Hay lugares cuya visita se convierte en una experiencia inolvidable. L’Empordà es uno de ellos, especialmente en primavera, cuando la calma lo envuelve todo y el lujo consiste en detenerse y disfrutar del sosiego. Aquí las aguas color turquesa acarician calas secretas y los caminos de ronda susurran historias entre arena y roca. Y en el interior, pueblos medievales como Pals, Monells o Peralada florecen entre campos de flores, con los Pirineos como telón de fondo.
Todo invita a la pausa, a la contemplación. Aquí el tiempo tiene otro ritmo: cafés sin prisa, arroz de mar y montaña, vino DO Empordà… Un paseo en barca, una bici sin destino, una siesta frente al mar. Y al final del día, la sensación de haberlo tenido todo sin buscar nada.
Pero L’Empordà también late con proyectos que lo hacen único: la artesanía viva de Gla Empordà; la espiritualidad de Edgar Tarrés y sus baños de bosque; la danza y el barre entre olas de ClaB o el calzado con alma de Toni Pons. Experiencias que nacen del corazón y se comparten con autenticidad.
Y cuando toca descansar, hay refugios que te abrazan, como Can Mascort, el espacio íntimo de Mas Jofre de Pals o el Hotel Peralada, con spa, golf y vinos que son paisaje embotellado. Espacios íntimos donde lo esencial cobra sentido. Ven. Deja atrás la rutina y descubre que, a veces, parar no es frenar… es comenzar.
