El US Open es el cuarto y último Grand Slam de tenis del año, que este domingo ganó Carlos Alcaraz. Nunca falla en atraer negocios, estilo y élites a Nueva York. No es de extrañar que algunos lo llamen el “Glam Slam”. El torneo rebosa dinero, celebridades y sofisticación año tras año.
Algunos van a ver tenis, otros celebrities. Su recinto, Flushing Meadows, siempre ha tenido un aire de desfile de moda. Cuando Anna Wintour veía jugar a Roger Federer, el tenis adquiría una dimensión chic. Desde Leonardo DiCaprio hasta Timothée Chalamet junto a Kylie Jenner en un momento romántico, el estadio Arthur Ashe (el mayor recinto de tenis del mundo) se convierte en una verdadera alfombra roja.
El verdadero deporte: ver celebridades
En 2023, las apariciones de celebridades aumentaron un 60%, y el grupo de fashionistas ya está atento a la próxima tanda de estrellas. Incluso la ATP anunció un acuerdo con una marca de ropa de tenis para revitalizar su línea de moda y estilo de vida.
“La moda siempre ha estado entretejida con el tenis, desde pioneros que rompían códigos de vestimenta hasta Serena acaparando titulares con su tutú de Louis Vuitton en el US Open de 2018”, comentó Tyler Ellis, CEO de la marca de bolsos de lujo que lleva su nombre, cuyas clientas incluyen a Renée Zellweger, Oprah Winfrey y Jennifer Lopez.
“Lo que vemos ahora es un nuevo capítulo, donde el estilo y el deporte son plataformas inseparables”, dice Ellis. “Estrellas como Federer y Naomi Osaka recuerdan a la nueva generación que la verdadera influencia cultural proviene de la disciplina, la excelencia y la autenticidad. El deporte no se trata solo de logros atléticos, sino de construir un legado que inspire más allá de una publicación viral.”
“El US Open siempre ha prosperado al mezclar deporte y espectáculo, pero el riesgo está en que el espectáculo eclipse al tenis”, advierte Harry Wright, director de estrategia en la agencia de experiencias Imagination. “Un reality o un nuevo formato de dobles pueden generar titulares, pero si se sienten como trucos, pueden restar autenticidad al torneo.”
Alcaraz y Emma Raducanu: ¿Química?
El polémico formato de dobles mixtos de dos días comenzó el martes con resultados dispares. Carlos Alcaraz y Emma Raducanu mostraron sonrisas de estrella antes de caer ante los favoritos Jack Draper y Jessica Pegula en apenas 51 minutos. Tuvieron más química que Novak Djokovic y Olga Danilović, que parecían haberse conocido justo antes del partido.
En el fondo, no fue un dobles auténtico, pero la calidad se impuso: Sara Errani y Andrea Vavassori vencieron a Casper Ruud e Iga Swiatek en una final vibrante el miércoles por la noche. Los italianos ganaron un premio de un millón de dólares, 800.000 más que el año anterior. Incluso Anna Wintour estuvo allí, aportando glamour a este drama digno de dinastía.
Mientras tanto, el cóctel oficial del torneo, el Honey Deuce, vendió 12,8 millones de dólares en 2024. Servido en un vaso coleccionable con nombres de campeones, beberlo es ya parte del ritual de pertenecer.
“La USTA y sus socios de difusión han apostado claramente por posicionar el US Open como un evento cultural, no solo deportivo”, afirma Tollington.
Un aumento en las ventas de entradas
El contenido tenístico está ahí. Las entradas para la final masculina alcanzan los 4.000 dólares de media; para la femenina, casi 2.570 dólares. Duro de tragar si hay un 6-0, 6-0.
El cuadro principal del US Open ahora dura 15 días, lo que permite recibir a unos 70.000 fans más en esta fiesta neoyorquina de final de verano. Las ventas de hospitalidad aumentaron más del 25% en 2024, y casi la mitad de los compradores eran primerizos. Las suites de lujo se agotaron por tercer año consecutivo, superando el millón de visitantes en tres semanas.
Glamour y tenis, después de todo, pueden coexistir.
