Opinión Jesús Rodríguez Lenin

Cuando Robe me dio miedo

El cantante y artista español Robe Iniesta con el periodista musical, Jesús Rodríguez Lenin en el año 2000. Foto: Cedida.

Es imposible acostumbrarse a la muerte de aquellos a quienes has admirado, pero aún es peor asistir de brazos cruzados a su fallecimiento cuando, además, los has tratado con cierta familiaridad y/o frecuencia. La primera vez que vi a Robe fue en 1991, en el portal del edificio de la calle Martínez Corrochano en donde yo trabajaba entonces, como director de Escenarios, la revista portavoz de A.R.T.E., la Asociación de Representantes Técnicos del Espectáculo. En ese mismo edificio –propiedad de Pedro Caballero, por entonces manager de Secretos, Barricada y Ciudad Jardín (había sido también el primer manager de Hombres G), entre otros muchos artistas– estaban dos de las grandes oficinas de management de la época: Rock Conexión (del citado Pedro Caballero) y 10/Diez Management, la agencia propiedad del famoso Pito Cubillas, manager de Fangoria, Gabinete Caligari o Héroes del Silencio. Y en la segunda planta estaba Pasión, el sello discográfico de un cazatalentos como pocos ha habido en España, Paco Martín… 

Robe, al que nadie conocía por entonces, venía acompañado por el que luego supe que era su manager, Raúl Guerrero (fallecido en 1996, aunque ya hacía tiempo que había dejado de ser su representante), y me preguntó en el portal dónde estaba Pasión. Los dos tenían un aspecto patibulario y, pese a que yo soy vallecano de 1962, apenas seis meses más joven que Robe, y había visto todo tipo de chorizos, navajeros y yonquis desdentados durante mi niñez, adolescencia y primera juventud, me sentí intimidado por la pinta de quinquis que tenían ambos… Aunque aquella calle tampoco pertenecía a Vallecas, sino a Adelfas, sólo nos separaba de mi barrio la M-30, todavía estaba llena de casas bajas en las que se trapicheaba de todo. En la acera de enfrente a ese portal de oficinas vivía, apenas a unas decenas de metros, el fotógrafo Alberto García Alix, en su época de vacas flacas…

Subí con ellos en el ascensor y me contaron que, hartos de la primera mala experiencia que habían tenido con otra discográfica, Avispa Records, venían a negociar con Paco Martín el lanzamiento de su nuevo disco. Poco imaginaba entonces que a lo largo de los años siguientes mi vida profesional iba a estar ligada a ese Robe peligroso de los años noventa. Pasión lo fichó y les publicó “Somos unos animales”, pero poco después el sello quebró y Robe se vio de nuevo en la necesidad de buscar compañía discográfica. Los problemas acabaron para él en cuanto José Antonio Gómez, el director artístico de DRO –que ya no era una compañía independiente, sino parte de la multinacional discográfica Warner Music–, se interesó por ellos. Fue el comienzo de su leyenda: el grupo estaba en plena trayectoria ascendente y el buen trabajo artístico y promocional que se hizo con el grupo hicieron que los noventa fueran suyos. No es una hipérbole: si Robe hubiese nacido en Glasgow, Birmingham o San Francisco y sus letras hubiesen sido escritas en inglés estaríamos escribiendo ahora de la máxima figura mundial del rock de todos los tiempos. 

Mis buenas relaciones con DRO me permitieron contacto directo con Robe en varias ocasiones. Era un culo de mal asiento. Vivió en Plasencia, luego en el País Vasco, luego en Cataluña… Después de publicar “Pedrá”, Robe se trasladó a vivir a La Zubia, un pueblo situado a las afueras de Granada, a 5km, de camino a Sierra Nevada. Allí tuve que presentarme una tarde de verano de 1995 para entrevistarle, puesto que estaba redactando un número extra de La Payola, dedicado íntegramente a Extremoduro. Él vivía en un chalé con piscina y unas cuantas matas de marihuana junto a la valla que separaba su chalé del del vecino. Me lo encontré con la pierna fastidiada: había sufrido un accidente de tráfico y necesitaba rehabilitación y así se desarrolló la curiosa entrevista, con un fisioterapeuta trabajando mientras yo grababa sus respuestas. 

Para el lanzamiento de “Canciones prohibidas” se produjo una anécdota curiosa. En esa época seguía dirigiendo la revista de la asociación de managers, pero ya no era empleado, sino el copropietario de la editorial con la que la publicaba. Y mi socio, Enrique Pérez Balsa (también autor de tres novelas), era el responsable de toda la creatividad gráfica de nuestra empresa. Un día recibimos por parte de Alfonso Pérez, el director artístico de Warner –que ya había absorbido completamente a DRO, GASA y Twins, eliminando todo rastro de los nombres de las compañías adquiridas–, una petición extraña: Enrique iba a tener que llevar sus ordenadores a las oficinas de Warner y trabajara allí en el diseño gráfico del nuevo disco. “No era porque Robe fuera incontrolable por cuestiones de drogas –me explica el que fuera director artístico de Warner y batería y autor de las letras de Esclarecidos–, sino porque Robe era muy pejiguero: tenía tanto control sobre sus discos y su música que siempre quería cambiar cosas hasta el último momento. Y ya se nos había echado el tiempo encima. Si no venía Enrique a trabajar aquí, codo con codo con Robe, no hubiera salido el disco en el momento que tenía que salir. De hecho, Robe me exigió que le firmara un documento por el que si no le gustaba como quedaba el disco teníamos que destruir las 50.000 copias que se iban a fabricar de inicio y volverlo a publicar cuando tuviera su visto bueno. Afortunadamente, no hizo falta. Le gustó tanto el diseño, el famoso ‘hombre del saco’, como la mezcla de la grabación, que no tuvimos que destruir la tirada”. “Nos tiramos toda la noche trabajando en Warner –me confirma Enrique–. Y, efectivamente, Robe era muy perfeccionista y puñetero: hasta que las cosas no estaban exactamente como él tenía en mente, no lo daba por acabado. Pero esa noche en Warner fue el final, porque antes había tenido que viajar a Vizcaya, a ‘La casa de Iñaki’ –el estudio de grabación situado en la casa que Iñaki ‘Uoho’ Antón, guitarrista de Extremoduro y de Platero y Tú, tenía en el País Vasco–, a realizar toda la preproducción gráfica”. 

En esa época pre-teléfonos inteligentes con cámara, en la que los selfis no estaban a la orden del día, había que esperar que alguien te hiciera “la” foto. La que acompaña estas líneas nos la hicieron en la pequeña sala de conciertos de los locales de ensayo Ritmo&Compás, que estaban justo al lado de las oficinas de Warner de la calle Francisco Remiro. Como si yo fuese el que tiene un pasado yonqui, no recuerdo en qué circunstancias se tomó la foto, pero sí que fue en 2000 (ya era una foto digital, eso sí), y que, como también se puede ver en mi camiseta, “yo también estuve en la rueda de prensa de Extremoduro del 27 de abril de 1997”, la que ofrecieron en el local okupa de La Guindalera, que también estaba al lado de DRO… 

Aunque sí ha habido mucha leyenda en torno a la drogadicción de Robe (él siempre aseguraba que cuando formó Extremoduro ya había dejado la heroína; otra cosa es la marihuana), pero lo que sí es cierto es que en su vida no hubo cambios de chaqueta… El tipo de gente con la que le gustaba juntarse era siempre el mismo. Cuando el dinero entró a espuertas en su vida no empezó a codearse con gente que “le viniera bien” en términos profesionales ni dejó atrás a sus amigos. Con los que perdió el trato fue por el desgaste del tiempo, no porque se hubiera convertido en un arribista o en un “nuevo rico”. Fito Cabrales, Albert Pla, Manolito Chinato, los Kikes Babas y Turrón, KutxiRomero, Rosendo… Todos ellos estaban ahí desde 1989 y estuvieron hasta el final. Y nunca moderó su lenguaje ni se convirtió en alguien políticamente correcto. Por eso, siempre me sorprendió que entre su público se encontraran los elementos más antisistema de la sociedad y las ovejas negras de las “familias bien”, aunque a estos es seguro que el Robe de 1991 también les habría dado mucho más que miedo…

Por mi parte, le echaré de menos, pero siempre podré recurrir a sus canciones para traérmele a mi vida. Como si nada hubiese pasado.

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