Las responsabilidades que sostiene cada cual es solo una parte de la ecuación; la otra la conforman los límites y dificultades que se presentan a menudo, con mayor o menor intensidad. Aunque estamos rodeados de mensajes motivadores plasmados en los cuadernos o en la taza del desayuno, en realidad lo más factible y menos traumático para comenzar a hacer cambios efectivos en nuestra vida es atacar los pequeños retos. Dejar salir nuestra voluntad con acciones sencillas supone el primer paso para recorrer un largo camino.
¿Cómo averiguar cuál es la prioridad? Coge un bolígrafo y una hoja de papel y escribe una lista de todas aquellas cosas que esperar obtener en la vida. Guarda la lista durante una semana y revisa todas las cosas que hayas escrito pasado ese tiempo: probablemente matices algunos de los retos y metas que te habías propuesto y encuentres que otros pesan mucho más.
Si este método no funciona, no hay duda que se resista ser sometida a la experiencia: rodéate de todas las personas que puedas y lleva a cabo planes variados. Después de un tiempo, te será más fácil reconocer aquello con lo que te sientes especialmente cómodo respecto a otras cosas que, después de todo, no son tan motivadoras como parecían.
Pero, ¿qué pasa si la lista que has confeccionado no parece tener coherencia ni el más mínimo orden? La técnica del científico no falla: hazte con una de esas pizarras blancas y un rotulador, y comienza a enlazar todas las ideas, dedicando a ello unos minutos al día. Llegado un punto, comprobarás que existe una línea argumental que lo une todo, aunque antes no hubieras descubierto cuál era el común denominador.
Después de tener claros los objetivos, es hora de ejecutar el plan vital. Y para eso, la peor idea es crees que se pueden tomar decisiones trascendentales de la noche a la mañana. En lugar de eso, reflexiona sobre las pequeñas acciones que, de forma progresiva y escalonada, te llevarán a la consecución de tus metas. No olvides plantear las dificultades que encontrarás y las alternativas en caso de toparte con obstáculos en el camino.
Debes estar preparado para combatir a tu peor enemigo en esta historia: tú mismo. Escudarse en un montón de excusas convenientes puede convencerte durante algún tiempo de que lo que quieres es imposible, pero desde luego no te acercará más a lo que realmente dseas hacer, ni serás más feliz. Y en este proceso cada día cuenta.
Puede que te reconozcas en alguna de las excusas más frecuentes: la del “no tengo tiempo suficiente”, el “no tengo dinero para hacerlo” y “tengo una familia”. Te asombrará saber la cantidad de tiempo que se ahorra llevando una buena gestión y evitando ciertos hábitos inútiles. El dinero suele ser un problema en buena medida porque gastamos en una ingente cantidad de cosas que no necesitamos, y a veces, que ni siquiera queremos al cabo de unos meses; y en cuanto a la familia, no hay razón para no incluirla en tus planes. Es tu red de apoyo.
Por suerte, es un movimiento cada vez más grande el de toda esa gente que decide tomar las riendas de su vida en lugar de dejarlo en manos de la rutina y de la opción fácil. Si lo que necesitas es un empujón, no hace falta más que mirar a tu alrededor: no estás solo en esta empresa.