¿Por qué nos imponemos a nosotros mismos esta clase de presión mental y emocional? No le debes una explicación a nadie. Has trabajado duro. Las opciones de estilo de vida que has escogido para lograr tus metas son solo asunto tuyo. Si los demás se sienten amenazados por tu capacidad de abstraerte al plan general, pese a las presiones de la mayoría, es problema de ellos.
Cada vez que dices “NO” a una copa o a un plan trasnochador en favor de tu propio criterio, te estás configurando casi en un ente aparte, en un “otro” psicológico, y la humanidad es experta en tomar a los que siguen un camino propio como los enemigos.
Pero no empezaste a abrirte ese camino para abandonarlo a las primeras de cambio solo por ser como los demás. Tus compañeros de trabajo tienen sus propios objetivos, que podrían ser muy nobles o parecerte una auténtica tontería. Tú tienes el tuyo. Y que los demás tiendan a aglutinarse alrededor de los mismos motivos no hace de los tuyos ni mejores ni peores.
Si tu objetivo es continuar firme por una senda que no tienes intención de abandonar, o has considerado la necesidad inamovible de comenzar a andar por ella, ese cambio en tus prioridades y en el estilo de vida te hace diferente y lleno de inspiración. Eso son cosas de las que sentirse orgulloso: no lo escondas solo porque creas que no será algo demasiado popular.
C. S. Lewis decía que “la integridad es hacer lo correcto, aunque no haya nadie mirando”. Aunque no podemos quitarle la razón al viejo Lewis, en realidad hacerlo cuando no hay nadie presente es la parte fácil; precisamente lo complicado es ser íntegro cuando los demás están pendientes de señalarte.
En definitiva: ya sea perder peso, abandonar los malos hábitos de vida o comenzar una verdadera rutina para impulsar tu creatividad o tu productividad, no te disculpes ante nadie por seguir tus planes a pies juntillas. El esfuerzo no merece la pena si nos dejamos vencer.