Humilde no suele ser la primera palabra que viene a la mente cuando uno piensa en liderazgo militar. Sin embargo, Dwight D. Eisenhower, uno de los líderes militares y políticos más exitosos del siglo XX, es un ejemplo convincente. Desde que lideró a las fuerzas aliadas hasta la victoria en la Segunda Guerra Mundial hasta que cumplió dos mandatos como presidente de los Estados Unidos, Eisenhower demostró que la humildad no es una debilidad en el liderazgo, sino una superpotencia.
La humildad de Eisenhower era evidente incluso en los pequeños momentos. Durante la Segunda Guerra Mundial, al descubrir que una lujosa villa había sido reservada para su alojamiento, se opuso: «Se supone que esto es un centro de descanso para los combatientes, no un patio de recreo para los altos mandos».
Para Ike, el liderazgo consistía en servir a los demás, no en elevarse a uno mismo. Este ethos se extendía a su comportamiento: era accesible, colaborador y no tenía miedo de admitir lo que no sabía. Como escribió una vez: “Intenta siempre relacionarte y aprender lo más que puedas de aquellos que saben más que tú, que lo hacen mejor que tú, que ven con más claridad que tú”.
Liderazgo humilde en acción
La humildad de Eisenhower no significó falta de autoridad. Al contrario, lo convirtió en un extraordinario constructor de coaliciones. Liderar a los aliados en la Segunda Guerra Mundial requirió manejar un grupo díscolo de líderes con agendas diferentes. Eisenhower sabía que dictar no funcionaría; en cambio, confió en la paciencia y la persuasión. Una vez comentó: “La esencia del liderazgo es lograr que los demás hagan algo porque creen que uno quiere que se haga y porque saben que vale la pena hacerlo”.
Incluso como presidente, Eisenhower evitó el teatro y se centró en el progreso constante y gradual. Los críticos de la época lo ridiculizaron por su falta de imaginación, pero la historia ha reconocido desde entonces su capacidad para navegar por paisajes políticos complejos sin hacer enemigos, un sello distintivo de su humildad.
Las investigaciones modernas confirman lo que Eisenhower sabía intuitivamente: la humildad es un factor decisivo para los líderes. El profesor Jeffrey A. Chandler y varios colegas realizaron un metaanálisis de 212 estudios publicados. Chandler me dijo que descubrieron que “algunos de los efectos más importantes del liderazgo humilde son mejorar la satisfacción y el rendimiento entre sus seguidores”. Además, descubrieron que los líderes humildes empoderan a sus equipos, fomentan la colaboración y crean entornos en los que los empleados se sienten valorados.
También podemos fijarnos en ejemplos más recientes que el de Eisenhower. La pandemia de COVID-19 puso a prueba a los líderes de todo el mundo, y aquellos que adoptaron la humildad resultaron ser algunos de los más eficaces. Jacinda Ardern, ex primera ministra de Nueva Zelanda, se convirtió en un ejemplo destacado. Ardern reconoció abiertamente las incertidumbres de la crisis en curso y se hizo conocida por frases como: “Nunca pretenderemos que tenemos todas las respuestas, y no hay garantía de que nuestro enfoque tenga éxito”.
En lugar de proyectar una certeza inquebrantable, demostró transparencia y voluntad de adaptarse basándose en el asesoramiento de expertos. Este enfoque no solo generó confianza, sino que también fomentó un sentido de responsabilidad compartida entre los neozelandeses. Al admitir lo que no sabía y centrarse en la colaboración, Ardern ejemplificó cómo la humildad puede inspirar confianza y resiliencia frente a desafíos sin precedentes.
Por qué la humildad es tan importante ahora
El mundo empresarial y político de hoy es volátil, complejo y de rápido movimiento. Los líderes deben navegar a un ritmo de cambio sin precedentes, desde disrupciones tecnológicas hasta crisis globales. “En este entorno”, me dijo el Dr. Chandler, “personalmente creo que el liderazgo humilde es crucial. Los líderes humildes son mejores a la hora de escuchar a sus equipos, tomar decisiones colaborativas y reconocer cuando no tienen todas las respuestas. Estas conductas son ingredientes clave no solo para ayudar a los equipos y las organizaciones a navegar por esta incertidumbre de manera más eficaz, sino también para garantizar que sus equipos se sientan valorados y escuchados”.
De manera similar, Urs Koenig, un experto en liderazgo y autor de Radical Humility: Be a Badass Leader and a Good Human, habla de una “inversión de la experiencia”, porque hoy en día un líder suele saber menos sobre un tema que los expertos que dirige. Koenig me dijo que esto requiere que ellos “muestren humildad para reconocer que no pueden resolver todo por sí solos y que necesitan un equipo fuerte y capacitado para ayudarlos a hacerlo”.
El legado de liderazgo humilde de Eisenhower nos recuerda que la humildad no consiste en disminuirse a uno mismo, sino en elevar a los demás. Al priorizar el servicio sobre el ego, la colaboración sobre el mando y el aprendizaje sobre la presunción, los líderes pueden inspirar resultados extraordinarios. En un mundo que a menudo celebra la voz más fuerte de la sala, vale la pena recordar que, a veces, la más silenciosa (la que escucha, reflexiona y empodera) es la más poderosa de todas.