Tengo la oportunidad de visitar La Donaira, un cortijo andaluz en lo alto de la Serranía de Ronda que la rumorología recomienda visitar. AVE mediante y en poco más de dos horas nos plantamos en Antequera y, en un suspiro, estamos ante el coche lanzadera que nos acercará a esta finca tan especial.
Este delicioso eco-retiro de lujo discreto es una granja orgánica y centro ecuestre que se extiende por 700 hectáreas de praderas, bosques de robles y rocosas cumbres, sobre las que sobrevuelan con majestuosidad buitres y rapaces. El estrés no es bienvenido; aquí hemos venido a recordar para qué estamos vivos.

Encinas de novecientos años, caballos lusitanos, cabras, vacas pajunas, wagyus, cincuenta panales de abejas o burros convierten la finca en un monte vivo y diverso, donde la naturaleza ocupa un papel central.
Relais & Châteaux siempre supo elegir bien a sus compañeros de viaje, y este proyecto rezuma buen gusto, sensibilidad y verdad.
Un cortijo lleno de personalidad
La casa es un cortijo con 112 años de historia y cuenta con nueve habitaciones cuidadosamente restauradas. Cada estancia alberga su propia personalidad, aportando ese encanto de las construcciones antiguas, pero con todo el confort y las prestaciones del lujo contemporáneo.

Lejos de ser un hotel diseñado con AutoCAD, La Donaira está viva; jarrones floridos, muebles de anticuario o una cuidada colección de vinilos aportan la calidez y la atmósfera de un hogar. Todo está pensado para el disfrute de los huéspedes.
El arte salpica, con gusto y criterio, los diferentes rincones: una escultura de Jaume Plensa te observa parsimoniosa mientras disfrutas del spa; tauromaquias de Picasso adornan un salón; reconocidos pintores y artistas de Ronda y pueblos aledaños acompañan discretos las distintas estancias.
Dignas de mención son las instalaciones de un spa de última generación que, rodeadas de un bonito jardín, te permiten dejar de lado las preocupaciones cotidianas. No pasaría por alto echar un ratito en la sauna de leña. Otro nivel. Hay, además, una piscina exterior alimentada por un manantial que promete tardes refrescantes en los meses más calurosos.

Cuando el equipo marca la diferencia
Cada proyecto es reflejo de la personalidad, visión e inquietudes de sus fundadores, y el equipo de La Donaira ha sido elegido con un magnífico ojo. En este cortijo tendrás un trato cercano, casi familiar, con las personas que lo trabajan.

Así, la estancia no solo sirve para descansar; también se vuelve amena y nutritiva compartiendo actividades con Alfredo, al cuidado de los caballos lusitanos; con Marta, visitando los animales de la finca; en una cata perfectamente curada de vinos naturales con el sumiller David Raya; o dejándote sorprender por la creatividad de los chefs Manuel y Nerea. ¡El tiempo vuela cuando uno está a gusto!
Un jardín medicinal de autor

El día amanece neblinado y lluvioso; sin embargo, en la naturaleza todo clima es celebración. No queremos perdernos una de las joyas del lugar: la visita al jardín medicinal que Gigi, alma y creador de este edén verde, tiene preparado para nosotros.
Trescientas variedades de plantas aromáticas y con propiedades curativas que, inspiradas en los antiguos huertos de los monasterios, nos alegran la mañana.
Gigi confiesa que los primeros años fueron toda una obsesión: “Aunque la tierra es pobre, es abonada con nuestra propia fórmula —orgánica, sobra decir— cada quince días”. Trabajo y cariño han convertido el lugar en un auténtico vergel: salvias de toda clase y condición, árboles de bergamota, diferentes variedades de rosales, menta de Virginia, fruta de la pasión, hierba luisa, milenrama… una infinidad de formas, colores, texturas y propiedades que son recolectadas a diario para usar en comidas, infusiones y tratamientos.
Digno de mención es el patio y su fuente de caño fino, de la que emerge, a borbotones, un chorrillo de tranquila melodía. “Antes estaba lleno de geranios”, pero hoy lo habita un agradecido elenco de dispares macetas pobladas por robustas siemprevivas. Si yo fuera Gigi, también estaría orgulloso de este rincón.
Gastronomía: de la finca a la mesa

Nerea Ortiz y Manuel Vargas regentan con técnica, genio y talento los fogones de La Donaira. Comer junto a la cocina ha sido, para mí, parte del menú. Ver a su equipo trabajando de forma sosegada, observar sus miradas cómplices y darse cuenta de que disfrutan mientras trabajan da aún más valor a lo que estás comiendo.
Pero, amigo, cuando además pruebas su cocina, la experiencia se vuelve memorable. Coquelet a la parrilla, patatas panaderas y chimichurri; tortitas sufladas de tuétano; caqui a la parrilla con chile y coppa de rubio dorado ibérico; o su helado de leche son solo algunos ejemplos de lo que encontrarás.

Como confiesa Nerea: “Venir a vivir al campo tiene un periodo de adaptación cuando vienes de la ciudad, pero en esta cocina somos libres y tenemos los mejores productos posibles”. En La Donaira el menú cambia constantemente en función de ingredientes que, mayoritariamente, provienen del propio cortijo. Aquí el kilómetro cero no forma parte de una estrategia de marketing, y eso se nota en la frescura y el sabor de cada plato.

Amor y respeto por el caballo lusitano
No es baladí que el logo de La Donaira tenga, además de un burro, un caballo como icono. La raza lusitana forma parte del ADN de este proyecto. Considerado el caballo de silla más antiguo del planeta, con unos 15.000 años de historia, cuenta con un rico patrimonio profundamente arraigado en la Península Ibérica. Su libro genealógico es muy exclusivo, con solo 13.000 caballos registrados en el mundo.

En el corazón de La Donaira late la pasión por esta raza célebre por su elegancia, fuerza y versatilidad. El programa ecuestre se basa en una filosofía de doma natural, donde el respeto, la confianza y la armonía sustentan cada interacción. Es un placer observar a los más de setenta lusitanos que pastan en libertad por los prados de la finca. El huésped puede disfrutar de sesiones de grounding, paseos a caballo por la dehesa o clases de doma clásica: experiencias transformadoras que ayudan a comprender la nobleza y belleza de este animal.
En resumen, visitar La Donaira es dejarse llevar por una experiencia de lujo consciente, sin ostentación, pero con mucho gusto, que te hará reconectar y disfrutar de una estancia marcada por la excelencia.
