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Una tasa turística dinámica: la manera en que Islandia pretende regular la llegada de visitantes en temporadas de alta afluencia

El precio de este impuesto variaría en función de una mayor o menos llegada de turistas al país
Ni siquiera la amenaza de una erupción volcánica alejó a los turistas de la Laguna Azul, cerca del pueblo pesquero de Grindavik. Foto: John Moore

Nada parece haber hecho hecho mella en la industria turística de Islandia en los últimos años. Ni la pandemia ni las habituales erupciones volcánicas. El año pasado, ese país nórdico recibió aproximadamente 2,2 millones de visitantes (casi seis veces la población del país), lo que ayudó a generar 598.000 millones de coronas islandesas en ingresos por exportaciones (unos 4.000 millones de euros). Esto supone casi un tercio de los ingresos anuales totales por exportaciones del país, según el Banco de Islandia. 

Así, el turismo representó el 8,5% del PIB de ese país en 2023, según Statitics Iceland, superando los años anteriores a la pandemia.

Aún así, y pese al siempre bienvenido impacto económico del turismo, de alguna manera todos esos visitantes podrían ser excesivos. Por eso e igual que ocurre en un creciente número de destinos europeos, Islandia cobra un impuesto al turismo para combatir el exceso de visitantes. Los huéspedes de hotel pagan una tarifa nominal de 600 coronas (unos 4 euros) con los que se recaudan fondos para programas de sostenibilidad.

Pero ahora «la tierra del fuego y el hielo» podría estar valorando un cambio en ese modelo. En declaraciones a la cadena estadounidense CNBC el primer ministro de Isladia, Bjarni Benediktsson, ha dicho: «aún estamos intentando dibujar el sistema fiscal para el sector turístico en el futuro«. Así, «preferiríamos decantarnos hacia un sistema donde pague el que haga uso de los recursos«.

Política de subida de precios

De hecho, Benediktsson se plantea la idea de subir los precios: «al hacer eso, podríamos controlar el tráfico (…) En el punto álgido de la demanda, fijaríamos un impuesto más alto, que podríamos controlar modificando las tarifas tanto a diario como entre meses o en momentos concretos del año«.

El aumento de precios (cobrar más cuando la demanda es alta) es una página calcada del manual aplicado ya en Venecia. La ciudad italiana impone una modesta tasa hotelera de entre 1 y 5 euros por persona y noche, dependiendo de la época del año, así como de la ubicación, el tipo y la clasificación del alojamiento. Además, esta primavera, Venecia ha aprobado una tarifa de entrada adicional, del 25 de abril al 14 de julio, que implica pagar 5 euros (5,37 dólares) para visitar la ciudad.

Aunque los más críticos afirman que estas tasas suponen una explotación de los visitantes, los ideólogos de estas medidas argumentan que la intención es alentar a los visitantes a visitar los lugares en horas menos concurridas, distribuyendo así la afluencia en favor de un modelo de turismo más sostenible.

Sobre los precios dinámicos

El establecimiento de precios dinámicos en viajes no es nada nuevo: desde hace tiempo es una parte consustancial de las tarifas de pasajes aéreos, hoteles y vehículos VTC. Pero recientemente, esos precios que fluctúan en función de la demanda también se han infiltrado en otras experiencias de viaje como cenar, participar en excursiones e, incluso, saborear una pinta en un pub británico.

Las aerolíneas, incluso, están inventando nuevas formas de elevar sus precios de formas, cuando menos, ocurrentes: por ejemplo, aplicando precios dinámicos a las tarifas de equipaje facturado, tal y como hace la estadounidenses JetBlue.

Este tema es un extracto del publicado en Forbes.com y del que se puede leer su versión original aquí.

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