La venturina o aventurina es un cuarzo (un mineral muy duro) que surge de su contacto con magma volcánica. Resulta atractivo y deseado por sus inclusiones de distintos tamaños de minerales mica y hematites, que le aportan sus característicos reflejos de luz y su aspecto brillante. En la naturaleza se suele encontrar en verde, pero también existe en otros colores, como el azul profundo, que es el que se aplica con mayor frecuencia a las esferas de algunos relojes. Con excepciones, claro está, como el Code 11.59 by Audemars Piguet Tourbillon Volante que te mostramos a continuación, con caja de oro rosa y cerámica negra y esfera de aventurina esmaltada en verde ahumado.
Es una roca tan poética que nos remite a un cielo estrellado de noche. Por eso se emplea para evocar fases lunares o para acompañar con su brillo a los más valiosos diamantes, ubicados en el bisel o en los índices, por ejemplo. También se aplica sin aderezos, como en el bellísimo Saxonia Thin de la relojera alemana A. Lange & Söhne de la foto de arriba del todo.
La aventurina aporta textura y profundidad, como vemos en el siguiente Arceau Petite Lune automático de Hermès. Realizado en oro blanco, sus 70 diamantes engastados en el bisel enmarcan un universo astral tallado en aventurina, nácar, aragonita y ópalo. Es la interpretación onírica que hace la marca francesa del sistema solar, y aporta las horas, los minutos y las fases lunares. Su precio es de 6.450 euros.
Por accidente
El nombre de este material se remonta a siglos atrás, no se sabe bien cuántos. Y no solo hace referencia al cuarzo natural. Una leyenda dice que la aventurina surgió por casualidad en la isla veneciana de Murano, de gran tradición en el soplado de vidrio. Allí, en una olla de vidrio fundido, un artesano dejó caer sin percatarse unas limaduras de cobre. Y se creó el cristal per avventura, es decir, “por accidente” o “por casualidad”, llamado vidrio de aventurina. Otras historias afirman que fue una técnica secreta creada por vidrieros, quienes la llamaron aventurina por avventura, aventura en italiano.
El caso es que, siglos después, en el XVIII aproximadamente, apareció una variedad de cuarzo con inclusiones de motas doradas, así que los joyeros usaron el nombre indistintamente tanto para el mineral natural como para el cristal fabricado en Murano, de apariencia similar. Hoy, la mayoría de la venturina natural procede de Karnataka (India).
Las firmas de alta relojería como Jaquet Droz, Parmigiani Fleurier, A. Lange & Söhne y Le Rhöne (con su nuevo Moön de Aventurina y Titanio de 37 mm, en la foto de arriba, que cuesta 24.300 francos suizos o 25.000 euros) han tirado de aventurina para algunas de sus piezas, con el objetivo de crear una lluvia de estrellas en sus diales. Utilizan habitualmente el cristal de aventurina, no la piedra, aunque hay excepciones como la del Constellation de 29 mm de Omega que se lanzó en 2022, que emplea venturina natural.
Cómo se hace
La aventurina «artificial», ese vidrio hecho con sílice, óxido de cobre y otros óxidos metálicos, se obtiene calentando el vidrio a una temperatura suficientemente alta como para que los gránulos de óxido de cobre añadidos a la mezcla se disuelvan. Después, la masa debe enfriarse despacio para permitir que los iones de cobre se metamorfoseen en cristales de cobre. Es entonces cuando el material adquiere una apariencia moteada y brillante.
En los últimos 20 años, la aventurina ha resurgido en la industria relojera, como demuestran los últimos modelos aquí mostrados, incluido este último, el Slim Aventurine de 34 mm con movimiento de cuarzo de la marca suiza Charriol.