Si eres de los que les afecta el cambio de horario, piensa que podría ser mucho peor en cualquier destino del extremo norte. En concreto, una ciudad en Alaska llega a registrar hasta dos meses sin ver la luz del sol.
Se trata de Utqiaġvik, en el punto más septentrional de Estados Unidos. Esta ciudad, de poco más de 5000 habitantes, está a menos de concluir el mes de noviembre a punto de embarcarse en varias semanas de oscuridad. ¿El motivo? Tras apenas 30 minutos de luz diurna Utqiaġvik (antes conocida como Barrow) tuvo este pasado el lunes su último atardecer del año. Como consecuencia, el sol no volverá a salir hasta enero.
Sin embargo, este no se trata de un caso aislado; otras ciudades y pueblos de las regiones próximas al Círculo Polar Ártico también sufren periodos de oscuridad total o casi total durante el invierno -lo que popularmente se conoce como el fenómeno de noche polar-. Esto ocurre porque el sol no llega a elevarse por encima del horizonte durante semanas o incluso meses ya que el eje de la Tierra está inclinado de tal manera que estas regiones quedan completamente fuera de la luz solar directa.
Tromsø, Noruega
Con una duración hasta el 15 de enero, la ciudad ubicada en la isla de Tromsoya entrará el próximo 27 de noviembre en su próxima noche polar. Tromsø combina la belleza salvaje del Ártico con una vida cultural activa, lo que la convierte en un destino imperdible para quienes buscan explorar el norte extremo del planeta y, a pesar de este fenómeno, la Corriente del Golfo hace que esta urbe noruega goce de unas temperaturas más suaves de lo normal (que, invierno oscilan entre -4 °C y -8 °C).
Longyearbyen (Svalbard), Noruega
Sin salir del país nórdico, este asentamiento (uno de los más al norte del mundo) es uno de los enclaves que experimentan una noche polar más dilatada e intensa (con temperaturas de -12 a hasta -20 grados centígrados); así, desde finales de octubre hasta mediados de febrero, el sol no se eleva por encima del horizonte. Un archipiélago situado en el Ártico, este un lugar se caracteriza tanto por su geografía extrema como por sus condiciones de vida y cultura; con un paisaje compuesto por montañas, glaciares y fiordos, en invierno está permanentemente cubierta por una gran capa de nieve que le da ese aspecto ficcional y a la vez encantador. Eso sí, la ciudad también experimental el fenómeno de medianoche donde (de forma inversa), desde finales de abril hasta mediados de agosto, el sol nunca se pone.
Murmansk, Rusia
En la ciudad del noroeste ruso, el sol no se asoma desde principios durante casi un mes. La ciudad más grande del mundo situada por encima del Círculo Polar Ártico de Kola, a orillas del fiordo de Kola, Murmansk experimenta la noche pola desde principios de diciembre hasta principios de año, en enero. A tan solo 50 kilómetros del Océano Ártico, es además un puerto importante gracias a que sus aguas permanecen libres de hielo durante todo el año (por la influencia de la Corriente del Atlántico Norte).
Inuvik, Canadá
Esta pequeña localidad de la región canadiense de los Territorios del Noroeste de Canadá, (en el extremo norte del país) está cerca del delta del río Mackenzie y su nombre significa «Lugar del Hombre» en la lengua indígena de la región, Inuvialuktun. Dentro del Círculo Polar Ártico, Inuvic está en plena noche desde principios de diciembre hasta principios de enero. Aunque las temperaturas durante el invierno pueden llegar a caer hasta -30 °C, habitualmente hay algo de luz tenue durante el día, y sus los veranos son frescos y agradables (con máximas alrededor de 15-20 °C).
Kiruna, Suecia
La ciudad sueca comienza a finales de diciembre su noche polar, durante aproximadamente tres semanas. Aunque este fenómeno es más breve que en este punto de la región de Laponia que en otros lugares, la noche polar se combina con una atmósfera única sus espectaculares auroras boreales, además de ser un destino clave para los amantes del Ártico.
Eso sí, aunque todas estas ciudades no ven el sol durante varias semanas en el invierno, al menos este fenómeno deja estampas como las auroras boreales, que embellecen el largo invierno y lo hacen más agradable hasta (la ansiada) primavera.