Investiga. Primero, revisa la descripción del puesto y familiarízate con las habilidades que se piden. Es importante que estés al día con las últimas tendencias del puesto que buscas y aprende todas las palabras, acrónimos y siglas que no conozcas de tu campo. No tienes que ser une experto (todavía), pero sí ser capaz de mantener una conversación coherente sobre la vacante que esperas cubrir. Segundo, piensa en el valor que puedes aportar como nuevo empleado. ¿Qué te ha enseñado la universidad? ¿Qué has aprendido en tu último trabajo?

Cultiva una identidad positiva. Prepara un discurso que hable de ti. No se trata de recitar tu currículum, sino un resumen de tus pasiones y de tu identidad. Pero, sobre todo, habla de momentos concretos en los que demostraste esas pasiones. También es importante mantenerte positivo. Puede que hayas tenido experiencias negativas en tu pasado y que te pregunten por algún conflicto laboral. El entrevistador no quiere saber qué te pasó exactamente, sino cómo fuiste capaz de salir adelante y resolver el conflicto.

Evita la falsa modestia. Está el típico ejemplo de decir que a veces eres “demasiado perfeccionista” cuando te preguntan por tus debilidades. Con esa frase no estás más que diciendo fortalezas con otras palabras. Una forma mejor de responder a esa pregunta es hablar de una situación concreta en la que tuviste que poner en práctica tus habilidades para superar un reto personal. Una vez más, el entrevistador no quiere saber tus defectos, sino cómo has salido adelante a pesar de ellos y cómo te esfuerzas en eliminarlos.