“Cuando entro por las mañanas en los Estudios de Animación Pixar – después de dejar atrás la escultura de seis metros y pico de Luxo Jr., la lámpara de sobremesa que es nuestra simpática mascota; de atravesar la doble puerta que da paso a un espectacular vestíbulo con techo acristalado donde montan guardia unos Buzz Lightyear y Woody de tamaño natural, y subir las escaleras con dibujos y cuadros de los personajes que han poblado nuestras catorce películas – me vuelvo a sorprender por la peculiar cultura que define este lugar. Aunque he pasado por ahí un millón de veces, nunca me canso de él”.

Ed Catmull es el confundador de Pixar y, además, preside también Disney Animation desde 2006. Su libro es un alucinante viaje a las entrañas del mundo de Pixar: a sus reuniones, sus evaluaciones de cierre de proyecto y a las sesiones de lluvias de ideas de las que nacieron algunas de las películas de animación más memorables y taquilleras de todos los tiempos.

Todo esta ahí. Desde los difíciles inicios, marcados por las ganas de dos chavales recién graduados de crear una película realizada íntegramente por ordenador, pero también por la falta de financiación, Catmull nos lleva de la mano a través de un camino de cuarenta años que no fue de rosas, sino una lucha constante por mantener a flote esa compañía en la que creía profundamente y por mantener su independencia y frescura frente a las presiones externas. Sin embargo pronto advirtió que los monstruos más peligrosos para las empresas no vienen de fuera; aguardan, bien ocultos, en el interior de las compañías. Allí, donde nadie mira, se alimentan y van creciendo lentamente, cuando por fin se hacen visibles ya es demasiado tarde.

Ed Catmull aterrizó en Silicon Valley en su momento más dinámico y volátil. Allí, cuando todavía no era un directivo sino solamente un ingeniero informático más, pudo ver innumerables start-ups ponerse al rojo vivo por el éxito para después quemarse. Como burbujas, crecían rápidamente para después explotar. “Poco a poco empezó a emerger un patrón: alguien tenía una idea creativa, lograba financiación, fichaba a un montón de tipos listos y desarrollaba y vendía un producto que despertaba una inmensa atención. Ese éxito inicial engendraba más éxito, tentaba a los mejores ingenieros y atraía a clientes de gran importancia […]. Los líderes de esas compañías irradiaban una confianza suprema. Era obvio que habían logrado alcanzar la cima porque eran muy, muy buenos. Pero entonces esas empresas hacían algo estúpido y descarrilaban. Quise entender por qué. No cabe duda de que creían estar haciendo lo correcto, pero algo les cegaba y les impedía ver los problemas que amenazaban con derribarles”.

Después del estreno de su primera película, Toy Story, en 1995 – que se convirtió en la más taquillera del año, llegando a recaudar 358 millones de dólares en todo el mundo – Ed Catmull tuvo un año difícil. Sentía que la película representaba la culminación de una meta que había perseguido durante más de dos décadas y con la que llevaba soñando desde niño, y ahora se había quedado vacío de objetivos. Hasta que comprendió que su nueva misión era proteger a Pixar de esas fuerzas que arruinaban a tantas empresas de éxito. Para lograr que la compañía sobreviviese a sus líderes fundadores no bastaba con lo que se había hecho hasta el momento: era necesario crear una cultura creativa sostenible.

Este libro es, pues, el resultado de una búsqueda, del afán de un hombre por detectar los problemas ocultos de su empresa, de sacarlos a la luz – aunque ello pueda resultar incómodo – y de encauzar toda la energía hacia su resolución. Es una recopilación, nada pretenciosa, de un directivo que ha luchado durante cuatro décadas por crear un entorno fértil, que no asfixie la creatividad de las personas con talento y mantenerlo fértil para que éstas puedan dar lo mejor de sí mismas.

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Como el propio Catmull advierte, Creatividad S.A. no va dirigido solamente a fans de Píxar, a ejecutivos del mundo del espectáculo o a ambiciosos animadores digitales. Está escrito para cualquier persona, empresario o empleado, cuya meta sea trabajar en un entorno que fomente la creatividad y enfocado a la resolución de problemas.

“Creo que los mejores directivos reconocen y reservan un espacio para lo que desconocen, no sólo porque la humildad es una virtud, sino porque los avances más notables no se producen hasta que no se adopta esa mentalidad. Pienso que los directivos deben relajar los controles, no endurecerlos. Deben aceptar el riesgo; deben confiar en las personas con las que trabajan y esforzarse por despejarles el camino; y deben prestar siempre atención y hacer frente a todo lo que les produzca miedo. Por encima de todo, los líderes de éxito deben asumir la realidad de que sus modelos pueden estar equivocados o ser incompletos. Sólo cuando admitimos lo que desconocemos, podemos confiar en aprenderlo”.

Creatividad S.A. salió a la venta en España el 25 de septiembre.