén hacia ellos. En un pedazo de papel, anota los nombres de los de tu organización con los que trabajas regularmente y con los que tienes desacuerdos fundamentales. ¿Cómo han alterado esos desacuerdos la confianza? ¿O tu capacidad para colaborar o dirigir? Éstas son las personas (y todas las tenemos) a quienes asistimos educadamente en las reuniones, pero en el fondo estás convencido de que están equivocados y tienes razón. Descubre a las personas y encontraras otra versión de ellos.
4. Confronta tus miedos más profundos. La investigación demuestra nuestra aversión a otros que son diferentes. También muestra que cuanto más exposición tenemos a los que tienen diferencias, más se reduce el miedo. Asociamos la diferencia con el conflicto, el desacuerdo, ganar-perder y el riesgo del estado social o de la reputación. Aunque a menudo, irracionales, nuestros miedos conducen a la autoprotección y a la resistencia para expandir cómo pensamos. Tememos que la aceptación, que es diferente de aceptar, las opiniones que se oponen a nuestras significa comprometen nuestras ideas. Si puedes aislar lo que temes, puedes probar la racionalidad de ese miedo contra el valor que se obtiene construyendo un terreno común con un colega.