Con The Heartbeat, Pierpaolo Piccioli debutó como director creativo de Balenciaga en la Fashion Week de París 2025. La colección Summer 26 no es solo un nuevo capítulo:
el ex Valentino no reinterpreta a Balenciaga: lo traduce al presente con su propio idioma.



El desfile tuvo lugar en un salón parisino reconstruido para la ocasión. Todo olía a éxito, y como describe Balenciaga, a Getaria, el perfume de la maison nombrado por el pueblo natal del diseñador vasco. No hubo escenografías grandilocuentes ni espectáculo performático: solo looks. O, mejor dicho, solo moda. Suficiente para que Balenciaga se posicione una vez más en el mundo del lujo.



La colección parte de una idea clave del fundador: el cuerpo como estructura en movimiento. El patronaje explora el espacio entre tejido y forma, dejando aire entre ambos, como tercer eje. La silueta no es rígida: vimos muchos volantes, telas que caen, pliegos. Y los colores, qué decir. Increíble.



Piccioli reinterpreta códigos históricos de la casa —el gazar, las proporciones arquitectónicas, el rigor— con materiales nuevos y usos actuales. Reinventa el gazar con una doble capa: una gasa exterior con textura intencionadamente imperfecta y una organza interna con urdimbre de seda continua, enriquecida con hilo lamiset.



Las prendas clave: chaquetas de cuero estructuradas, chinos con pliegues imprevistos, jerséis de punto técnico, camisetas que se transforman en túnicas y vestidos cuyo corte es arquitectura pura. Las flores y las plumas no decoran, son «la cerise sur le gâteau» (la cereza del pastel) de cada look.



No hay nostalgia, pero sí memoria. Piccioli no se limita a citar a Balenciaga; trabaja desde su metodología. Como él mismo escribió: “This collection exists because we recognized, saw, and welcomed one another.” Ahora, toca ver si el público (y el mercado) también le da la bienvenida.
