Un hogar sin arte es como una pared en blanco: tiene potencial, pero carece de alma. Durante más de cincuenta años, en Gunni & Trentino hemos diseñado espacios que reflejan la personalidad de quienes los habitan. Pero en ese proceso, nos dimos cuenta de algo. No basta con elegir materiales excepcionales o diseñar espacios funcionales, un hogar necesita algo más, algo que lo haga único, que hable de la persona que vive ahí.
Nuestra historia siempre ha estado marcada por la escucha. Lo que comenzó con cocinas fue creciendo de manera natural. Incorporamos baños, pavimentos, carpintería a medida, mobiliario, iluminación… Con el tiempo, construimos uno de los catálogos más completos del sector. Sin embargo, había una ausencia evidente: el arte.
No es suficiente con crear espacios bien diseñados y funcionales; un hogar debe reflejar personalidad y contar con una identidad única que lo distinga. En este sentido, el arte, junto a otros elementos clave, juega un papel fundamental para lograr esa distinción.
No soy un gran experto en la materia. Sencillamente no vengo de ese mundo, pero lo que sí sé es que el interiorismo no puede concebirse sin él. El arte no es solo apto para coleccionistas o museos. El arte es para todos. Ofrece una forma de habitar los espacios con mayor significado, otorga una dimensión que va más allá de lo funcional.
Siempre me ha llamado la atención cómo una obra de arte puede transformar la percepción de un espacio. Una escultura de Jaume Plensa, por ejemplo, puede convertir un rincón en un lugar de contemplación. No es solo una cuestión estética, sino de energía, de las emociones que se proyectan y se absorben. Por eso, quisimos dar un paso más. De la mano de Juan Alfaro, como comisario de arte, transformamos nuestro showroom de Madrid en un espacio vivo. Un lugar donde el arte y el diseño conviven sin jerarquías, donde cada pieza —ya sea una obra o un mueble— tiene algo que contar. Con la exposición “No Art, No Home”, no tratamos solo de exhibir, sino de provocar preguntas y de invitar a mirar con otros ojos.
Aquí, las texturas, los volúmenes y los materiales establecen un diálogo silencioso. La rigidez de algunas formas contrasta con la fluidez de otras. Los objetos adquieren una nueva presencia cuando los observamos en relación con su entorno. Y esa relación es la que convierte un espacio en un hogar. Piense en la obra de artistas como Stefan Brüggemann, cuya mezcla de opulencia y provocación nos obliga a cuestionar lo que vemos, o en las líneas vibrantes de Keith Haring, que inyectan vitalidad a cualquier espacio en el que aparecen. No son solo piezas que «llenan» una pared, son declaraciones. Mensajes que eligen habitar un lugar y transformarlo en algo más.
El arte se despliega en múltiples formas y, cuando sus exponentes se entrelazan, surge una experiencia visual única. Las esculturas de Jaume Plensa susurran su poesía etérea, mientras la geometría luminosa de Michael Anastassiades ilumina con precisión. Daniel Arsham detiene el tiempo con sus texturas matéricas, que contrastan con la delicadeza de las luminarias de Flos. Y eso, son solo algunos ejemplos.
El arte y el diseño no tienen una mera función decorativa. Nos hacen detenernos, observar y conectar con los espacios de otra manera. Hoy, cuando pienso en lo que hemos construido, veo más que un showroom o una tienda de diseño. Veo un lugar de exploración. Un espacio donde el arte deja de ser un complemento y se convierte en parte esencial de la vida cotidiana. Porque, al final, un hogar no se define solo por sus formas, sus materiales o su distribución. Un hogar se define por las emociones que despierta. Y ahí es donde el arte, como el diseño, deja de ser un lujo y se convierte en una necesidad.
* José Manuel Moreno es socio fundador y CEO de Gunni & Trentino