Las personas toman sus propósitos de año nuevo inmersos en una burbuja de excesos. Así es como se crea una falsa sensación de motivación para llevar a cabo todos los cambios planeados. Una vez que la vida vuelve a su rutina habitual, todas esas decisiones se desvanecen y llevarlos a cabo se hacen cuesta arriba.
La motivación puede ser de gran ayuda para arrancar, pero hay que crear una serie de hábitos para llegar a la meta. Es por esta razón que marzo es precisamente el mes idóneo para darte cuenta de qué te habías propuesto y hasta qué punto debes esforzarte para conseguir esas metas.
En lugar de martirizarte por no haberte puesto manos a la obra, considera que este es el mes para una reevaluación de objetivos y para deshacerte de todo aquello que te está lastrando de cara a que el 31 de diciembre de 2017 seas la persona que tenían en mente a comienzo de año. ¿Quién dice que solo se pueden planear los cambios en enero?
Para empezar a concentrarte en un objetivo superior, ataca directamente el por qué debes intentarlo. Determina si tu motivación principal es simplemente “el deber” (incluso impuesto por lo que otros opinen o adopten para sí mismos) o es algo persona que realmente deseas. Es más fácil apegarse a estos últimos y lograr cumplirlos, y una de las razones por las que muchos acaban desistiendo de las dietas y de los gimnasios.
Incluso si ya tienes una meta sólida, puede ser difícil llegar a ella porque requiere una serie de hábitos que no siempre son sencillos y mucho menos cómodos. Procura adoptar cada uno de ellos del mismo modo que en su día aprendiste a lavarte los dientes a diario y ahora lo haces de forma natural. Incorporar esas nuevas rutinas a tu día a día y tener siempre en la mente el motivo por el que es fundamental es la forma más efectiva de que dentro de un tiempo hayas cumplido tu propósito.
Si quieres dar un paso más allá, sal de tu zona de confort. La idea de hacerlo puede ser intimidante cuando da la impresión de que estamos haciendo cosas poco propias de nosotros mismos, pero precisamente esos pequeños cambios son los que pueden cambiar la diferencia. Prácticas sencillas como probar un nuevo entrenamiento cada día o pedir el café de una manera distinta, aunque parezca mentira, es una forma muy práctica de ir cambiando poco a poco nuestra mentalidad. Alejarte de tu zona de confianza también añade un elemento de diversión, algo que, según sugiere la investigación, puede mantenerte motivado para que continúes por el buen camino.