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Así es el lujoso hotel de Nueva York que se puede reservar como una mansión privada de 21 habitaciones

Hace tiempo que el cuello dejó de formar parte del fondo de armario hasta de quienes se consideran auténticos gentlemen. Tampoco es que sea habitual encontrarlo entre las amenities del baño de un hotel. No es el caso del Hotel Fifth Avenue, que abrió sus puertas el pasado mes de octubre en Nueva York. Y tiene sentido: el palacio original del siglo XIX (The Mansion), remodelado en estilo neorrenacentista en 1907, fue anteriormente uno de los puntos de reunión social favoritos durante la llamada Edad Dorada (entre los años 70 y 90 del siglo XIX). Entre sus paredes es fácil imaginar a un invitado de su primera propietaria, la renombrada Charlotte Goodridge, acompañado de su valet (mayordomo personal) antes de dirigirse a la ópera.

Pues bien, desde este mismo mes el hotel vuelve a parecerse a una residencia privada, tremendamente lujosa, con la presentación de Your Mansion at The Fifth Avenue Hotel, una experiencia de tres noches que se puede vivir en esta parte histórica del hotel: The Mansion.

El lobby del Hotel Quinta Avenida WILLIAM ABRANOWICZ

Según explica la directora general, Elizabeth Mullins, «es fácil imaginar que esto se utilizará para bodas que quieran prolongarse en el tiempo, un cumpleaños importante, una celebración de aniversario o una reunión familiar. Y queremos que sea totalmente personalizado, único para cada huéspedes». Los elementos básicos de esta experiencia incluyen las 21 suites del palacio, con capacidad para 44 personas, el salón de baile reconfigurado para servicio de comidas, entretenimiento, películas, juegos y cualquier otra actividad requerida, servicio de mayordomo las 24 horas, un concierge para coordinar todas las actividades, traslados al aeropuerto, una flota de vehículos para llevar a los huéspedes por la ciudad, un fotógrafo para capturar momentos especiales, un mixólogo privado, varias comidas que incluyen desayunos, té de la tarde y cócteles y aperitivos por la noche, y una jornada de compras de 100.000 dólares con un personal shopper en Bergdorf Goodman.

Una de las junior suites de la mansión. WILLIAM ABRANOWICZ

Pero, dado el opulento diseño de la mansión, no sería sorprendente que los huéspedes decidieran pasar buena parte de su tiempo sin salir de aquí. Desde el momento en que se entra en el lobby, es fácil sentirse como en otra época. Un tiempo más elegante. Comenzando por la fragancia exclusiva de cassis, lirio, madera de cedro y flor de olivo creada para el hotel y llamada Eau de l’Aire (en honor a Baudelaire, el «santo patrón» espiritual del hotel y la inspiración para el nombre de la empresa propietaria Flâneur Hospitalit.

En el propio vestíbulo hay paredes cubiertas de espejos antiguos facetados, suelos de mármol, ventanas con arcos, gabinetes antiguos llenos de objetos que un viajero experimentado podría haber adquirido en cualquier lugar del mundo, candelabros antiguos y tapices de gran tamaño (con detalles increíbles cuando se miran de cerca), además de un mostrador de recepción elaborado con madera y mármol.

Detalles muy artísticos

El hotel está repleto de arte y el primer ejemplo, ya en el propio vestíbulo, es el cuadro de la Reina María, una mujer seductora que muestra varias llaves. Desde ahí los huéspedes giran a la derecha por el pasillo de madera para entrar a esta residencia.

Arriba, en las habitaciones, el diseño de Martin Brudnizki Design Studio en colaboración con el propietario del hotel, Alex Ohebshalom, es personalísimo, exuberante y muy, muy colorido. Los muebles especialmente diseñados para este hotel evocan detalles de la Edad Dorada e influencias extranjeras: enormes candelabros de Murano con cadenetas de cristal; las mesas auxiliares incorporan intrincados detalles de nácar; el biombo de las Mansion Suites se asemeja a un pórtico de un jardín renacentista; muebles-bar lacados en color rojo que recuerdan a las antigüedades chinas, con pinturas doradas de dragones en las puertas; los sofás de terciopelo son tan cómodos y old style que piden hundirse en ellos. Y hay color por todas partes: paredes rosa salmón en los pasillos; verde bosque del estuco realizado a mano y con numerosos detalles decorativos para las habitaciones; pantallas de lámpara rojas y doradas; papeles pintados de pared con motivos animales de una imaginación febril en dorado, azul y verde en los baños…

El bar/galería de reetratos. WILLIAM ABRANOWICZ

Durante el día y la noche, los huéspedes tienen acceso al Portrait Bar, a una esencial y acogedora biblioteca privada con libros que los huéspedes pueden sacar libremente de los estantes, al soleado invernadero amarillo y al estudio contiguo.

En El Café Carmellini, uno de los restaurantes más solicitados de la ciudad, los huéspedes de The Mansion pueden ocupar las mesas del balcón que dan a la planta principal del palacio. Dado que el chef Andrew Carmellini supervisa todos los servicios de comida del hotel, pueden disfrutar en cualquier momento su exquisita cocina, mitad francesa y mitad italiana: desde tortillas con queso Comté añejado de 24 meses y setas silvestres para el desayuno hasta pargo rojo Meunière, o tortellini de pato-pato-pato y pichón en croûte (en hojaldre) para cenar.

El coste de este idilio de tres días es de 950.000 dólares. Una experiencia de la Edad Dorada a un precio dorado.

Una sala elegante con enormes candelabros de globo, banquetas y sillas azules y doradas y árboles en el medio.

Texto publicado en Forbes. Se puede ver el tema original aquí.

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